Carolink Fingers
23.09.2014

Un iceberg en mi asamblea

por carolinkfingers

Me invitaron a formar parte del encuentro sobre prácticas cooperativas Cooperland 2014, y además me propusieron contar las cosas que suelo contar en este blog, en una mesa a tres, junto a Margarita Padilla y Marc Martí. Preparé unas notas y un dibujín. Expliqué cosas que intentaban estar enlazadas y tener un hilo/hijo narrativo. No sé si lo conseguí, pero me pidieron que compartiera las notas, así que ahora sí que les he dado un poco de forma.

La charla se llamaba Infraestructuras para la cooperación social, me encomendaron el segmento sobre los “cuidados y la reproducción social”.

Escribí a partir de estos tags:

COOPERACIÓN / CUIDADOS / CONDICIONES / INVISIBLES / grupos / COMUNIDADES / POLÍTICA / VINCULARNOS / SOSTENIBILIDAD

Y de este dibujo

iceberg

que me obsesionó durante toda la semana.

Si llamamos a los “cuidados” infraestructura, lo primero que me pregunté es a qué se parecían. ¿A las carreteras? ¿A los aeropuertos? En este contexto, no me valen esas imágenes. Convení en que eran una infraestructura mucho más modesta: más parecida a COMIDA o a BASURA.

Usaré ambas metáforas para referirme al tema: los CUIDADOS. Porque a veces siento que hay cierta inflación de uso de la palabra. ¿La hay en nuestros colectivos? Tengo esa sensación: que se hablan mucho, se practican un poco menos. Hace unos días usé esta misma cita en este blog:

No se trata de quedarnos en los cuidados porque, por mucho que luchemos contra ello, no logramos romper con su naturalización como cuestión femenina. Pero sí podemos partir de los cuidados para llegar a otros lugares. A pesar de todo, como afirma Silvia L. Gil, aunque quizá “en un futuro podamos encontrar una palabra más adecuada y con menos carga simbólica que la de “cuidado” […] la reivindicación en torno al cuidado puede convertirse en una crítica profunda a la organización de la vida en su totalidad, que no parte tanto de una formulación ideológica como de la experiencia cotidiana”.
En Subversión feminista de la economía (Amaia P. Orozco)

Vamos hacia allá, o al menos en mis escritos intento ir hacia esa crítica. La de mostrar la parte sumergida del iceberg.

Por seguir con la imagen, la base del iceberg tiene “comida”: provisiones para la vida más o menos materiales, cubrir las necesidades de alimento, techo, abrigo… Y tiene “basura”: nosotros y nosotras estamos en sociedades de base individualista, y hemos sido entrenados en la generación, promoción de subjetividades (en un proceso de siglos). No hay mucho que hacer. Nuestro sentido de la identidad –si puedo decir algo sobre esto siendo no más que lectora, escritora- está más encerrado en lo que uno va eligiendo como aditamentos que en los grupos en los que, por defecto o por elección, nos vinculamos.

Las prácticas cooperativas son, en sí mismas, un desafío a esas identidades.

Hay una parte de esa “basura” – del iceberg sumergido- que tiene que ver con habilitarnos como individuos.

De las comidas y de la basura metafórica, en nuestras sociedades –de mantener un mínimo de condiciones de reproducción social-, te encargabas tú mismo, que para eso te hemos enseñado a arreglártelas solo y a ser autosuficiente. O, si tenías la desgracia de tener cualquier “problema” que mermase esa independencia, podrías esperar algo de:

El estado (instituciones)
Las madres

La crisis vuelve a encerrar el cuidado –cada vez más- en los hogares, y son las “madres” –y las/los que se atreven a hacer de tal- las que proveen, una atención tanto a lo material como a lo “afectivo”.

Es así como los cuidados no se ven. No se ven porque molestan. Los damos por hecho. Nos levantaremos de la asamblea y alguien, mágicamente, recogerá los trastos. Los hemos recibido de algún modo –o hemos aprendido una cierta autonomía salvaje del que “se las vale por sí mismo”, siempre a costa de otras: ahora vamos a eso.

Las dos autoras que más utilizo últimamente en estos temas hablan de un iceberg. Lo hace Amaia P. Orozco y lo hace Almudena Hernando.

Amaia se refiere al iceberg para decir que el desarrollo de nuestros proyectos, vidas, y en general la sociedad, está perpetuado sobre la base de una cantidad de trabajo afectivo y de cuidados que recae de forma muy amplia en las mujeres -por medio de la «naturalización» que crea el patriarcado.

«Quizá pueda decirse que un elemento de amplio consenso es la apuesta por poner la sostenibilidad de la vida en el centro del análisis, desplazando así a los mercados. De aquí se derivan afirmaciones como la existencia de un conflicto irresoluble entre el proceso de acumulación de capital y el de sostenibilidad de la vida, y la visualización del sistema socioeconómico como un iceberg asentado sobre esferas feminizadas e invisibilizadas». Amaia P. Orozco (en una ponencia dentro del IV Congreso de Economía Feminista que se celebró en 2013 en la Universidad Pablo de Olavide).

Que las dinámicas propias de los hogares se reproduzcan en nuestros colectivos es sólo cuestión de dejar donde está la parte sumergida del iceberg (sé que esto se “colectiviza”, a veces).

El enfoque de Almudena Hernando (La fantasía de la individualidad) es bien distinto, repasa como prehistoriadora y antropóloga la historia de la formación de las identidades que hoy actuamos. La sigo aquí exclusivamente por la diferenciación que hace de individualidad dependiente / identidad relacional.

Según la autora, en nuestra modernidad la individualidad dependiente es la visible, la que actuamos conscientemente y ha venido promovida por la creciente complejización de la sociedad, el aumento del control del mundo, la preponderancia de la razón, etc. que invisibiliza, aparta y niega la importancia de las emociones, de los afectos y de los vínculos.

Que, a pesar de todo lo anterior, alguien mantiene. Ésa es la identidad relacional… La identidad relacional es la que, según la autora, compartía todo el grupo en los tiempos de las sociedades de cazadores-recolectores, apartada e invisibilizada a medida que fue complejizándose el mundo a nuestro alrededor y a partir de la aparición de la individualidad.

En la experiencia / residencias Copylove / que se desarrollaron durante dos años consecutivos en el marco del festival Zemos98 no se hablaba de iceberg, sino de procomunes invisibles.

Sobre esto:

“Los procomunes invisibles son aquellos recursos no-monetarios, modos de hacer que (para bien o para mal) hemos asimilado, procesos que nos han enseñado o que hemos adquirido en nuestro hacer comunitario y que hacen sostenibles a las comunidades. Recursos invisibles o invisibilizados. Invisibles porque los hemos interiorizado como parte “natural” de nuestra práctica; invisibilizados por el régimen desarrollista en el que vivimos que a menudo ignora aquello que hace la vida vivible.”

Las comunidades necesitan individuos y los individuos necesitan “comida” y, bueno, que nos hagamos cargo de la “basura”. ¿Los cuidados un procomún? Después de dos años puedo preguntármelo.

//Al respecto, tras la charla, Ana Méndez apuntó que no se pueden considerar como “lo que es de todos y no es de nadie”, pero sí recursos para el sostenimiento de una comunidad que son regulados por la propia comunidad, que decide cómo, quién, en qué condiciones puede usarlos y/o debe proveerlos: aún así, por la extraordinaria materialidad y facilidad para dejar los CUIDADOS en la parte femenina del grupo, tengo mis reparos con considerarlos bien común, procomún o como queramos llamarlo…//

Pero no más invisibles.

Se trata de tareas pequeñas, diminutas, cotidianas, ejercidas por personas, de forma más o menos explicitada, y que conforman la infraestructura para nuestra vida. Y para nuestros colectivos. Es un trabajo que realizan, por decir de forma llana, las “madres”.

Lo no natural es que sigan siendo invisibles. Que la provisión de la mesa, la limpieza de lo que sobra y el hacerse cargo de las vulnerabilidades de unos y otros y la propia comunidad se conviertan en el garbanzo negro.

Navegar la parte sumergida del iceberg no es una aventura placentera, a mí me está dando quebraderos de cabeza. Es lo que no se suele contar / mostrar / explicitar, es el punto siempre molesto de la asamblea, es el que ni siquiera es punto y se barre debajo de la alfombra, ¿a engordar esa parte sumergida?

Frente a la organización social que nos dijeron que era la buena, la de los “individuos autónomos” -“individualidad dependiente” que niega la importancia de todo aquello-, algunas personas hemos aprendido la centralidad de esa vinculación –material y afectiva- más allá de los grupos primarios que se nos ofrecen, las familias. Con éstas y más allá.

Los grupos que conformamos pueden tener una vinculación con motivos específicos, con un “interés”, pero llegar a esos objetivos a toda costa es seguir trabajando arriba, en la superficie, con lógicas productivistas, sin atender a ninguno de esos “procesos invisibles”. Y arriesgarse a dejar de lado a los/las que no pueden.

Las infraestructuras para la cooperación –en mi opinión- no deberían querer dejar a nadie fuera (a nadie que quiera estar).

Ese enorme lugar sumergido dejaría de serlo tanto si nos atrevemos a VISIBILIZAR la VULNERABILIDAD: entender la condición de especificidad de aquellas personas más VULNERABLES, entender que todos lo somos y/o lo seremos en algún momento, así como traer a la esfera política a las CUIDADORAS “naturales” para compartir el rol. Porque si no esta cooperación va a seguir siendo PARCIAL, privilegiada y genérica.

Lo que he aprendido en mi investigación –todavía en un nivel embrionario- es que todo esto hace colisionar zonas del ICEBERG.

Somos individuos entrenados en la individualidad dependiente y a veces, en la identidad relacional.

No tenemos ni idea de cómo vincularnos y lo extraordinario es que suceda.

También sé que ese iceberg debe emerger. Es más o menos sencillo llevar a la asamblea unas litronas y unas patatas fritas, es mucho más complicado socializar los cuidados inmateriales y mostrarnos vulnerables.

En los grupos (de colaboración y de política que he mirado un poco más de cerca), he visto a un gran número de adultos de mediana edad sin cargas familiares. Pero igualmente vulnerables. Algunos lo sabían.

Todo esto que digo se da la vuelta cuando eres un grupo de “madres” o con gran número de mujeres: un grupo de crianza, la lucha de las trabajadoras del hogar, la de los migrantes, la de los enfermos a los que se les niega la atención médica. Las personas que han interiorizado su vulnerabilidad y la ponen en el centro de su pelea y/o vinculación política hacen visible sin demasiados esfuerzos la necesidad de los CUIDADOS.

Quizá, ni siquiera hablan de ellos. Deberíamos tender hacia allá. Cooperación que integra la “vida” en su sentido más amplio: cuando nos hacemos cargo de la vulnerabilidad, que es algo, diría, común a todos los individuos, pero que está básicamente negada, y por tanto invisible.

He dicho en otros lugares y otros espacios que esa vulnerabilidad mostrada y colocada en el centro de la actividad, hace a los individuos y sus grupos bastante más invencibles. Como si fuese una coraza. Es una intuición.

iceberg2

 

//Pasaron muchas cosas más en este encuentro… Estuvimos dos días en varios talleres y pensamos mucho juntos. Me dijeron que en uno de esos talleres, sobre todo algunos compas de otros países no comprendían qué hacíamos hablando de cuidados. Hablemos de basura, de comida o de iceberg, o no hablemos de nada de esto, pero hagámoslo. //

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comentarios

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txelu balboa dice:

Carolina, gracias!
Este relato que sirve para acompañar en el camino, para introducir a las que acaban de llegar o para traducir qué nos está pasando.
Una pena no haber podido estar juntas en Vigo…
Beso.

Te he descubierto porque Txelu nos lo ha enviado al grupo de #LoRelacional y un día garabateamos sin haber leído a Amaia O. o a Almudena H. también la imagen del iceberg hace unos meses…Muchas gracias por este relato y por las autoras que apuntas que serán de obligada lectura.

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