“Sabré diferenciar mis problemas de los de los demás, y podré ignorar lo que ocurre a mi alrededor”
Disonancia cognitiva – Fundación Robo
La posibilidad. Personalmente, y no desde ayer, estoy muy obsesionada con la palabra posibilidad. Como en otros momentos ha sido “distancia” o “empoderamiento”. “Abrir boquetes en lo posible” es una de mis frases de cabecera, y hoy por hoy se la estampo como sello a aquellas esferas de realidad que me procuran aire y “posibilitan” mi pensamiento.
Ayer escuché hablar a Marta G. Franco y Guillermo Zapata sobre algunos usos y modalidades de las redes sociales para “movimientos”, acción social y revolución.
Y escucharlos fue, de alguna forma, sanador (aunque se cachondeen de mi «terapia de grupo»): una de las patologías que padezco en mis mecanismos es la de sentir que cada mañana tengo que empezar a tender la ciudad de mis certidumbres de nuevo. Que se ha movido el piso tanto -en lo cognoscitivo, en el marco simbólico- con un temblor sostenido, que me toca recolocar todo. «Y hoy, ¿contra qué toca luchar?», me escucho al levantarme.
Apunte mental: cuando deje de utilizar este lenguaje metafórico igual por fin me puedo considerar comunicadora.
La práctica totalidad de mi acceso al mundo está en Internet: en medios digitales, blogs y redes (un pedacito está en la plaza de Prosperidad y otro en la puerta del colegio). Intento seleccionar bastante en esa dieta mediática, comunicativa, precisamente para evitar la indigestión: no necesito consumir odio ni rabia, maniqueísmos ni propaganda, intento quedarme solo al lado de los que construyen, de los que abren boquetes en lo posible. Eso, al menos, es lo que he terminado por creer como el más válido “aprendizaje” en todo lo que hemos vivido en el último año.
Zapata se refirió a “cómo hacer revolución en los momentos de aburrimiento” y eso es, exactamente, lo que me sucede: desearía que nunca estuviésemos hablando de “Loewe” sino de cómo construir espacios de pensamiento que posibiliten la circulación de aire/conocimiento. Es algo estúpido pensar que, permanentemente, las veinticuatro horas, podemos sostener esa conversación, pero tampoco quiero decir que tengamos que tenerla al cien por cien de volumen. Basta con susurrarla.
Esto es, si hablamos de Loewe o de Kony2012, que sea para situarla en el contexto de pensamiento de la posibilidad (me voy a quedar con posibilidad, ya, en lugar de revolución). Por ejemplo, como hizo aquí Juanlu Sánchez, como hizo Zapata o aquí Dr Zito.
Estos dos ejemplos salieron, cómo no, en la charla que ambos dieron en Tabacalera. A veces queda expresamente claro que en materia de redes sociales -o dictámenes de la ingeniería de marketing- somos un montón de inocentes, y de ahí -y de mis propias derivas de pensamiento- llegué a ciertas certezas (que quizá ni son tan ciertas ni son tan brillantes, pero este es un domingo brillante y cierto, y caben).
Porque también yo he perdido muchas de mis energías, semana tras semana, enfadándome y reaccionando sobre la última declaración, el último chorizo que salió libre o la última astracanada de los bocachanclas con púlpito público. Y entonces…
Últimamente escribo no para estar en contra, sino para estar al lado. Invisible, diferente, pero al lado.
Y he pasado semanas y meses en permanente erupción, volcánica, reactiva, dejando salir ira y mugre, que es absolutamente necesaria pero que, por vivir en un ecosistema de red, de distribución de voces, estoy por determinar que no tiene utilidad ninguna. Cada mañana despierto y ahí fuera han dispuesto nuevas trampas. Ahí fuera, en los medios constructores de la agenda social, desean llevar nuestro poder de acción hacia la mecánica de la reacción, la mecánica del tentetieso.
Estar permanentemente en contra es someterse a desgaste. El mundo dado cada mañana no es tan distinto: es patriarcal, es capitalista, es paternalista y revienta desde dentro cada brizna de la dignidad que algún día creyó tener el ser humano, pero que tiene mucho aún por desbrozar para alcanzarla.
Estar en contra, uno a una, es aniquilación de las puertas, de la posibilidad.
Se trata, creo, de proponer. Lo de “ahí fuera” deslegitima todo cambio, toda crítica, y es crítica lo que más necesitamos para limpiarnos de herencias podridas. Abrir boquetes en la realidad implica saberse parte, cada cual desde una particular intersección, y es ese lugar el que debe ser reivindicado.
También Zapata se refería a las redes sociales como “espacio” y si twitter es símil de plaza del pueblo, allí han de verse las caras los colaboracionistas y los constructores de nuevas proposiciones, pero estos no estarán en el rincón de la basura. O sí.
Resistencia es otra palabra que se me está agotando. Hoy leo a Felipe G. Gil (y es exactamente esto lo que, al final, queda para mí de valioso en el ecosistema red-plaza: otros piensan mientras yo pienso y parecen ponerle voz a mis “boquetes”):
No me gustan las metáforas de guerra asociadas a la transformación social
Resistentes ya sabemos que somos, puesto que estamos vivos y, en fin, es lo que queda. Qué proponer, ese es realmente el (mi) problema. Individuo, fragmento, contingencia, discontinuidad, ¿trinchera? Individuo como cuerpo, brazos, cabeza, con una piqueta que horada en la realidad, pero que tiene el tamaño, quizá, de un alfiler de pelo. Todo lo que puedo hacer como individuo es asumir ese punto/lugar en la plaza, asumir la obscenidad de los predicadores que se han levantado el púlpito ahí unos metros más allá, explicarme el mundo desde otro lugar. Hay un tumulto de voces doloridas y es su necesidad de responder a cada táctica onerosa, cada nueva sacudida, lo que se oye más fuerte. Resistencia implica una respuesta constante e indignación una trampa útil: esa nueva ciudad dispuesta cada mañana tiene la habilidad de golpearnos: y entonces los tentetiesos nos balanceamos, un rato, esparciendo espumarajos, bailando de un modo nada caprichoso, hasta que volvemos a quedarnos quietos y no hemos cambiado de lugar. Ese movimiento no ha abierto ningún boquete.
Todo lo que sé sobre “escribir desde estar al lado”: desembarazarme de la permanente reacción y el mecanismo de tentetieso.
Y así lo necesito para saberme posible, para volver a tener voz y proponer, desde un lugar que no sea pútrido y cruel y distinto cada mañana, que no me obligue a resituarme. Escribir desde “el lado” es escuchar selectivamente, evitar la permanente contestación/reacción, y tratar de inventar esos espacios de apertura: eso es lo que hallo cuando realizo un nuevo programa, cuando acudo a un acto en Traficantes de sueños, cuando leo el Diagonal, cuando me sumerjo en lo que crea Zemos98 o cuando canto con mis hijas una canción de Fundación Robo.
Ese, ya sé, no es exactamente el mundo, pero desde ahí ya puedo susurrar posibilidades.
Postdata / actualización 09/04/2012
Dos artículos en los que he leído ayer-hoy expresiones similares a «abrir boquetes en lo posible» (no pretendo copyright ni mucho menos). De lectura obligada. Santiago López-Petit hace un año. Guillem Martínez hoy.
[…] parálisis. Hackeo como imaginación activa capaz de proponer otra cosa. Eso que trataba de decir, en otras palabras, hace muchos […]
[…] son directamente enlazables sino que son vivibles, que están en todos los proyectos que citaba en esta entrada. Y Madrilonia, y Bookcamping, y los libros que se editan en Traficantes de sueños… Una […]