Cuando estaba en activo y sonaba el teléfono de madrugada no me extrañaba porque siempre era la alarma del instituto:
«Buenos días, le llamo de la alarma que tiene usted en la calle…..mi palabra clave es … y la suya?… Bien, pues le comento que la zona… correspondiente a … ha saltado, avisamos a la policía?… Pues claro… Mire usted nosotros tenemos contratado el servicio ACUDA… ah! lo siento!!!!! aviso al compañero para que acuda y vea qué ha pasado…»
Ahora, jubilada, si suena el teléfono a las 4.45 de la madrugada… la verdad, impresiona, lo primero que piensas es que a algún familiar muy cercano, porque si no te llamarían más tarde, le ha pasado algo…
Pues no, hoy ha sonado el teléfono a las 4.45 h de la madrugada y volvía a ser la alarma del instituto… después de todas las retahilas de presentación, les he contestado que yo ya estaba jubilada y sin pedirme ni siquiera perdón, por despertarme a esas horas de la madrugada, me ha dicho, con toda la razón, que me ponga en contacto con los responsables actuales para que me quiten de la lista de «primera responsable a la que comunicar las incidencias».
En ese momento, después de tomarme mis pastillas, mi zumo de naranja y mi danacol, me he puesto a escribirle un correo al Secretario del instituto para que, con cierta pena, me dé de baja de los responsables de la alarma.
Y como al que madruga Dios le ayuda, ese pequeño incidente me ha inspirado para escribir este post.