Carolink Fingers
12.03.2012

Estallido día 2

por carolinkfingers

La pregunta del jueves (¿Cómo se sube el volumen de esto?) repercutió en la del viernes (¿Quién es la dueña de la literatura?) y también lo hizo en la del sábado (¿A quién sirve mi discurso?) y los ecos resonaron, sin que lo hubiésemos pretendido, como una especie de sinfonía disonante.

Porque Eva Fernández, por ejemplo, intervino el jueves desde el «lugar del público» preguntándose por la manera en que el imaginario, heredado, impuesto, nos impide elevar la voz de determinadas maneras. Habló de antagonismos: de la ausencia de personajes okupas, por ejemplo, en las ficciones. «La literatura sale de las clases altas para complacer a las clases altas», y esto resuena directamente en algo que Constantino Bértolo dijo el sábado, que veía la literatura, «exagerando, como la autoayuda de la burguesía».

En el contexto actual, preguntarse por los «dueños» -o la dueña en nuestro título- despierta la palabra «conflicto», porque para muchos y muchas escribir no es lo mismo que publicar, querer dejarse ver no es querer dejarse leer, etc; y alcanzar la «voz» (de nuestra pregunta anterior) implica un posicionamiento en algún lugar (frente al mercado, dentro o en contra, ideológicamente nunca inocente). Intentábamos evitar el debate sobre derechos de autor / propiedad intelectual / licencias y lanzarnos, en cambio, a una discusión más orgánica sobre la creación.

Por eso Iván de los Ríos, al que conocimos en un programa hablando de televisión y filosofía, nos parecía un punto de partida ideal. Propuso dos lecturas de la pregunta: la «inocente» (retrógrada, incluso) de literatura como «dictado de la musa» y la «polémica», de dictado capitalista (la literatura, cito de cualquier manera, es esa distancia física que separa las fauces del depredador de la carne de la víctima). Las audiencias, vía la industria, son las dueñas de la literatura.

(Audiencias como termómetro, como amplificadoras de la marca, y las audiencias son cualquier cosa menos libres en el capitalismo). Literatura como catálogo de virtudes -San Agustín-. Claro, para tener «voz» podemos autoinfundirnos la misión de llegar a esas audiencias, o no.

«Literatura es un acto de comunicación que permite la sanación»

tuya, mía, de otros: son palabras de Eva Fernández y me las apropio. Poner en cuestión todo (debería ser misión inalienable, no es asumido por el autor tanto como debería) es, según Eva, lo que nos queda como «salida de la asfixia». La «literatura escapista» que propuso es, a mi entender, una vía para abrir boquetes en la realidad asfixiante, y no necesariamente con «viajes» o «aventuras», sino ampliando los márgenes de lo posible.

Por eso, si nos remitimos a la «musa», lo sagrado aliado de la creación es sinónimo de ideológico: lo que cabe dentro de la literatura impone modelos de mundo y pensamiento.

La literatura es a) del que la trabaja: lectoras y b) del que la distribuye, ambos conceptos en crisis. La intervención de Silvia Nanclares está en su blog y, como sabíamos de qué palo es nuestra amiga, terminó proponiendo un banco común de tripas de ficción: libre, abierto, «siempre ganaría la banca». Que, en este caso, no es la industria cultural sino la propia ficción.

Iván nos conmina a todos, autores y autoras, a estudiar económicas y cuestionar qué es el valor, cómo se reparte: ahí está el mercado capaz de convertirnos a todos, en un zas, en nichos. Cómo salir de la espiral y de la asfixia, otra vez. Eva insiste en su cruzada particular contra los que nos manejan el imaginario, pues he ahí donde está el poder/posesión: si no podemos imaginar y nombrar las cosas, esas cosas no van a existir. Todos estamos dentro, bailando al mismo compás. Fuera todo es ausencia.

Propiedad privada / usufructo / objeto / valor: ¿qué significa que algo vale en clave literaria? De «calidad», resbaladizo concepto, hablamos el sábado en la tercera mesa.

Y si la noción de autor y la noción de obra, clásicas, postrománticas, nos paralizan y/o nos obligan a integrarnos y jugar con unas reglas en las que no queremos participar, hay que dinamitar desde dentro tanto una como otra. «No ser binario, huir del discurso de buenos/malos» (de los Ríos), «procomunar la ficción» (Nanclares), «escribir desde un lugar de construcción de vida» (Fernández). Las teorías literarias a menudo hacen gala de desmenuzar semas, figuras, tropos, mientras que en esta mesa oímos en numerosas ocasiones esa otra palabra: «vida».

– – – –

Esta crónica corresponde a la segunda de las sesiones de Cuando la ficción estalla en el espacio social, jornadas de radio y debate literario que hemos realizado en Traficantes de Sueños. Algunos de estos apuntes son sus voces, literales, pero las más de las veces son mis interpretaciones de sus voces. Con permiso de copia, recreación, distribución y remezcla.

 

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