Lo mejor de Grecia era que todo el mundo andaba aún fumando en lugares públicos y de trabajo. En nuestro país acababa de entrar la prohibición. El 1 de Enero. Por eso sé que estábamos en 2006. He tenido que consultar las fuentes de las prohibiciones sucesivas. Últimamente la década de los cero, de los diez o como quiera que se vaya a nombrar finalmente la época que va de 2000 a 2010, se me dobla como una crepe de sucesos que, plegados sobre sí mismos, no me deja distinguir muy bien los años. Creo que es la velocidad. Y los ceros. Y la edad. Dispersión. La memoria está más llena, las cosas entran ahora a empujones y sólo se quedan algunas, y no necesariamente las más relevantes. Como si a los hechos les costara más dejar algún tipo de huella.
Que lo mejor de Grecia era que muchísima gente fumaba en lugares públicos, es posible. En una de las salas de embarque del aeropuerto de Heraklion, capital de Creta, donde estuvimos casi 12 horas esperando a que cediera el meltemi (todas las islas tienen vientos caprichosos vinculados con sus posibilidades de romper el aislamiento). Los aviones se meneaban en la pista, tan bestia como era el meltemi. Y la gente fumaba al otro lado de las vidrieras gigantes, esperando. Hasta yo fumaba.
Al llegar a Micenas entramos a una farmacia. Tú tenías la nariz quemada, de tanto como andábamos. Sé que tampoco es posible, pero en la memoria tengo la impresión de que nos recorrimos toda la isla de Creta andando. Pero no, eran nuestros dedos bordeando el litoral sobre el mapa. No parábamos de andar. En braille. Era el principio de la primavera. Temporada baja en un país turístico. Ese sí que fue un buen no-lugar para caminar sin cesar. Y quererse.
El farmacéutico de Micenas fumaba detrás del mostrador. Mientras nos envolvía con parsimonia la cajita de la crema, la ceniza se acumulaba en el brazo de grúa que el cigarro formaba sobre su comisura. Nosotros, perplejos, esperamos a salir para sentarnos en el bordillo de la acera a partirnos de risa y untarnos con crema la piel quemada. Primero yo a ti. Luego tú a mí. Fue refrescante.
¿Lo mejor de Grecia era que la gente fumaba en lugares públicos y espacios de trabajo, incluso en las farmacias? Puede que sí. Pero no. Lo mejor de Grecia es que aún nos queríamos. Y teníamos “medios”. Creíamos tener la prosperidad al alcance de la mano, rodeándonos, dando la misma sombra que todos esos emparrados milenarios. Hasta los griegos lo creían.
Era la época del mucho. 2006.
Lo sé por la prohibición. Un año antes de 2007.
2007. En agosto nació Carmela, en septiembre salió Público y ese mismo verano lo habíamos pasado cantando, proféticamente aunque sin saberlo, El miedo que tengo (cómo no tenerlo) a gritos en la piscina de los padres de algún amigo. Esos son los hitos que me ayudan a distinguir 2007 de otros años. También, cómo no, la ruptura.
2007. El año que cortó la crepe del tiempo y abrió nuestra realidad en canal mostrándonos la falta de relleno, como diciéndonos: “¡Despertad! ¡Se acabó el meltemi! ¡Salgan de la isla ordenadamente! Dispérsense. Busquen la riqueza en otra parte”.
Lo mejor de Grecia era que sentíamos estar del lado de la abundancia. Del querernos mucho. Lo de “por encima de sus posibilidades” está de más. La culpa no es nuestra. O sí. Hoy Carmela tiene 4 años, Público está por desaparecer, los Astrud ya no tocan más y tú y yo hace ya meses que no hablamos.
El tiempo. ¿Quién deja de querer antes? ¿Eso se contagia? ¿Cómo saber que se ha olvidado del todo? Lo mejor de Grecia es que creímos durante un período que todo lo nuestro era tan resistente e inmortal como la mejor de las bacterias. Y resultó ser que no.
joder silvia, me siento muy cerca de tu alma y de tu corazon en ese texto y el final me ha dejado arrastrandome a la bañera, y encima me tengo que lavar el puto pelo, pero leer algo así es importante para mi cordura, no todo son mis dificultades, es que es verdad, esos 10 años….
Ahí la has clavao tía!