Preescolar
29.01.2008

Mi vida en 1998

por preescolar

Continúo este meme tan especial que hemos lanzado en la página de ZEMOS98, y que gente tan variopinta nos ha hecho el honor de seguir. ¿Qué hacía yo en 1998? Fundamentalmete me hacía preguntas todo el tiempo y, a día de hoy, algunas de ellas continúan sin respuesta. Supongo que eso es lo que nos permite regresar al futuro, avanzar hacia el pasado y pensar que sea lo que sea lo que nos da energía, hay que seguir caminando.

En ZEMOS98 nos gustan los números. No sólo por lo que ya se encargó Pedro de explicar, sino porque hemos pasado de desearnos «Feliz 1984» a preguntarnos «qué estábamos haciendo en 1998»… En ese año en el que ZEMOS98 se escribía comenzemos-empezemos, o como mucho zemos, yo tenía 15 años (porque hasta la fecha soy la yogurina del colectivo, al menos hasta que nazcaLola).

El curso de 1997/1998 fue el año de mi 1º de BUP en el colegio que llevaba interna desde 6º de EGB, Santa Joaquina de Vedruna aka «las Carmelitas» en Villafranca de los Barros.

Antes de adentrarme de lleno en 1998 me gustaría hacer un poco de historia, sobre todo porque no me engañéis, la mayor parte de vosotros os estáis pregutando: «¿qué hizo ésta para estar interna?». Pues ni mucho menos me dedicaba a matar perros, como luego me empeñé en contar en el instituto y en la facultad ante las insistentes y morbosas preguntas de la gente que confunde «internado» con «reformatorio». Lo malo de eso fue que la historia se extendió demasiado, y a día de hoy más de uno se cambiaría de acera si paseando a su perro se cruza conmigo. Pero a lo que íbamos, estudié interna porque antes lo hicieron mis hermanas, mis tías, mis tíos y mi padre (los chicos en los jesuitas, las chicas en las carmelitas, ambos colegios estaban en Villafranca). Por si alguien lo duda a estas alturas en mi colegio no habia chicos, al igual que en los jesuitas no había chicas. Os podéis imaginar la explosión de hormonas que se producía en el pueblo entre las 17.45 a las 18.15, única media hora en la que nos dejaban salir a la calle. Teníamos programadas todas y cada una de las cosas que hacíamos al cabo del día. No podíamos lavarnos el pelo en toda la semana (por ahorrar, según las monjas), llevábamos uniformes, no podíamos usar nada que reprodujera música, nada de móviles, nada de tekevisión, nada de tabaco, nada de chicos. NADA DE NADA.

[Mierda! ¿Por qué mi historia parece de 1898 en lugar de 1998]

Sigo. Como os decía, estaba interna: mi padre me llevaba al colegio el domingo por la noche (salvo cuando ponían algún partido del Betis, Sevilla o Real Madrid… bendito fútbol que me permitía dormir en casa el domingo!) y me recogía el viernes sobre las 18.00 para ir a Santa Marta (mi pueblo) durante el fin de semana. En esa época estaba completamente enamorada del deporte y del profesor de educación física. Entrenaba aVoley con dos equipos diferentes (con las de mi edad y con las mayores, porque a pesar de mi altura no era maleja), hacía gimnasia deportiva y tonteaba con el balonmano, pero las chicas que llevaban más tiempo me tiraban siempre al suelo. Llegué a hacer pruebas con la Selección Extremeña de Voley en los días que más fervientemente llegué a desear cambiar mi genética y crecer al menos 10 centímetros más. Pasé toda la concentración esforzándome y saltando la que más, pero al final eligieron a la que medía 1’80… Fue una gran decepción pero en esa época los disgustos se pasaban antes.

Llevé babi hasta los 15 años y rezaba -nos ponían a rezar- 4 veces al día. En el colegio había zonas prohibidas y zonas de escaqueo, como la enfermería, por la que siempre molaba pasar para recibir un caramelito de menta. Nos pasara lo que nos pasara, la Hermana Aurea ( la monja enfermera, no titulada obviamente) nos daba siempre Septrim. Dormíamos en diferentes habitaciones según la edad, pero en ningún caso disfrutamos de ese bien tan preciado llamado intimidad:

- Enanos, una habitación con mucho encanto donde dormían las internas de 6º de EGB y que simulaba un bosque con camas a modo de pequeñas casitas. La puerta medía apenas un metro.

- Muñecos, la habitación para las internas de 7º y 8º de EGB, dormiamos de dos en dos separdas por unos pequeños armarios que nos llegaban al pecho (por lo que podíamos ver perfectamente todas las camas). Esa habitación estuvo llena de muñecos hasta que se produjo una guerra en las que fueron usados como armas. Al día siguiente los muñecos desaparecieron para siempre. Una pena.

- Cortinas, para las internas de 1º y 2º de BUP. Dormíamos en unos pequeños recobecos en los que cabía una cama y una minimesilla de noche. No había puertas, solo cortinas. Era lo más parecido a la intimidad.

- Vedruna, para las mayores de 3º. La libertad o lo que más se le parecía. Podías elegir a las compañeras con las que querías compartir una habitación grande (de 3 a 4 camas), parecidas a las de los colegios mayores.

En el colegio, el paso de EGB a BUP era un mundo flanqueado por dos grandes mujeres: la hermana Agustina (EGB) y la hermana Isabel María (BUP). La primera de ellas es una de las mejores personas que he conocido, gracias a la segunda me animé a dejar el colegio. Nos declaramos una guerra pública que consistía en castigos injustos por su parte y en desafíos infantiles por la mía. En una ocasión me rompió el dobladillo de la falda en el pasillo de las aulas (porque según ella la llevaba demasiado corta), entonces yo me la quité y en braguitas le dije: «ahora me lo coses»… Obviamente se dio la vuelta y no cosió nada de nada, pero me convertí en una especie de «heroína de los uniformes». La guerra más o menos terminó cuando ella sentención delante de bastante gente: «no eres digna de apellidarte Coca». Se lía. Cuando la he vuelto a ver me ha girado la cara, así que parece que lo nuestro no tiene arreglo.

Aquí una foto en Matalascañas con la Hermana Agustina:

En Santa Marta crecí con una pandilla que aún conservo, pero que veo demasiado poco: David «el mojón», Juan «el krusty», Paquito «melocotón», Pedro «pan», Jesús «el bubu», Juanma, Carmen «la pija», Raquelita «balboa», Ana «dumbo», Antonio «el psico» y Jose «el olivo» (que ese verano se convirtió en un novio con el que aprendí muchas cosas viajando en esta máquinita). Ellos estudiaban en un instituto de Almendralejo (porque en esa época no había en mi pueblo, ahora sí) y lo que me contaban, las excursiones que hacían, el trato con sus profesores… Estaba tan alejado de lo que yo vivía en mi colegio que cuando en primavera de 1998 mi padre me preguntó, siguiendo la rutina de todos los años, si quería seguir en el colegio, le dije (muerta de miedo) que no. Mi padre, con toda la naturalidad del mundo me dijo: «vale, ¿prefieres ir a Sevilla a vivir allí con tus hermanas?». La madre que me había parido y que siempre tiene mucho que decir puso el grito en el cielo, pero seguimos adelante con la idea y hasta hoy. Los últimos meses en el colegio fueron emocionantes y la última noche que pasé allí no la olvidaré jamás: mis amigas y yo montamos una fiesta en los pasillos y para conseguir las provisiones cometimos una auténtica temeridad. En mitad de la noche, bajamos a escondidas a la despensa de la cocina de las monjas y robamos chocolates, leche condensada, patatas fritas, chucherías ¡Una cantidad de pijeríos que jamás nos sirvieron en el comedor! Bajar en pijama, con linternas, teniendo que pasar por el cuarto de las monjas sin depertarlas… ha sido de lo más emocionante que he hecho en mi vida. Esa noche no nos fuimos a dormir y aunque apenas mantengo el contacto con mis antiguas compañeras, no las he olvidado.

Y llegó el verano y no se me ocurrió otra cosa que irme a un campamento con los scouts de Villafranca, integrado por chicos de los jesuitas y chicas de las carmelitas. Allí me planté, sin conocer a nadie, simplemente porque me sentía culpable de dejar el colegio y era la manera que encontré de alargar la despedida un poco más. Me calcé las botas de montaña, el pantalón corto y allí me fui a liarla ( y además me apunté el último día y con enchufe porque no quedaban plazas. Mi padre es un hombre influyente en la comarca =) ). Recuerdos de esa acampada: los pistachos, el cansancio de subir a a la sierra de Gredos, el chocolate, el aire tan limpio, las estrellas, cenar un bote de fabada el día que más he andado en mi vida, los desayunos, tener que izar un bandera delante de 500 scouts y tardar media hora porque no tenía ni puta idea… Allí conocí a Lino y a Santi, que me introdujeron en el atractivo mundo del anarquismo libertario.

Luego volví a Santa Marta, ese verano fue genial, el último de muchos como ese: acampadas en el chalé de David, juegos de cartas y de mesa, dormir todos juntos en un salón compartiendo sacos y aguantando la torpeza de Pedro «Pan» para conseguir tocar un seno a toda costa, las conversaciones en el silo y en el Apri Western, las escapadas a las ferias de alrededor, las tardes en el chalé de Raquel y muchos, muchos planes que no llegamos a cumplir pero que por el hecho de imaginarlos se conviritieron en parte de lo que somos.

Y sin darme cuenta llegó septiembre y me ví en Sevilla sin saber muy bien qué debía hacer. Recuerdo el primer día de instituto como si fuera una persona del siglo XVII a la que sueltan en el mismo lugar 400 años después. Cuando llegó la hora del recreo en el primer día de clase, me encerré en el cuarto de baño y no salí hasta que tuve que volver a clase.

Mi tutora era una señora de unos 60 años y un metro y medio de estatura con un grave problema de dicción: tenía frenillo. Sufrir esta irregularidad cuando eres profesora de Física y Química y tienes que enseñar y resolver problemas sobre Molaridad y molalidad tiene que ser bastante jodido, la verdad. Por eso para nosotros esos conceptos se convirtieron en «M grande» y «m chica».

Flipaba con las reivindicaciones que estaban a la orden del día aquel septiembre: poder fumar en los pasillos (¡¡Fumar delante de los PROFESORES!!) y salir a la calle durante la hora del recreo (¡¡Salir a la CALLE!!). Demasiadas emociones fuertes.

Allí conocí aCarmen, Reyes, Pepa, María, María José, Julio, Dani, Jorge, Antonio... Salvando a los dos últimos, el resto siguen siendo indispensables.

A pesar de las dificultades del principio, al instituto me adapté muy pronto: me hice hippie, no era empollona pero me querían los profesores, protagonicé alguna que otra revuelta en clase de latín, me salté las clases, copié, gané un concurso de debates, etc, etc…

Por cierto, pertenecí a la última generación que estudió B.U.P y C.O.U

A día de hoy me sigo preguntando qué sería de mi vida de no haber dejado ese colegio… Intuyo que de alguna manera no estaría tan lejos de donde estoy ahora. En cualquier caso, no me arrepiento.

Le paso este meme a:

Cardoo

Mister MM

J C

11

comentarios

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la bambola dice:

Maravilloso!! ya me conocía algunas anécdotas, pero aun así no me ha dejado de sorprender. Me gusta la forma que tienes de describir los recuerdos y para recuerdo el mío cuando me enteré de que habías estado interna…te confieso que pensé eso mismo que tú has dicho: «vaya con la pavita, la rebelde».

Te quiero mucho y me encanta imaginarte en el internado, con pasadizos secretos y niñas fregando de rodillas los pasillos, como en las películas.

MrMM dice:

muy chulo tu relato. casi me parece haber estado aquella noche en tu cole, robando leche condensada (qué listas han sido diempre las monjas, ¿que no?)

Cojo el MEME-testigo (estoy intentando hacerme con el blog, que no es cosa baladí)†

pedro ZEMOS98 dice:

Me ha encantado!

abrelatas ZEMOS98 dice:

creo que tu historia podría dar hasta para un largometraje si le añadimos algún detalle escabroso como que matabas perros…o algo así jeje.

la verdad es que ya sabes que me encantaría poder haberte conocido en épocas pasadas…sobre todo entendería mejor la compulsión por el chocolate!

dale caña al blog softi 😛

Tati-en-la-jungla dice:

Ere un cra, canija

Jane dice:

Creo que jamás podré olvidar la cara de Guagua en esa cena en la que hablaste de los perros…

marichu - Huelva dice:

Pues tb estuve en el internado y como cuando entre ya sabia mas de la cuenta pues como que la hermana Isabel Maria no podía conmigo pero por lo demás muy bien al principio se me hizo una carcel pero todo se soluciono por la foto del patio no os reconozco yo estuve durante 1995. Saludos y hasta otra

Anónimo dice:

hola marichu, yo entré en 1994, así que debimos cruzarnos no?
qué ilusión que aparezcas por aquí en cualquier caso…

Anónimo dice:

como podria meterme en este internado me lo podeis decir porfabor

Anónimo dice:

vaya colegios, son campos de concentracion, yo estuve en el de los jesuitas 5 años y casi que lo quemo si no me hubiera ido a los 13 años jajaja Viva la libertad!!!!

antonio asuar dice:

creo que sale mi hermana pili en esta foto de carmelita, se llama pili asuar y es la que esta agachada, pero no esta internizada

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