Durante seis meses la Expo 92 para mi madre supuso un aliciente que la hacía salir cada día, para descubrir nuevos mundos, para aprender, para hacer fotos por primera vez en su vida, para organizar su vida en torno al horario que ella consideraba oportuno para ir sola.
Se levantaba temprano, arreglaba la casa y dejaba la comida hecha… se iba a la Expo sobre las 10 de la mañana, se tomaba un café en el pabellón de Colombia y empezaba su ruta… estaba pendiente de todos los espectáculos que había en el Palenque, se sabía a qué hora daban el aceite en el Pabellón de Toledo e iba por sus botellitas de regalo… Sobre las dos de la tarde volvía a casa para comer y descansar un poco, hay que tener en cuenta que era época de buen tiempo en Sevilla, días muy calurosos acompañaron esta Expo.
Sobre las 6 de la tarde se iba otra vez hacia La Cartuja y continuaba con el recorrido que había dejado por la mañana… así seguía hasta el atardecer, la cabalgata de calle y los fuegos artificiales los veía los fines de semana que venía con nosotros porque por la noche a ella no le gustaba estar sola por la calle.
Se visitó todos los pabellones dos o tres veces, vió todos los espectáculos del Palenque y asistió al día dedicado a cada lugar; el día de su cumpleaños le regalamos una cámara de fotos y ha sido el mejor regalo que le hicimos en su vida, hizo muchas fotos que rápidamente sacaba y guardaba en sus álbumes, no había las digitales y se gastó un dinero en sacar cada carrete en papel.
Los fines de semana mi madre venía con nosotros y nos iba guiando, no sé cómo se las ingeniaba pero se colocaba en todas las colas al principio de las mismas, la gente la respetaba porque ella decía «Niño que me duelen mucho las piernas, miarma…», se ganaba a la gente, así se colocaba ella de las primeras y después nos metía a nosotros para que la acompañásemos… era toda un artista en estos asuntos.
La noche del viernes y la del sábado preparábamos bocadillos, allí había muchos sitios para comer pero era cara y con los niños, 13 años Benito José y 10 años Pedro, era mejor llevar la comida resuelta, además así aprovechábamos más el tiempo y pasábamos por más pabellones.
Así pasó mi madre los seis meses de la Expo 92 en Sevilla, cuando aquel acontecimiento terminó le quedó un sentimiento de malestar, se puso mala de las piernas y entró en una pequeña depresión, producida por la falta de actividad diaria, lloraba sin saber por qué y se encerró en casa durante un tiempo con el pretexto de que con las piernas no podía andar. Pronto se le pasó porque ella era muy fuerte y sabía luchar contra las adversidades y los problemas que le viniesen.
Un día Benito José yendo con la bicicleta, perdió los frenos y se estampó contra la luna trasera de un coche, sólo se rompió la clavícula porque se podía haber matado, el caso es que ese fin de semana teníamos proyectado ir a la Expo y el niño estaba sin poder moverse, con la clavícula inmovilizada… pues fuimos con una silla de ruedas que nos prestaron. Ese fue el fin de semana que más cosas pudimos ver ya que no guardábamos colas, entrábamos por los accesos vip y hasta nos acompañaban, él estuvo todo el tiempo muy incómodo porque le dolía pero fue una gozada poder aprovechar esos días entrando en los sitios del tirón, la Expo estaba totalmente adaptada, salvadas todas las barreras arquitectónicas, por eso el llevar la silla no fue muy incómodo.
Fueron unos meses intensos, no queríamos perdernos nada y había mucho que ver, fue una apertura de mente hacia la cultura que difícilmente vamos a olvidar las personas que tuvimos la suerte de visitarla.
Hoy hace 20 años de la inauguración de la Expo 92 y por eso he querido escribir esta pequeño resumen de mis recuerdos.
[…] Recuerdos de la Expo 92 en Sevilla […]
[…] Post publicado originalmente en La Colina de Peralías […]