Carolink Fingers
21.04.2014

Comunidades sostenibles (de individuos sin sostén)

por carolinkfingers

En la tensión entre el individuo y la multitud, lo privado y lo colectivo, están las prácticas de “retaguardias” que intento describir en el libro que me propuse (que avanza, a trancas y barrancas, sobre todo a trancas).

Si bien heredamos un paradigma de sujeto individual autónomo –que se basa en una ficción, como ha descrito Almudena Hernando en La fantasía de la individualidad-, buena parte de nuestra socialización cotidiana depende de los cuidados: eso que está habitualmente invisibilizado, que suele asignarse a una parte de la humanidad (la femenina) y que no se explicita ni trabaja en colectivos, salvo excepciones.

Concibo esta investigación contra el entendimiento del cuidado –sostenimiento afectivo y material de nuestras vidas- como práctica privada e invisible, y a favor de las prácticas «públicas», «comunes». Como investigación, lleva varios años en marcha aunque la haya enfocado de manera explícita hace unos meses.

¿Qué hacemos para cuidarnos? ¿Qué tensiones nos afectan cuando somos individuos heridos empeñados con más o menos fuerza en trabajos de comunidades? ¿Cuánto pueden soportar esas comunidades nuestras heridas? ¿Nos cuidamos políticamente –es decir, explicitando las prácticas en el centro de nuestro trabajo común- o continuamos dejando esas tareas a la espontaneidad –que suele ser sufragada casi siempre por las mismas?

¿Nos cuidamos porque nos queremos? ¿O nos queremos porque nos cuidamos?

¿Creamos la comunidad fuerte con individuos fuertes –ni una atrás- o nos permitimos que los individuos caigan por el bien de la comunidad?

No sé nada por cierto. Estas y otras muchas preguntas me asaltan todos los días, conforme la investigación avanza. Cuidados es una palabra resbaladiza e implica cosas tan menudas e infravaloradas que cuesta explicitarlas en una charla y en las crónicas que me propongo. (Existe un lenguaje más o menos común para la épica militante, y todo esto que trato de escribir, ¿qué es? ¿lírica? tampoco).

Me pego (yo misma) con los lugares comunes, con la ausencia literal de discurso –propio, ajeno- y con la necesidad de explicar lo que veo sin darle palos al adoctrinamiento. No me interesa tal cosa, porque las prácticas ya suceden. Están ahí. Hay muchas personas en ellas, lo sepan o no. Son prácticas constantes y mal comunicadas. A veces quedan a cargo de una o dos personas del grupo, las más proclives, las más “adoctrinadas” o concienciadas para ello –habitualmente mujeres. A veces no se explicitan como una parte importante de la vida del colectivo. A veces sí.

A veces no están como punto en la asamblea. Nunca están como punto en la asamblea: las prácticas de cuidado suceden. A menudo como dolor. Como el castigo o la tarea menos deseada. Como tener que limpiar el baño común o tener que hacer la comida para cincuenta. Pocas veces era el destino requerido por la soldada -y perdonadme una vez más la nomenclatura bélica. Carecía de épica en la trinchera y vengo descubriendo que en la mayoría de espacios del aquí y ahora, aunque se celebren, sigue siendo igual, o casi.

Hay un momento intensísimo -éste a mi alrededor- de hacer comunidades. Para algunas –entra las que me incluyo- es un momento nuevo. Tiene algo de euforia colectiva. Pero también hemos descubierto que con ellas –las comunidades, más concretas, más difusas- vienen los trabajos de sostenimiento. Todo eso quería entrar en forma de reflexión, recogida de experiencias y sistematización de «how-to’s” en la investigación Copylove. Copylove, las residencias y todo el trabajo posterior, viene a ser mucho más que saber «cómo hacer comunidades más sostenibles”: poner en valor el trabajo particular que implica sostener esas comunidades, darle una perspectiva política, enunciar la necesidad de preguntarnos nuestros estados de ánimo, colectivizar la limpieza o la cocina sin que sea entendido como penitencia cristiana, trabajar la vulnerabilidad individual tanto como la colectiva

Vivimos en un paradigma individualista y una sociedad que aplaude la competencia y el aprovechamiento de unos sobre otros. No queremos eso en nuestras recién conquistadas comunidades. Pero tampoco podemos hacernos cargo, con nuestras escasas herramientas, de toda la diversidad de heridas individuales que llevamos –o podemos llevar-.

Poner la vida en el centro es un claim importante, pero para todas las comunidades que vengo conociendo hay un punto de “basta”: hay heridas, vulnerabilidades, individualidades fragmentadas, crisis personales, que no es posible integrar en la comunidad. Un punto en el que no estamos preparados para sostenernos y nos dejamos caer.

No quiero hacer un canto de «fracaso» de esas comunidades, ni quiero apostar a que las comunidades precarias, insalubres a veces, que creamos, tengan que ser la panacea de las heridas individuales. Se hace demasiado.

Nos pegan por todos los flancos posibles como individuos, mientras queremos y necesitamos comunidades sostenibles. Pero éstas no se sostienen por sí solas, necesitan de sujetos fuertes, y al mismo tiempo veo que tantas personas diversas (no autónomas, no solas, no específicamente activistas, no adultos de veinte-treinta-cuarenta con pocas o ninguna persona dependientes de ellas) no se pueden sumar a las mismas… Y al mismo tiempo veo que esas comunidades con individuos a priori autónomos y fuertes deben implicar tal cantidad de afecto y cuidado entre gentes a priori como ellos…

No tengo ninguna respuesta. Ni la tendré. Estoy tratando de enunciar en la medida en que las cosas suceden, me son contadas o puedo ser testigo o me dejan serlo de manera interpuesta.

Porque siempre, todo el tiempo, cuando hablamos de “nos tendrán en común”, debemos tener en cuenta que el historial del mundo en que nos desenvolvemos nos hace potencialmente individuos enfermos a todos. Vulnerabilidad como coraza, pero ¿hasta un punto? Quizá debemos entender que nuestras comunidades serán algo enfermas también, como resultado. Al menos por ahora.

//Sobre Copylove y cuidados políticos, una entrevista que me hicieron hace no mucho en el programa La aventura del saber//

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[…] por la realidad particular más local y más próxima, así como por engranajes precarios de sostenibilidad económica y de cuidados… de vida. Sin embargo, las características compartidas que asoman […]

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