En Copylove aprendimos que el procomún era más divertido activarlo que nombrarlo. En los últimos meses se está escribiendo mucho y bueno sobre procomún, bienes comunes, y esas otras formas de propiedad que ni son públicas, ni son privadas. Uff, definir el procomún ahora mismo es lo que está más en tensión. Un recorrido no exhaustivo nos podría llevar desde a textos históricos como el Governing the Commons de Elinor Ostrom (Premio Nobel de Economía) al recientemente traducido al castellano «El Manifiesto de la Carta Magna. Comunes y libertades para el pueblo.» de Peter Linebaugh. Además hay textos, encuentros y debates, y cuestiones polémicas sobre la utilidad o no del término para enfrentarnos a la situación política actual; por poner ejemplos que he leído (y que si no estás acostumbrado a leer sobre este tema quizás no son los mejores lugares para empezar) «La ilusión de los bienes comunes» de César Rendueles y la respuesta de Rubén Martínez «La ilusión de los bienes comunes. Cierto, pero…«; «La carta de los comunes» de Madrilonia; «El procomún no es un commons» de Adolfo Estalella; el imprescindible post sobre modelos económicos alternativos en el que situar Empresas del Procomún; la sesión de ayer del Laboratorio del Procomún titulada «La tensión entre lo público y lo común«; o la crónica «La revolución del Común» de Rubén Martínez de donde extraigo una cita para situarnos:
El común, los comunes, la comunidad, el procomún, los bienes comunes, estos conceptos se han instalado de nuevo en nuestro imaginario y parece que están aquí para quedarse. Sin necesidad de escarbar demasiado sobre qué comparten o qué las diferencia, estas palabras conforman un lenguaje que entra en batalla con la dualidad de «lo público» y «lo privado», un escenario en plena asfixia, esclerótico, incapaz de responder al cambio de época que vivimos. Lo común nos desplaza a otra posición, un espacio desde el que señalar y actuar sobre la continua expropiación de recursos y modos de hacer que muchos creen que ya no nos pertenecen. Lo común recupera el hilo de las luchas que históricamente se han enfrentado a un régimen basado en la mercantilización del todo social; es un espacio de poder, de defensa, de reapropiación de la riqueza colectiva. Los abrazos fraternales entre lo público-estatal y lo privado-mercantil nos aplastan, ya va siendo hora de deshacer esta perversa historia de amor.
Yo venía aquí a hablar de educación
Uno de los problemas que se apuntaban en la sesión de ayer de Medialab-Prado es que faltan ejemplos que nos ayuden a pensar qué relación o de qué puede servir el procomún a las luchas de hoy en torno a lo público. Mi primera respuesta fácil hubiera sido acudir a la pedagogía, pero voy a ponérmelo un poco más difícil, para acudir a un terreno más hostil, el de la «política educativa». Parto de la idea de que no lo tengo claro, que tengo la sensación de andar y desandar constantemente, y que no sé bien a quién le estoy hablando en este post (¿a mi?, ¿a mis afines?, ¿a las investigadoras del común?, ¿a los movimientos políticos-sociales?, ¿a umpy?) pero quería trazar en modo abierto algunas prácticas educativas que pueden servirnos para pensar en el común, en los bienes comunes, y sobre todo en las luchas por la educación pública. Mi intención no es cerrar los ejemplos.
El primer punto que tenemos que salvar es entender (dejando en pause el análisis crítico de la institución, que lo hay y es muy interesante) que el Sistema Educativo es un bien público que es normativizado con Leyes Generales de Educación y que aún así estamos de acuerdo en que hay que defenderlo. Esta ley (la vigente) garantiza tres maneras posibles de gestión: la manera público-estatal (transferida a las Comunidades Autónomas en las que cada una hace un desarrollo propio a partir de los decretos del gobierno y que es la que se supone que defendemos cuando hablamos de «marea verde»), la manera concertada (con una gestión privada que recibe una subvención pública para el pago de los sueldos de los trabajadores, que no son funcionarios, se supone que el alumnado no paga nada por recibir esta educación pero ahí entramos en el pantanoso mundo del «donativo obligatorio«), la manera privada (en las que las familias pagan matrícula y todo lo que haya que pagar, atendiendo a una Ley de Educación que regula las enseñanzas básicas y los requisitos mínimos curriculares, etc).
El segundo punto que tenemos que salvar es que, yo al menos, creo en la educación pública como un sistema que debe combatir al neoliberalismo, llamadme romántico, pero es lo que he aprendido y es lo que defiendo desde hace mucho tiempo. No es el lugar de criticar la LOMCE ahora, pero ahí os dejo con la noticia de última hora: ¡¡¡Wert ficha a Mourinho!!!
Con esas dos premisas, quiero apuntar algunas ideas que me vienen rondando la cabeza en los dos últimos años y para evitar palos obvios, utilizo laxamente las definiciones para que nos/me ayuden a pensar en todo esto que tanto nos pone de los bienes comunes, cultura libre, el procomún y bla bla, disculpen mi tono no académico, estoy orgulloso de él:
Y ya está, creo que se me ha ido de madre, pero seguiré pensando en esto porque tanto la sesión de ayer en Medialab-Prado como nuestras propias prácticas educativas nos llevan a reflexionar sobre esa tensión y a buscar brechas entre lo público y lo común. Ah bueno y porque estoy escribiendo para «Ni apocalíptico ni integrado» algo sobre Educación y Cultura Libre pero allí solo tengo 2455 caracteres. Si tienes algo que decir usa los comentarios.
[…] -En estos días se firmó además el Convenio con Universidad Autónoma de Nuevo León (México) para la “ejecución de diversas estrategias y actividades dirigidas a la promoción y difusión de las Ciencias de la Documentación” ¿un pasito más cerca del #OpenAccess? Sobre el mundo de los “nuevos-claustros” tenemos los papers de Antonio Lafuente quien pone en abierto sus escritos y a Wikipedia en el mundo académico: Generación Google y estrategias docentes para colaborar en la construcción de conocimiento, además está Libros Digitales de Ciencias Sociales, este blog fue creado para compartir algunos textos relacionados con las ciencias sociales para descargar, compartir y difundir. Los compas de Zemos98 ya empezaron por escrito a abrir el debate sobre educación para que se extienda más allá de sus propios límites: Ejemplos para pensar la educación y el procomún. […]
Ya sabes que mi posición es inequívoca y persistente, la mejor educación pública es la estatal y todo lo que no sea asi, será una dejacion de la obligatoriedad del estado de asegurar una educación de calidad y universal. Dicho esto no soy lo suficientemente ingenuo para no saber que esa posición no garantiza que el derecho a la educación quede garantizado por un solo modo de acceder a la misma. El ejemplo que se pone por Gorka es claro, pero no es extrapolable a toda la sociedad. La emergencia del mantenimiento de una cultura unido a la reivindicación de un modo propio de asumir esa necesidad no es suficiente razón para hacer dejacion de la obligatoriedad del Estado de garantizar la calidad de la educación universal. Cuando comentas la innovación derivada de algunas escuelas concertadas, estás poniendo el énfasis en procesos educativos muy minoritarios y como dices segregacionistas. En Sevila el ejemplo más conocido es el colegio Aljarafe, la innovación por antonomasia convertida en el elitismo de una progresía desconectada de la realidad social. De todas formas las cosas tienen unos perfiles muy difíciles de percibir. Yo siempre me acuerdo de aquella pregunta, ¿por qué tus hijos van al colegio del peor barrio del pueblo? La respuesta te l dejo a ti.
Un beso
Me ha gustado mucho tu post Pedro! Había muchas cosas que desconocía y ahora tengo lectura para rato. Un besote
Totalmente es una cuestión de intención, ya sea individual, colectiva o social en su conjunto.
Sí se puede intervenir, hay espacios, pero cambiar el normativo es básico, desde el punto de vista pedagógico (de esos sabéis tela en Zemos98. Pero tela) hasta el punto de vista de la igualdad de oportunidades. Esto último está en serio riesgo con la actual ley educativa (ojo! y también la anterior, y la anterior, y la…) dado que va a restringir las posibilidades de que caminemos a una sociedad más «abierta» desde el punto de vista de la movilidad social. Entendemos por sociedad abierta aquella que mejora las posibilidades de que el hijo de un jornalero se convierta en médico o ingeniero para acercarlas a las posibilidades que tiene el hijo de un médico o un ingeniero.
Eso, hasta ahora, sólo se ha conseguido a través de una educación pública potente (al estilo escandinavo de hace unos años). Las cooperativas educativas son entornos cerrados que funcionan en un ambiente que consideran «hostil» y deciden, por así decirlo, implementar un modelo propio acorde con sus expectativas. Es loable, pero no tengo tan seguro de que sea justo. Quizás me equivoque, pero siempre pienso en colegios donde padres y madres diseñadores, pedagogos o actores estén tan orgullosos de su funcionamiento como lo están los hijos e hijas de una camarera o un enfoscador.
Sé que esta perspectiva es frustrante porque a lo que lleva es al cambio de ley. Y esto sólo se consigue a través del esclerótico sistema democrático del que disfrutamos. No obstante, sigo teniendo esperanzas de que exista esa posibilidad y que lleguemos a ella, aunque sea exhaustos.
Un abrazo Pedro!
Comentar este post es obligatorio para mí. Parto de la base que hay que engrandecer lo público y no desviar la atención hacia otras organizaciones que hacen ocultar la realidad y vivir en un mundo fantástico. Las personas vivimos en medio de dificultades y esto hace que crezcamos porque hay que aprender a solventarlas y hacer que se normalicen. No soy partidaria de crear escuelas donde todo sea muy feliz y donde todos los educadores sean los mejores, no, esa educación, al final, cuando sales al mundo real, te hace débil, no sabes enfrentarte en las dificultades del mundo y de la sociedad que te tocó vivir. Buenas reflexiones quizás porque tu primera educación fue en una escuela donde se juntaban alumnos de familias muy dispares socialmente. Gracias por compartir tus pensamientos. Enhorabuena y un abrazo.
Muy interesante Manuel. Supongo que el habernos dado tantos cabezazos contra el muro de la educación pública tratando de afectarla con otro tipo de prácticas nos hace buscar alternativas… Pero probablemente, aun buscándolas, no debemos dejar de pensar sobre la escuela pública como el modelo necesario a repensar.
Pedro, la imposibilidad no ha sido de número de caracteres, sino mía propia. Me he dado cuenta que en realidad soy (sigo siendo) apocalíptico y adaptado y cambiarlo en mi perfil sería una impostura. Tengo que trabajar duro para ganármelo 😉
Gracias Pedro por compartir tus reflexiones. El debate es puntero.
Partimos de un axioma que creo que compartimos todos: la mejor apuesta es la apuesta por una escuela pública de calidad. Dicho esto, lo normal en cierto momento es que, dado el contexto normativo y político que tenemos y auguramos, comencemos a pensar en modelos alternativos de educación de aquí en adelante (y pienso en las decisiones de madres y padres): La concertada como espacio educativo adaptado a lo que compartimos (modelos pedagógicos, pluri-lingües, modelos organizativos con mayor participación de madres y padres, comunidades, alumnos y alumnas, etc.).
El problema, o al menos así lo entiende la sociología, es que esos modelos, aún estando entre ellos las escuelas libertarias, tienen un componente final segregativo. Y no entendáis esto como algo intrínsecamente negativo. El caso de las ikastolas es paradigmático. No creo que el nivel socio-económico medio sea allí más alto que en las escuelas públicas. Simplemente quieren conservar una cultura y una educación en un idioma particular. Tampoco creo que necesariamente tengan que pedir una “donación voluntaria” las escuelas-cooperativas.
Pienso de nuevo en Oström. En 2009 se publicó un riguroso estudio (entre tantos otros) sobre los determinantes y resultados de las escuelas concertadas en todo el mundo (incluido España).
http://s3.amazonaws.com/zanran_storage/www.esri.ie/ContentPages/19008658.pdf#page=1
Entre otras cosas, venía a decir que, aun no siendo una generalidad que estas escuelas presenten mejores resultados, si fuese así, tampoco mejoraríamos en conjunto (pg. 11). Sistemas educativos polarizados, donde unas escuelas auto-gestionadas provean de mejores capacidades (cognitivas, emocionales, intelectuales, culturales, de lenguaje, etc.) a sus alumnos y alumnas, no compensaría los déficits del resto, ergo nuestra sociedad no se haría más justa. En otras palabras, podremos educar a nuestros hijos e hijas de manera diferenciada, le daremos lo que mejor conocemos, auto-gestionando los centros, participando en los modos y fondos de las materias educativas, etc. pero eso no es solución para la mejora del conjunto de la sociedad.
El caso sueco es un buen ejemplo. El ascenso de las escuelas privadas y concertadas allí desde 1992
http://s3.amazonaws.com/zanran_storage/www.regeringen.se/ContentPages/673270872.pdf#page=149
ha desenbocado en descensos de la movilidad social, empobrecimiento de la igualdad de oportunidades y, finalmente lo que hemos visto en las noticias. Bolsas inmensas de inmigrantes de 1ª y 2ª generación con un techo de cristal de medio metro de grosor y barritas de frustración al rojo vivo.
Con esto lo único que he querido compartir (Pedro, estoy como tú, tampoco lo tengo todo tan claro) es la necesidad de apostar por iniciativas como las “comunidades de aprendizaje” capaces de ofrecer márgenes normativos para intervenir y mejorar en las escuelas públicas. A lo mejor las tengo demasiado idealizadas, pero no lo puedo remediar soy así de optimista. Si las concertadas pudieran ser modelos del procomún para gestionar nuestras elecciones educativas, entonces nos podríamos encontrar con infinitud de heterotopias donde la elección de los padres (y su conocimientos sobre la materia, esto es importante de cara a la igualdad de oportunidades) da mucha más ventajas a unos que a otros.
Todos somos conscientes que apostar entonces por la escuela pública, requiere de fuertes inversiones en materia educativa, y esto es una decisión puramente política. Ese ha sido el único camino (pienso la Suecia de Olof Palme) que ha logrado romper, por largos periodos de tiempo, el techo de cristal de muchos alumnos y alumnas de orígenes desfavorecidos.
Perdonad si he sido demasiado académico, deformación profesional X-|
Un abrazo,
Interesante y ágil reflexión. Eskerrik asko!
Coincido con Gorka. Entendiendo que este no era el marco para halar de lo informal y noformal, me quedo también con lo concertado como posibilidad de gestión procomunal.
Pedimos subsidiaridad, pero claro, sólo en los casos que nos interesa. Siempre hemos pensado AMASTÉ y ahora ColaBoraBora como una iniciativa privada con vocación de servicio público… Supongo que lo mismo que puede decir la iglesia. Probablemente la diferencia esté en la dimensión, en la hegemonía o monopolio del modelo, en las posibilidades de abrir y cambiar las normas, en lo inclusivo de la comunidad que gestiona el recurso…
No nos gustan las escuelas del OPUS pero si las escuelas libertarias… Claro, se nos ve el plumero… Por eso, más allá del sesgo ideológico, incluso del modelo educativo, creo que deberíamos pensar en el modelo relacional, organizativo, administrativo…
Para terminar, una ¿chorrada? Al ver al final del post lo del blog ‘Ni apocalíptico ni adaptado’ me ha gustado el giro, porque yo en mi perfil de twitter y en mi cv lo tengo en suma combinada ‘Apocalíptico y adaptado’. Rápidamente he ido a editar mi perfil… y no he podido. Siendo sincero conmigo mismo me he dado cuenta de que lo soy, que no puedo añadir esos simples ‘ni’… Qué alguien me ayude!!!
Sin duda tus dudas sobre «si un sistema concertado no es una forma de gestión comunitaria de la educación» son a tener en cuenta.
En Euskadi el modelo de ikastolas tiene tanta fuerza y arraigo social como lo tiene nlos centros concertados religiosos.
Si vas a escribir algo sobre Educación y Cultura Libre no dejes de revisar las reflexiones de Mario Viché y su Animación Cibercultural (http://quadernsanimacio.net/marioviche/cibercultural.pdf) podría servirte como piedra de toque, además Educación No Formal e Informal también son Educación y deberías tenerlas en cuenta en ese escrito, pero que te voy a contar yo a ti de eso 😉
Un saludo compañero
Pedro Ugarte demuestra el plumero monopolista-sectario que subyace a tanto defensor de lo autogestionario que en realidad es un jacobino-estatista. Por otra parte, el cheque escolar de milton friedman es la mejor articulación de la libertad de elegir de todos frente a todos, pues los neoco,munistas y comunalistas se olvidan de que hay infinitas concepciones del bien comun, y que, por tamto, desde una optica pluralista-imparcial, es necesario instituciones que nos defiendan a los unos de los otros. el estado y lo público como monopolio para mantener e imponer un unico menu solo es la dictadura ideologico moral de la mayoria sobre la minoria, en el mejor de los casos.
El irresistible encanto de la izquierda
Pedro Ugarte 25 NOV 2006
Hace unos días, el nuevo presidente de la Confederación de Ikastolas, Koldo Tellitu, explicaba las razones por las que eligió para sus hijos ese modelo educativo: «Como persona de izquierda, tuve en cuenta que las ikastolas son una iniciativa popular, es decir, los verdaderos protagonistas son los padres, los profesores. En un conjunto se decide hacia dónde va la ikastola y esa perspectiva me parecía enriquecedora, mucho más que el sistema público que existe en Euskal Herria, heredero del modelo francés napoleónico, en el que el padre Estado lo define todo». Hay que felicitar al señor Tellitu por lo atinado de sus juicios, si bien, con la amabilidad y el respeto necesarios, exigen alguna puntualización.
En primer lugar, el adjetivo que utiliza para calificar la iniciativa de las ikastolas resulta sorprendente. ¿Qué quiere decir que la iniciativa es «popular»? Evidentemente, señala que no es pública, que surge de la sociedad, que no está controlada por la autoridad constituida. Pero para ello ya existe un adjetivo más clarificador: el adjetivo «privado». En efecto, la iniciativa de las ikastolas es privada, en contraposición a lo que sería una iniciativa pública. No hay ningún acomplejado espacio «popular» entre lo público y lo privado. Las cosas son del gobierno, esto es, públicas; o son de particulares, esto es, privadas. Más allá sólo habita la entelequia. Privado es el ánimo de lucro, pero privados son muchos otros ánimos, educativos, religiosos, culturales, que no se resignan a que el Estado, su burocracia o su policía le digan a la gente qué debe hacer o qué debe pensar. Si la Confederación de Ikastolas considera, acaso, que lo privado es patrimonio de avariciosos empresarios y belicosos fascistas se equivoca de plano. Por supuesto que lo privado incluye, entre otros, a los empresarios, pero en cuanto a los fascistas es notoria su afección a un Estado fuerte y al control público de la economía, la educación y las conciencias. El fascismo, o socialismo nacional, nada tiene que ver con la promoción de lo privado.
Resulta estimulante comprobar que una persona de tan alta significación en el sector educativo pondere, siquiera mediante eufemismos, la autonomía de la sociedad frente al sector público. Lo paradójico es que quiera situarse al margen del sector privado, así como la ficción de que ello trae causa de un posicionamiento de izquierdas. Estamos tan convencidos de que la izquierda es moralmente superior a la derecha que incluso la defensa de la libertad de enseñanza (que las ikastolas practican, pero que calculadamente evitan subrayar) impone volatines doctrinales. Si, por malhadados prejuicios, el mantenimiento de la libertad educativa exige que nos digamos de izquierdas, bienvenida la grotesca confusión, pero sería conveniente que la misma no alcanzara a las aulas (de escuelas, colegios e ikastolas) en pro de una adecuada ilustración de las generaciones futuras, que no merecen cargar con nuestras faltas.
El núcleo diferenciador entre izquierda y derecha es la relevancia mayor o menor que asignan al ámbito privado y al ámbito estatal. Sólo en los extremos del espectro se invierten los términos, según aquella máxima que recuerda cómo, en política, los extremos se tocan. Así, desde la izquierda, la ideología anarquista escapa a la devoción por el Estado (y por eso el anarquismo se confunde con el liberalismo más radical); del mismo modo que, desde la derecha, el fascismo idolatra al Estado hasta convertirse en una nueva versión de socialismo, en este caso, de corte nacional.
Es loable que el señor Tellitu critique un sistema público donde, como él dice, «el padre Estado lo define todo» y loable que defienda la existencia de otros modelos educativos (si bien de inspiración diversa) que gozan de notable aceptación entre la ciudadanía. Sólo un detalle malogra su ideario: que eso que defiende no es necesariamente de izquierda y que, por mucho que le duela, lo que no es de titularidad pública, en Euskadi o en Honolulú, es y será privado. Arrastramos tantos prejuicios del horrendo siglo XX que hasta la más pequeña lealtad con el lenguaje parece una provocación.