Como vengo diciendo por aquí (cuando digo) o en el programa de radio, me está costando horrores desde hace meses encontrar literatura en la que leer realidad, reconocerme y dialogar. Literatura que responda a mi hambre de política. Literatura que trate de poner voz a los “conflictos fuertes del presente”, como me dijo María Salgado en la entrevista que le hicimos hace un mes*.
Como dije en otro lugar (autocita):
No exijo una guerra en cada texto, pero sí pequeñas batallas intelectuales en cada párrafo; la apertura a otros espacios, con la posibilidad del error y la esgrima de todo lo que se invisibiliza por no casar con la CT o no ser carne de mercado. No pido leer exclusivamente novela política, sino mostrar un escenario en que se ha perdido, en lo hondo del retrete, el convencimiento de que los actos literarios tienen, con o sin intención, significación política **.
¿Es que no la hay? ¿Es que no interesa hablar más que desde la comodidad, lo predicho, lo establecido? ¿Es que la literatura es y solo es loa al desclasamiento y sus temas -tono, voz, discurso, posibilidades- están marcados por un imaginario que es un Cthulhu absorbente y capitalista? ¿Es que hemos perdido los escritores y escritoras la valentía o la capacidad para romper paradigmas, que es lo que en este momento exijo a todo creador de lenguaje?
No es una sola de esas posibilidades. De lo que quiero, en verdad, encuentro: es minoritaria, desplazada, subterránea. No está en los libros, muy a menudo. Vengo apuntando cosas en este sentido desde hace semanas, pero este es un post urgente y, en lugar de recogerlas de manera metódica, escupo.
Conversaciones recientes con el autor de este texto han desembocado con frecuencia en este mantra: «Estamos tan necesitados, tan hambrientos de ficción; es necesario hacerlas; es necesario escribir lo que nos pasa de otro modo».
Conversaciones atemporales con la autora de este texto suelen terminar con un “¡Eso hay que escribirlo!”. Hoy me topo ese artículo firmado por la simpar Dra. Schmidt y me encuentro con muchas preguntas necesarias, que resuenan en algunas de mis obsesiones; y entonces de repente necesito hacer un pequeñito corpus de sentido, eso comúnmente llamado post.
¿Cuándo vamos a empezar a ocupar el lenguaje para poder inventarnos otra narración de lo que nos pasa?
Se pregunta ella. ¿Por qué no estamos ocupando con más y mayor intensidad las ficciones y la producción simbólica?
Y así, escupidas, improvisadas, algunas respuestas:
Es consecuencia un poco todo de lo mismo
Está también en el centro de por qué hace como dos meses que no hay actualizaciones en este blog
Es una trampa
Es una pescadilla que se muerde la cola
Entramos en una espiral cruel
Mientras estamos con una mano delante y otra detrás
Mientras más y más familias tienen que quedarse sin casa y con deuda de por vida
Mientras la realidad nos apriete y la transfusión de riqueza/sangre se mantenga fluida y constante
Mientras tenemos que atender a las necesidades urgentes y las importantes, quizá, sean escribirnos y darnos ficción para entendernos, para hacernos más resistentes; y por tanto responderlas quede atrás
Mientras tengamos que defendernos de desalmados como esa tal Aída entrando en una casa ocupada de Sevilla, vivienda urgente de familias desahuciadas
Y de tantos y tantos desalmados que poseen el megáfono de los medios de comunicación social
Seguirá siendo bastante complicado rebuscar en las palabras para darles un sentido que nos proteja. Que nos dé existencia. Complicado, pero no imposible, claro que no.
Bien, vuelvo al punto en el que he desembocado en otros textos recientes. Quizá toda la clave esté en hacer como si ya hubiésemos ganado y ponernos a construir. Y, si de salvaguardar unas mínimas condiciones de vida se trata, haremos lo imprescindible en ese sentido, jugaremos a ser buenos ciudadanos del capitalismo, despistaremos.
Robaremos segundos, minutos, aceras y ancho de banda para dárselos a la producción de sentido.
Sé de muchos y muchas que ya están haciéndolo -y ese mundo que se avista a través de las grietas crece un poquito más cada día, como cualquiera de los huertos urbanos o las redes de apoyo mutuo que se están plantando por ahí.
Respecto de la literatura, ese discurso que construye realidad, esa necesaria burbuja de aire en la que pensar/respirar/experimentarnos/sentirnos: es por ello que necesito mantener un lugar como el programa de radio (nuestro ¿Quieres hacer el favor de leer esto, por favor?). La literatura que me interesa no suele alcanzar para auparse a ningún escaparate. Pero, sí, también ahí empiezan a verse las grietas.
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* En todo esto, hablo de literatura contemporánea, no me mandéis leer Los miserables o Rojo y negro. O sí.
** De esto escribo más otro día. Resulta que era «marxista» y yo sin saberlo.
[…] como las de Steinbeck son necesarias, quizás por lo que explica Carolina León. Yo leo a Steinbeck por el placer de la palabra y por la honestidad que rezuman sus líneas. […]
pues entonces Las uvas de la ira o cualquier cosa de Steinbeck.
yo lo estoy leyendo ahora y me está sirviendo mucho.