Comienza La La Land. La primera escena equivale a mil bebés echándote babas encima al mismo tiempo que asistes a la fiesta de fin de curso de la Escuela de Arte Dramático de tu ciudad y mientras alguien te grita al oído frases motivacionales sacadas de libros de autoayuda. Impresionante, no me sentía tan empalagado desde que veía con mi hija la película Trols. Pero una vez pasado el susto oficial y cuando aparece Ryan Gosling en coche, recuerdas que todavía puede convertirse en un psico-killer y aniquilar a todos esos bailarines contentos y decides darle una oportunidad a la película.
La verdad es que ver a Ryan Gosling y pam! Ese hombre por el que todos los heteros nos planteamos nuestra condición sexual. Esa mirada que Joey de Friends describiría tan bien como “tú pon cara de oler un pedo…nadie sabrá si realmente se trata de un sentimiento muy profundo”. Esa sonrisa de “he estado yendo a un psicólogo durante un año pero ya lo tengo todo controlado”. No sé si quiero que sea mi mejor amigo y abrazarlo o si le sometería a alguna técnica de tortura para intentar descubrir qué carajo le pasa.
Luego está Emma Stone. Con ese vozarrón. Con esa sensualidad manufacturada. Con esos atuendos maravillosos de Privalia. Emma nos mete en ese loco metarrelato de que una actriz interprete a una actriz y nos demuestre lo injusto y cruel que puede ser el sistema de castings. También Emma proyecta ese nosequé que no sabes si quieres bloquearla en Whatsapp o untarla en Nocilla.
A ver, si no te vas a ir a casa (porque la entrada cuesta lo suyo y aunque el cine Avenida de Sevilla no te mortifique con 20 minutos de publicidad, sí le hizo la puñeta a Sofía, que con su embarazo cumplido y una ciática dolorosísima tardó en subir 20 escalones unos 10 minutos porque el cine no está adaptado para personas con movilidad reducida) lo lógico es que te autoinduzcas en alguno de los caramelitos sinestésicos que ofrece la película. Ese atardecer, ese cortejo, esos pantones pastelosos. Esos zapatos nuevos destrozados a base de rozaduras.
Cuando sales del colocón de luz y color hay algo que empieza a incomodarte: más allá de las destrezas técnicas, del uso comercial de la máquina de la nostalgia y de documentados homenajes que hace la película una y otra vez, ¿cuál es la historia? Simplificando mucho es: oda al amor romántico y si quieres, puedes. Vale que Ryan anima a Emma a perseguir su sueño. Pero…¿en serio ella termina siendo actriz famosa y no dramaturga? ¿en serio ella quería ser madre a toda costa con un tío rancio y encorbatado? ¿En serio el mensaje es que “si cada uno lucha por su lado puede conseguirlo”? Porque diera la sensación de que en la cara B que ambos se imaginan, sus sueños se cumplen pero más modestamente. ¿Qué carajo significa eso? ¿Es a su vez crítica a la crianza? ¿Significa que dos artistas un poco obsesionados con sus filias no pueden saber aceptar los cambios y las limitaciones que implicaría en sus vidas el tener hijos?
Bueno venga, que es solo una película. Que tampoco importa tanto que el garante del jazz sea un blanquito, por más que la frase de “el jazz es compromiso y conflicto” sea bella y que el único negro que con un papel primordial es un vendido que introduce elementos comerciales para no mantener la esencia del mismo…Venga va, tampoco importa tanto que él sí sepa de cine pero Emma no tenga ni puta idea de Jazz. Tampoco importa tanto que el modelo de irrealidad que impone el formato musical termine pareciendo una estrategia de evasión de una realidad que nos ha golpeado en 2016 de todas las formas imaginables, rescatando la función más conservadora que el cine pueda tener (la belleza por la belleza, la historia como verdadera evasión de la realidad y no como diálogo con ésta). Vamos, por favor, que no hace falta hacer propaganda para hacer cine de nuestro tiempo.
Que no, que no y que no. No voy a caer en decir que la peli es una mierda. Voy a cerrar mi primera y única crítica cinematográfica ‘ever’ diciendo que es una pedazo de mierda de color pastel, muy sinestética que defiende unos valores propios del coaching de curso online para emprendedores, un tipo de relaciones amorosas propias del siglo XX y un modelo de vida basado en el “si quieres, puedes” que como bien sabemos en España, es una basura que pone toda la responsabilidad en uno mismo y no en las condiciones externas. Eso sí, es hype y ya se sabe lo que pasa con ellos: que por lo menos nos permiten activar conversaciones sobre quiénes somos y quiénes no queremos ser.
https://www.youtube.com/watch?v=OxRFW1n550I