Fui al cole de mi sobrina Carmen a hablarles de algo así como el oficio de escribir.
Terminamos jugando al Binomio Fantástico y a partir de la palabras que dijeron, he escrito estos dos cuentos que, inconscientemente o no, salieron muy rodarianos. Será porque Gianni Rodari también iba mucho por los colegios. ¡Hay que ir por los colegios!
1.- A partir de las palabras Pizarra y Empanado.
La Señora Empanada de la calle Pizarra
La señora Empanada vivía en la calle Pizarra, que es una calle que está muy cerquita del río Manzanares. Cuando salía todas las tardes, un poco pomposa, con su abrigo de harina y su sombrero de huevo batido, evitaba siempre el agua, que echa a perder, como todo el mundo sabe, los empanados y los fritos. Se metía en el 148 con dirección a Callao, que es una plaza llena de gente en el centro de la ciudad. Allí, con el calor del gentío, terminaba de hacerse y bajaba crujientita por la Gran Vía, buscando amigos con quien comenzar una animada charla. En la puerta del Burger King encontró a una pareja de panes con pepitas de sésamo dispuestos a acompañarla. Así fue como llegaron los tres hasta Pza. de España, hablando de esto y de aquello. Se les unieron, encantadas, unas hojas de lechuga, un par de pepinillos y hasta unas rodajas de tomate. En el último momento, unos buenos chorros de mostaza y de ketchup vinieron a culminar la fiesta.
Mientras, en el mundo de los humanos y no de los empanados y de los ingredientes de hamburguesa, una niña pegaba un buen bocado a su Clásica Doble sin queso y sin saber tampoco que en el camino se estaba llevando por delante, entre a otros muchos, a la Señora Empanada de la Calle Pizarra. Así que tened mucho ojo la próxima vez que volváis a un restaurante porque…, hay muchos mundos pero todos están en éste.
2.- A partir de las palabras Diente y Bostezo.
El colmillo dormilón
Doña Muela y Don Canino tuvieron al pequeño Colmillo, que resulta que salió muy dormilón. En cuanto subía a un tren o se sentaba en clase se quedaba frito, sin dejar tiempo siquiera para llamarle la atención. “Yo soy así”, se justificaba Colmillo, mientras bostezaba con la boca de par en par como si no hubiera un mañana.
Un día, sus amigos decidieron gastarle una broma. Le dejaron dormido en el recreo, junto a los abrigos que hacían las veces de poste de portería. Nadie le despertó. Y así, salieron de nuevo al patio para ir al comedor y Colmillo seguía roncando a pierna suelta. Su hermana, Encía de Abajo, quería ir a despertarlo, pero los de la clase de Colmillo la convencieron de que sería muy gracioso comprobar hasta qué hora era capaz de dormir Colmillo. Dieron las cuatro y como Colmillo seguía durmiendo, el profesor Morros lo dejó por imposible y detuvo los zarandeos. Pasaron las extraescolares: balonmano, patinaje, ajedrez y coro, y Colmillo seguía durmiendo. La Señora Lengua, la directora del cole, le echó encima un buen vaso de agua encima…, ¡y ni por esas!
Encía de Abajo, harta de esperar a su hermano, se marchó a casa. Doña Muela y Don Canino no le echaron en falta (¡tenían tantos otros dientecitos a los que atender!). Así pasó un día tras otro, y hasta llegó San Isidro y la verbena se montó a su alrededor sin que Colmillo moviera un pelo. Seguía como un tronco mientras la fiesta chisporroteaba a su alrededor. Solamente al olor de las rosquillas, Colmillo, que además de dormilón era muy goloso, se despertó, y como un zombi se puso en la cola del puesto a esperar a que llegara su turno. Todo el mundo se reía de la pinta de Colmillo, con su pelo revuelto y sus legañas, esperando a ser atendido. Como quiera que el bostezo más grande le dio justo cuando llegó su turno, el señor rosquillero que regentaba el puesto no lo pudo evitar y lanzó una hermosa rosquilla directa a la bocota abierta de Colmillo. “¡Triple!”, exclamó victorioso. Del susto, Colmillo se despertó de golpe y para siempre. Se tragó la rosquilla y dicen todos en su cole que nunca más volvió a dormirse en clase ni en ninguna parte. Digamos que la rosquilla le salvó de vivir casi, casi, dormido toda la vida.
***Gracias mil a las tres clases de 3º del Montserrat (Pedro, Carmen y Manoli, profe y profas) que me dejaron espiar sus palabras y que me recibieron así de bien y calurosamente.