Lleváis viéndome llorar varios años. Antes me escondía, ya no. Ahora os digo que es un rato, y lo es, y se pasa. Podría explicaros que me siento sola, o que se me viene el mundo encima, o que sumo años para verme con cada uno de ellos más pequeña e incapaz de llevar vuestras dos vidas adelante. El relato en verdad es que no hay relato. El relato es que se me inscribió en la carne que se trataba de ser feliz con una pareja al lado, a hundred per cent of the time.
Pero eso son días. Sois niñas inteligentes y sabéis hace rato que las princesas no existen. Os gusta Merida porque es salvaje, atrevida, aventurera. Os gusta Buffy porque mata a los malos uno detrás de otro. No sé si esos relatos se os quedarán en la carne más que los de las princesas Disney, cuyo objetivo final en la vida es encontrar el Amor. Y quedarse ahí para siempre.
El relato es que no hay un solo amor válido, fastuoso, terminal. Que nos iría mucho mejor si valorásemos -y la sociedad valorase- todo el resto de tipos de amor de la misma manera que encumbra y hace fascinante el amor romántico.
«¿Qué vamos a hacer este fin de semana?», os pregunto. «¡Ver a las amigas!», me respondéis, con ansia y arrobo. No sé por qué ha de valer menos el amor que nos tenemos entre nosotras o el amor que nos tenemos con todas las amigas. Con E, con E, con E, con K, con V, con S, con A, con S. Sí, he conocido parejas muy longevas y envidio el contrato hecho entre esas dos personas, al mismo tiempo que me digo que una buena parte de la identidad que ahora tengo se la debo precisamente a haber terminado mi matrimonio hace ya algún tiempo.
Nada es blanco ni negro, pero aquí dentro en la carne se trata únicamente de la innata necesidad de amor que todos tenemos, mientras que ahí afuera nos dicen que se trata únicamente de que tengas una pareja estable y que vaya contigo de la mano por los prados.
Eso y la heterosexualidad, el eje del mal, que también se inscribe dentro de la piel como el capitalismo o la propiedad privada. Va todo junto. Es un código cultural, y blablabla. Tendríamos que hablar más con el cuerpo y menos con las palabras, me dice hoy una amiga amada. Y no, no se desmonta todo este tinglado en dos tardes, ni en cuatro años. Otro día os hablaré con otras palabras, pero espero que entendáis que en éstas no hay rabia, solo la misma frustración que siento frente a un discurso de un político.
Las amigas que tienen hijos a mi alrededor los han tenido hace un par de años y piensan que por mi lado ya he superado la fase de la crianza. No saben -o intuyen no más- que vendrá otra fase en la que implacablemente sus hijas las necesitarán cada día menos y eso obligará a una adaptación constante, nueva, a veces dolorosa. Vendrá la parte en la que mi hija no me cuente lo que le sucede, la de que me mienta cuando ha quedado por primera vez con un chico -yo lo hice-, la de que no entienda las cosas tan turbadoras que le están sucediendo y tampoco me las pregunte.
Hay amor, por supuesto que hay amor, tendréis que descubrirlo solas.
Me da risa cuando vemos una serie juntas y vienen las escenas románticas, los besos en la boca, y sacáis esas muecas de asco.
Me da menos risa cuando me cuentas que un niño de tu clase te molesta llamándote «zorra». No hemos pasado un siglo de luchas para que un mequetrefe de doce años se crea con la potestad de juzgar tu identidad, tu físico, o tus actitudes de mujer pequeña y segura, colgándote una etiqueta por unas decisiones de vida autónoma que ni siquiera has tenido tiempo de tomar. Un mequetrefe entre treinta y cinco, que me hace preguntarme qué cojones de relato reciben ellos, los niños, no tengo experiencia alguna.
Por eso hoy he mandado todo a la mierda y nos hemos merendado las tres una tarta en forma de corazón.
El relato del amor romántico, amores míos, es uno que dice que nos sometemos, y que ahí ya no es necesario seguir conservando un espacio propio. Es probable que mi propia mediabiografía os ayude a desmontarlo. No se trata de ellos, por supuesto, el amor romántico es también homosexual. Se trata de la desidealización del constructo. Se trata de aumentar la potencia social de otros tipos de amor, de equilibrar las balanzas, de ahondar en nuestra actividad pública y nuestro territorio común, así como de explorar los sentimientos que se generan con otra persona con la que una se entiende, y punto. A veces eso se da. Entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí.
Es posible que no sepáis aún de qué os hablo, pero al menos sé que no jugáis a princesas hace rato.
me ha encantado Carolina (y no lo hubiera visto si no hubiera sido por Antonio)
Me encantó!
Sabes que te quiero Carol. Lo que no sabes es que el texto también sirve para mi, abocada ya a la tercera edad… :))
Hola Carolina. Me ha encantado tu reflexión sobre este tema, así que anoche me pasé un par de horas leyendo tu blog. Eres valiente, aunque no tengo el placer de conocerte intuyo que pones mucho de ti en lo que escribes, y que no te importa, y para eso hay que tener mucho valor. Supongo que por eso mismo tus reflexiones no son clínicas, tienen el valor añadido de la vida, y no se pierden al cerrar la pestaña, ni las pestañas…
Así que gracias, y te seguiré leyendo.
(Y gracias a Antonio también, por elegir tan bien sus lecturas y compartirlas!)
WOW. Se me han salido las lágrimas. No se si sirva de algo, pero me gustaría decirte que durante toda mi vida yo me negué a creer que el amor real existía. Tras ser hija de padres divorciados, vivir en una familia en la que todos estaban divorciados o eran madres solteras, y tras dejarlo todo por vivir con alguien 8 años y acabar una buena mañana sola del otro lado del Atlántico y lejos de casa. Hace 5 años tenía muy claro que iba a vivir soltera toda mi vida, y estaba hecha a la idea. Renegaba completamente de las relaciones románticas, y pasaba de intentarlo hasta que un día acabe viviendo con alguien maravilloso. La verdad es que no nos conocemos demasiado, pero a mi siempre me ha bastado con lo poco que te conozco y con leerte para darme cuenta de lo maravillosa que eres. Y siempre te he admirado de la misma forma que admiro a tu amiga E. Y en cuanto tuve a mi hija, te admiré mucho más. Y aunque no lo creas, en los momentos más tristes, pensaba en ti y me propulsaba a echarle valor. Yo ahogándome en un vaso de agua y en completo shock, sin saber como hacer nada, sintiendo pena por estar lejos de mi familia y tú como una campeona. Yo nunca he tenido la idea del amor eterno, pero si creo que hay que tener una visión más abierta al respecto y no tener esa certeza de que uno va a estar sin pareja por siempre. Porque eso es igual de absurdo que pensar que uno va a pasar el resto de su vida con alguien. Creo que el relato del amor romántico no tiene porque cumplirse al pie de la letra, no tiene siempre que implicar que te sometes, o que tú espacio es invadido, o que la otra persona te corta tu independencia. Hay un término medio, uno posible donde ambas personas viven y son libres y felices. Para mi ha sido muy difícil soltar lastre de ciertas ideas que nos inyectan de pequeñas a todas las latinas, pero al final ha merecido la pena. Me encantaría poder tomarme un café contigo y charlar al respecto, como la fan tuya que he sido desde que te conocí. Te mando un abrazo.
[…] lo personal es político. Recomiendo todos y cada uno de los textos que Carolina está pariendo: la carta a sus hijas, su Radicalizar los cuidados…todos, tan impregnados de vida. Otra que ha venido hablando […]
…Es curioso que, en todo esto, sin yo tener hijas e interesado por principio en las mujeres que no juegan a ser princesas, sienta una analogía íntima tan pero tan fuerte y profunda entre lo que piensas y lo que pienso, que me da miedo…
…Igual, al final de todo, no importa tanto el género de las palabras o de las vidas, y es crucial la piel: esa necesidad primaria de ser acariciados como perros, ese reconocernos apegados a la tierra, ese amor sin elucubraciones ni perversiones (capitalismo, socialismo, heterosexualidad, homosexualidad, pareja, soledad, fidelidad, etcétera) que es tan difícil precisamente porque está asediado por esos conceptos-hiena…
…Maravillosa entrada, prima…
ole y ole
Me encanta el artículo y estoy totalmente de acuerdo al respecto del funcionamiento del amor romántico como mecanismo de «empequeñecimiento» femenino. Aún así, me temo que hay un obsfáculo mucho más enorme a superar, y es su componente químico. Ahí la evolución nos va a tener que echar una mano. De momento, no hay nada excepto la heroína (o eso dicen…) que dé semejante subidón ni semejante dependencia!
Apenas leo tu respuesta Carolina, y me doy cuenta, tras leer mi comentario, que no sé explicarme muy bien… Con toda la parrafada, sólo quería decir, que yo estoy completamente en desacuerdo con esa idea de que en el relato de amor romántico la mujer siempre tiene que someterse y perder su espacio. Siempre me da por hablar en primera persona y con ejemplos, y es que no puedo hacerlo de otra forma porque sería hablar de cosas que desconozco. Entiendo que sea la regla, pero hay que recordar que todas las reglas tienen sus excepciones. Y esas excepciones son las que nos tienen que hacer más llevaderos los días
Las lágrimas se me salieron porque el tema de la maternidad, y el haber crecido con una madre divorciada y media familia también, me tocaron un punto muy sensible. Besos
En respuesta (no dejes que lo oscuro te coma) http://leparody.tumblr.com/post/43432949714/dont-let-the-darkness-eat-you-up Gracias, Carolina.
ole, me ha encantado el texto, muy bien escrito, muy sencillo, muy profundo y muy radical a la hora de cuestionar las cadenas y presentar la necesidad innata del amor, todo el amor. lo he republicado en el blog http://totamor.blogspot.com
Guardo esta carta tan bellamente escrita para explicarle a mi hija porqué llora su madre… dentro de unos años entenderá porque siempre que dice que es una princesa mamá añade «mi princesa guerrera». Gracias por ponerle palabras a sentimientos míos.
[…] i m’arriba, com si la meva associació d’idees fos una transmissió de pensaments, la preciosa carta que el mateix dia 14 la @carolinkfingers va escriure a les seves filles. Hi deia: “Nada es blanco […]
Hola Carolina, he de decirte que me emociona leer este relato. Me hace reflexionar que según las experiencias que tengamos en la vida, podemos tener unas ideas u otras acerca de momentos vitales de ésta. Es cierto que en la cultura que se inculca hoy en día hay muchos mitos y exigencias implícitas de que las cosas tienen que ser de una determinada manera. Romper con estas ideas preconcebidas, puede llegar a ser muy difícil e incluso duro, pero a la vez muy liberador.
Este relato me transmite esa liberación que no todo el mundo consigue, así que disfrútala.
[…] de llegir “Carta a mis hijas” i m’ha provocat començar a escriure-us com a pare vostre que sóc, dos dies abans del […]
De repente se hizo obvio que el drama es no tener dueño: pertenecer te. No escuchar tanto a nadie como siempre lo hiciste, no dejarle el mando, no doctorarte en interpretar gestos, no abrir tanto los ojos para obedecer la sutil orden de un pestañeo.
Y si desaparece el amo, que siempre creíste que era amo(r )… ¿dónde te llevarás? No se esfumó el ser querido, ni la sensación de amarle… solo huyó su función de dictar, de guiarte, con la que tú le habías alicatado el cuerpo, para que te arrastrara al caminar. Y dejó al amado ahí, sin órdenes que sustentar, dispuesto solo, quizás, a amarte.
Pero ahora te preguntas si eso será suficiente, alguna vez. Si dejarás de culparle por sus brazos que acogen, por su índice inerte, alguna vez. Si matarás al padre, alguna vez.
¿Cómo sería si lo lograras? ¿Qué acordes te sacudirían? ¿Qué letras vibrarían en tu garganta?, ¿Qué entraña te habitaría? Una desconocida parece llamar a tu puerta y el vértigo del vacío te paraliza. Miedo. Terror. No habrá nada más. Las horas se llenarán de tedio triste que dedicarás solo añorar la calma que te daba el dictado. El ritmo pausado, sin sobresaltos ni faltas, que te permitió sobrevivir durante tanto tiempo. Ahora quién sabe qué riesgos atroces se abren ante ti. Cierra la puerta, huye.
[…] eso os escribí hace ya tiempo. Han pasado muchas cosas desde aquella carta, salida de uno de los psicodramas que a veces […]
WOW!