Carolink Fingers
22.07.2011

Acrítico género cultural

por carolinkfingers

Estoy harta de tener que justificarme.

Echad un paso atrás y veréis que no es tan terrible lo que decimos los y las feministas. Bajaros de vuestros podios y dejad de tener miedo de perder privilegios, porque son privilegios muy insignificantes. Sopas con hondas nos van a dar a todxs.

Estos días he tenido un compañero de piso, un inquilino en la habitación que tengo libre. Es escritor, latinoamericano, y lo considero persona con mentalidad abierta. Así y todo, he tenido con él largas conversaciones sobre lo que significa ser feminista en el «primer mundo precario» de este principio de siglo XXI.

En una de éstas tuve que utilizar mi mejor arma: «Hace cuatro siglos, el paradigma mental nos permitía tener seres humanos debajo de nuestros pies y utilizarlos como esclavos. Ahora nadie podría considerar a un ser humano de otro color un ser inferior. Con las mujeres sigue sucediendo, subrepticiamente. Se nos paga menos en los empleos, se nos relega al espacio privado, a las tareas domésticas y a los cuidados, y nadie parece darse cuenta del terrorismo que eso supone».

Aún existen muchos de vosotros que no os habéis parado a reflexionar del lugar de privilegio absurdo que habéis heredado y que os gustaría perpetuar. No detectáis en el aire la constante sangría de la presencia de mujeres en todos los espacios del intercambio, la cultura, la política o los negocios. Las que consiguen estar tienen que renunciar a mil cosas y pelear -el doble- con prejuicios estancados. Y eso tampoco se nota.

Por centrarnos en lo cultural, podemos mirar, por ejemplo, los datos de esta nota aparecida en El País hace ya muchos meses. Los del suplemento se hacen unas listas y, en lo literario, se recogen 180 nombres, con sólo un 13% mujeres. Algo después nos cuentan que, de 18 críticos, sólo 3 son mujeres. ¿Por qué tendría que ver un dato con el otro? ¿No he leído yo misma, indistintamente, a escritores y escritoras durante los últimos treinta años?

Hay que reconocer algo y es que a las escritoras hay que buscarlas más. Sentir interés. Pero una vez que empiezas (contradecidme) ya no puedes parar.

El feminismo como pensamiento político de primer orden. Esta semana me he encontrado (vía @hijotonto), con regocijo, esa frase en un texto en dos partes. Escrito por Andrés Neuman, personaje de nuestras letras recientes a quien no tengo mucha simpatía. Aquí el texto uno, aquí el texto dos.

Lo primero que pensé fue: bien, si uno de «ellos» se atreve a decir: «Su escritura (de los escritores) omite de entrada las relaciones entre ficción y patriarcado» es: vamos por buen camino. Más: en realidad, la escritura de las mujeres (muchas) también la omite, el pensamiento feminista y la crítica cultural con signo de género está completamente doblegada y subvalorada debajo de la enorme producción/edición literaria a cascoporro. La perpetuación de los estereotipos es lo que mola, al parecer, y vende. Y, en eso, no he dejado de estar de acuerdo con el Lector malherido y viejas reseñas suyas.

Más adelante, he de leerle: «Los escritores hombres heredamos una doble laguna» y empiezo a sospechar. No es éste el espacio para hacer un análisis muy concienzudo; pero, como no tengo otro…: los escritores y las escritoras heredamos todas esas lagunas, las mismas, porque la sociedad es la misma para vosotros y para nosotras. Dejémonos de monsergas. Los micromachismos nos los han inoculado las abuelas (y los abuelos) a ti y a mí, Andrés. Sólo escribiendo, sólo leyendo, sólo pensando, sólo abriendo la mente podemos llegar a darnos cuenta de la losa tan enorme que el heteropatriarcado nos lega, aún, hoy, todavía, cada día, cada minuto y segundo que nace un nuevo niño y lo vestimos de azul, nace una nueva niña y la vestimos de rosa.

Es urgente y necesaria la introducción de una perspectiva de género en nuestra crítica cultural, como ha sucedido a través de los siglos con el colonialismo o, más cerca en el tiempo, con las migraciones desde el «tercer mundo». Y, si bien el gesto de Neuman se aprecia por valiente, a priori, por ser una voz que se pone de parte de una tendencia con muy poquita buena fama, también tuve que admitir (después de leer sus textos cuatro o cinco veces) que adolece de una mirada paternalista de la que tenemos que librarnos de una buena vez, vosotros y nosotras, todxs.

No puede ser que señalemos, por ejemplo, un libro que pudiera tener una perspectiva racista, pero nos parezca normal que dentro de una novela publicada en 2010 todos sus personajes femeninos sean la madre del protagonista, que le prepara los cocidos, y una novia que no hace nada salvo esperar que llegue el día de la boda (el ejemplo lo acabo de inventar, pero podríamos encontrarlo con un poco de trabajo). Bien es verdad que este tipo de argumento podría darse para, por su medio, criticar ciertas realidades. Es el caso de un librito que he leído recientemente, El camino que va a la ciudad de Natalia Ginzburg.

En mi trabajo como crítica literaria, tengo que encontrarme de todo y también con personas que no entienden que siempre elija libros de mujeres o que resalte las características «de género» que se desprenden de alguna ficción. Hasta hace bien poco no era un objetivo, ahora lo es todo el tiempo que desarrolle crítica cultural. ¿Por qué? Para contrarrestar. A riesgo de, por ejemplo, perder espacio de crítica para señalar algunos de estos desequilibrios.

En otro momento de este blog me quejé en voz alta de la estúpida lectura de la serie Mad Men escuchada en una conferencia, en la que prácticamente se atribuía toda la personalidad esquiva y descomprometida del protagonista a la cualidad de «puta» de su madre. En fin.

De regalo, una viñetita que lo resume todo:

Un pelín de esfuerzo y todos tendríamos una vida más compleja. Más feliz, justa y equilibrada, también.

4

comentarios

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Juan Ignacio dice:

Tienes razón. Para un hombre también es difícil, socialmente, reconocer no ya que la mujer está infravalorada, sino que, además, de forma injusta, pues ella es superior a él excepto en la fuerza bruta, gracias a la cual se impone y mantiene su hegemonía. Para imponer esa fuerza bruta hay formas mucho más sutiles que la de la violencia física sea en el grado que sea.

mí dice:

lo que dices es taaaan obvio,(a parte de muy bien dicho) pero algunos se siguen sorprendiendo, escribí esto hace unos meses, fíjate en los comentarioshttp://libretadepoemas.blogspot.com/2010/10/no-hay.html

Carolink dice:

Juan Ignacio: no, no, no dije (creo) en ningún momento que seamos superiores, no lo somos, no lo somos, somos lo mismo en todos los ámbitos, somos lo que cada individu@ quiera ser, si se lo permiten.

Carolink dice:

Verónica, un gran concepto ése del "fuego amigo", es agotador, pero es una lucha en la que no se puede bajar la guardia ni un segundo.

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