Esta mañana no he podido trabajar, esto es, atender a las labores que me dan, a duras penas, de comer. La agenda está repleta de tareas por hacer y la lista me reclama para que me ponga a hacer «ticks» sobre ellas. Hoy no.
Hay veces en que esta silla es tan acogedora como una tumba.
Hace mucho tiempo que no pego por aquí las reseñas que voy publicando en diversos medios (notodo.com, Go Magazine, Qué Leer). Y el motivo de reabrir este blog hace ahora cuatro años (sí, tuvo una primera vida, ya inexistente) fue el de «mostrar» el trabajo. Si ese trabajo de reseñar en medios es subterráneo, aún tengo otra capa más escondida, más underground, que es la que dejo ver por aquí últimamente. Precisamente, la capa que no tiene existencia en ningún otro lugar, más que mis carpetas privadas.
Hace algunos días, estando libre y suelta por Madrid, y habiendo dejado a unos amigos que ya se marchaban a casa, marcaba el número de teléfono de mi primo (acudiendo a la representación de su Radio Ficción en La Casa Encendida, curiosamente donde me encuentro ahora mismo tecleando en un terminal, previo pago de un euro, porque ni soy cliente de Caja Madrid, ni estudiante, ni jubilada, ni discapacitada, etc, etc.). Marcaba su número pero no me contestaba y quería verlo al muy querido mío. Como andaba en el barrio, y por dejarle tiempo a consultar sus llamadas perdidas, entré en un bar a tomar la penúltima.
Leo y escucho en textos de signo feminista la alocución «reapropiación de los cuerpos» y pienso en ella a menudo. Estuve hace unos días en la exposición Heroínas (sólo vi la mitad que está en el Thyssen) y los temas que me vienen dando vueltas parecieron confluir a través de la narración propuesta.
Soy muy dada a contar los pequeños pasos dados en cualquiera de mis proyectos, aunque no signifiquen gran cosa, quizá sólo por manifestar algo como «hey, chicos, estoy trabajando». Puesto que pasan semanas y hasta meses entre mis ratos de trabajo en esos «proyectos que me dan la vida», los avances son mínimos, siempre, la consecución de los mismos está constantemente lejos, y ponerlos de manifiesto sirve para créermelos un poco más. En definitiva, se me hace infantilmente necesario mostrar el resultado de un par de horas de trabajo, por tonto que sea, y activar mínimamente este blog.
Hace pocos días, en una de esas escasísimas ocasiones en que converso con gente fuera de esta pantalla, dije: «Ya nunca más, cuando alguien me pregunte si escribo, diré que sí. Si alguien quiere saber en qué proyecto ando metida, diré que en ninguno». Nunca más crearé expectativas falsas. Sobre todo a mí misma.
Los chilenos llaman «panorama» al plan de movidas para hacer en la tarde o el fin de semana: «qué buen panorama», «qué lata, no tengo panorama». Todo lo que cabe en el ocio es «panorama» y yo tengo delante uno amplio, ancho, inmenso, casi inmanejable. Tengo tanto panorama que no sé qué hacer con él.
El próximo viernes 8 de abril, a las 19.30h, presentación en Sevilla de Capitalismo Gore, de Sayak Valencia.
Es decir, sevillanos y sevillanas, tendréis en la librería-club Relatoras a la portentosa Sayak Valencia, a la que tengo el honor de introducir para que nos hable en primera persona sobre ese tremendo ensayo editado por Melusina.
Sayak Valencia participa durante la próxima semana en el Taller Radioactivos: Escucha y creación colectiva, dentro de la programación del 13 Festival Zemos.
La robaremos durante un rato para una charla-cualquier-cosa-menos-informal, a la que estáis todxs invitadxs.
La cita es en Relatoras – Calle Relator, 44 (Sevilla) – viernes 8 de abril – 19,30 h.
Desde hace ya mucho tiempo me pregunto: ¿quién nos ha enseñado a limpiar? ¿Está inscrito en nuestros genes, como pretenden los biologistas y deterministas, o se trata de una enseñanza directa de la cultura mamada, como nos dicen los otros? Sigue leyendo