1. Río y lloro sobre tu lata golpeada
“Animal doméstico, adormilado y tenso. Jarrón de porcelana. Uña del pie mal pintada.”
Pisapapeles
Pocas cosas en la música que se produce en estos tiempos me han estimulado tanto como el “Déjese llevar” de Fiera. Debe de ser el disco que más he escuchado durante todo 2011, seguro que lo es entre los grupos españoles.
Me cuesta entender (o verbalizar) por qué me ha gustado tanto y es por eso por lo que hoy, después de verles por segunda vez en concierto, me entretengo investigando en lo que sale de mí mientras les escucho. Hace bastante tiempo que dejé la crítica musical, así que cuando escribo sobre música y grupos no soy capaz de dejar fuera mis experiencias de escucha. De crear una especie de diario de escucha.
Hay algo fundamentalmente feo y desagradable en su música y no me resulta fácil compartirla. Mis hijas me toleran suavemente cuando pongo Déjese llevar en el equipo y cuando les canto “A una hora / de Mercadona”, cada vez que voy a un supermercado.
Latas, artilugios fabricados en casa, chapas, aspiradores, tubos; líneas de bajo punzantes, repetitivas, y alguna guitarra un poco protagonista en algunos de sus temas, los que resultan, quizá, algo más amables. Ya, esta elección de la forma de la canción hace de su música algo que conecta con sustantivos como brutalidad, oscuridad, terror, desorden. Sin embargo, cuando te acostumbras a los golpes, sientes y sabes que todo está atornillado, que no hay escapatoria, que su rutina percutiva tiene la finalidad de instalar cierto orden en el caos.
Los golpes duelen, la forma raspa.
¿Y dónde se expresa la falta de orden? En el dadaísmo de sus letras y en la expresividad de la voz. Que se merecen un capítulo aparte y que creo convierten a Fiera en un grupo que me interesa.
“A lo mejor me cago en tus muertos, a lo mejor te como los huevos”.
Puede leerse un verso como éste como estampa de ridiculez o como ventana de acceso al conocimiento. A mí me parece lo segundo, claro, por eso este artículo. Pablo Peña, autor de las canciones, está en plena exploración de un lenguaje que, cuando le viene en gana, es soez, abrupto, feo, y cuando quiere firma “He visto espaldas desnudas pero, créeme, cariño, como la tuya ninguna”.
Pero no se trata de baladismo del montón, porque si aparece lo lírico es para ser triturado. No hay demasiado resquicio para la calma o la imagen cercana a cualquier canon de lo bello. Lo perturbador de sus canciones es como lo perturbador de una foto de Mappelthorpe o un poema de Ginsberg. De lenguaje casi siempre llano, puede decirse que las letras de Peña son ventanas, agujeros perpetrados, a las zonas más horribles, siempre oscurecidas u obviadas en los discursos hegemónicos, de la conciencia. Lo contrario al lugar positivista de la cultura. Lo contrario de lo luminoso. Y la asunción de que en lo feo hay un arma y una construcción de la belleza. Una opción política.
Las letras de Fiera significan -lo que queramos, creo que las interpretaciones pueden ser muchas-, pero también significan por su sonido, por el encantamiento disonante del fraseo, por el grito y la inflexión, por lo monótono del timbre. La mayoría de las canciones exhiben frases entrecortadas que se mueven en dos o tres notas. He llegado a la conclusión de que Pablo Peña sabe cantar en el registro que le dé la gana, pero elige esa cadencia algo chillona y, sobre todo, rasguñona.
“Agente comercial, su vida no tiene sentido. Váyase por donde vino.”
Quiero leer ciertas cosas en su música, pero intentaré no forzar las lecturas. A mí, este trabajo sobre lo feo y horrible, sobre lo desagradable y grotesco, me parece un acercamiento mucho más político que muchas canciones de letras explícitas y postura “de protesta”. Lo feo nos circunda, nos oprime y nos asfixia. Muchas veces nos deja sin conciencia. Escuchando a Fiera, obtengo precisamente lo contrario: una forma sobre lo feo, una victoria sobre lo horrible, un túnel de luz en lo grotesco. Un gesto, un antiautoritarismo, una construcción desde las ruinas, un aire fresco que no puede sino estar contaminado de herrumbre, de apocalipsis. Pero es aire, al fin y al cabo.
Dentro de esa línea, también hay una conexión, que puede venir propiciada por la portada del disco (dibujos del propio Peña). ¿Hay alguna posibilidad de humor tras el fin del mundo? Un eslogan similar puso Nacho Vigalondo al libro de Miguel Noguera, Ultraviolencia. Si es difícil sonreirse con ese libro, tanto lo es hacerlo con los versos de estas canciones, que parecen construidos desde ese mismo “sentido del fin”. El humor arranca aquí como única reacción posible al terror, como valvulita, en pequeñito, para no sucumbir a la fealdad.
“Y a veces me viene la imagen de mi jefe en albornoz, depilándose”.
2. En mi sitio, en mi perfecto lugar
El jueves estuve viendo a Pony Bravo en concierto. Los músicos de Pony Bravo son exactamente los mismos que los de Fiera, rotados, en diferente disposición creativa. No voy a entrar en comparaciones. Los discos de Pony Bravo, gustándome, los tengo mucho menos escuchados que Déjese llevar, y creo que el tiempo puede dictarme un texto similar.
Durante el concierto, como era difícil moverse, estuve pensando en algo, quizá no muy brillante: la existencia de Pony Bravo/Fiera tiene que ver con un ecosistema, con un sustrato común que estoy descubriendo en los últimos tiempos, al que pertenecen también Las buenas noches, el trabajo de Miguel Brieva o el equipo de Zemos98. No me pidáis explicaciones.
También hay un sustrato de pasado, y que me hace confirmar que Sevilla es, musicalmente, una anomalía que se expresa en cosas como Smash, Triana, Silvio o Pony Bravo. Incluiría a Señor Chinarro, pero no sé cómo.
Fiera responde a otro tipo de tradición; una que ha tenido poquísimo reflejo en la música española, al menos sólo acierto a recordar algunos de los grupos del entorno Javier Corcobado o del sello Triquinoise, etc. Gente sin prejuicios, que asimilaba la línea más molesta y underground del after-punk británico o las experimentaciones ruidistas (y feístas) de Einstürzende Neubauten.
Pero todo esto me interesa mucho menos. En este contexto. Si me vi seducida por la propuesta de sonido de Fiera, en todo caso, es porque me sirve de túnel para conectar con formas de conocimiento oscuras, algo amargas y dolorosas, que van desde la ciencia-ficción distópica tipo Ballard a La condesa sangrienta de la Pizarnik. Toda esa cultura que, subterránea, se empeña en abrir nuestros ojos para insertar zonas mal exploradas de la conciencia, de nuestra falta de sentido o de nuestro absurdo.
3. Lo que tú tienes son puñales
Anoche fui por segunda vez a un concierto de Fiera. Ser fan es querer ser el único fan o, al menos, ser el mejor fan. A pesar de la resaca que tenía el sábado, salí para ver otro concierto (el pasado verano, en Sevilla, estuve en su show de Nocturama 2011. En esos meses, asándome al calor agostino del sur, escuchaba su disco dos o tres veces cada día. El sudor se me congelaba. La rabia cobraba forma).
Vuelvo a sacar a colación el libro Mata a tus ídolos de Luc Sante: entre otras cosas, descubrí que él, como yo, se alimenta de obsesiones para escribir sobre fenómenos de la cultura. Eso fue agradable.
Fiera, como parte del colectivo El Rancho Casa de discos, edita sus canciones con una licencia Creative Commons. Puedes descargar su música y escucharla sin culpa. No permite, su licencia, hacer un uso comercial de las canciones ni crear obra derivada. Me “apena” un poco, sólo porque de muchas de sus canciones (“Agerul”, “Bombas”, “Drogas”, mis favoritas) quisiera sacar un cuento, tal como he hecho otras veces con canciones (de Golpes Bajos, de Esclarecidos…). Por cierto, nunca pedí permiso.
Pero como pioneros en licenciar su música de forma libre, no tengo nada más que decirles.
Salvo que este escrito, motivado por los muchos meses de escucha fanática y crítica de Déjese llevar, así como por el monumental concierto rabioso y rasposo que nos dedicaron anoche en la Nasti de Madrid, intenta ser una forma de devolución. De todo o, mejor dicho, de una partecita de lo que me han regalado en experiencias y sensaciones en sus doce canciones, durante los últimos doce meses, y las que espero que lleguen.
PD. Pongo una postdata, que enlaza las partes 1 y 2 (y quizá la 3) de este texto: el uso, expansivo y expresivo, del acento sevillano, en sus canciones, eso también es político.
¡Chapó!
Plas Plas
Me acabas de llenar la nevera con comida para una semana.
Qué bien escribes perra!! A mí me encantaría leer tu reinterpretación de Agerul y no creo que a Fiera le importe 😀
En otro orden de cosas, qué bien que estés en casa.
PD. Pizarnik siempre es bien, aunque sea desde el mal.
Enorme, Carolina, qué bien visto. Un abrazo catalán.
[…] Materialmente somos precarios o, digamos directamente, pobres. He pedido a mis hijas que sean austeras (¡austeras!) con la carta a los Reyes Magos. Es demasiado tarde para decirles “no habrá regalos”. Puedo intentar hacer regalos manufacturados, reciclados recogidos en el trueque, o limitarme a un par de cuentos y sé que lo agradecerán. Pero la materialidad se ha vuelto afilada. “Lo que tú tienes no son agujas, tú lo que tienes son puñales”, cantaban Fiera. […]
Hablando de la Pizarnik, me matas!! Yo me quedo con el acento de Pablo, sin duda!