Tomo apuntes de las charlas y los talleres que después rara vez releo. Aún asÃ, lo sigo haciendo. Pienso mejor escribiendo aunque como mejor pienso es leyendo. Casi siempre acumulo libros alrededor de la mesa de trabajo y de la cama. Odio el olor del látex. Mis buenos amigos son los que saben que cocino fatal. No sé hacer la compra, nunca sé qué comprar y elijo todo lo que está plastificado. Comer mal me hace pensar en la posibilidad de contraer cáncer en un futuro. Hay dÃas en que chequeo compulsivamente el móvil: la hora, el correo, los avisos de mensaje. Me acuerdo mucho de mis abuelos. Fui a hacerme una ecografÃa y lloré delante del radiólogo, pero no de emoción. Separo el papel pero no lo orgánico de los plásticos. Mi casa es muy pequeña para tener invitados. Tengo amigos en otras ciudades a los que apenas visito. Odio que invadan mi espacio. Necesito hacer transiciones entre unas actividades y otras. Me echo la siesta a diario. A menudo sueño, babeo y tengo breves pesadillas sonoras que me despiertan de golpe. Hay recuerdos lejanos que no significan nada pero que se me repiten con mucha frecuencia. A veces, cuando estoy a punto de dormirme, siento como si tropezara en el vació. Me gustan los hombres grandes que me puedan subir por los aires. Odio limpiar la casa pero no me importa fregar los cacharros. Disfruto doblando la ropa limpia y distribuyéndola entre el armario y los cajones. Me aterra pensar que a mucha gente que lea esto le parecerá una basura. No plancho jamás. Escuchar a Pony Bravo me da ganas de tener sexo. Encuentro el sexo como algo a menudo problemático. Tengo una lista de personas con las que me gustarÃa acostarme. Me he acostado con gente sólo porque se dieron determinadas circunstancias y no tanto porque la deseara a priori. Me encantarÃa acostarme con los dos de Za!, pero por separado. Una vez tuve con una alumna algo asà como perspectivas románticas. Esto suena brillante me parece un tÃtulo brillante. Muchas veces escribo textos sólo porque se me han ocurrido tÃtulos que creà que merecÃa la pena desarrollar. Me gusta que las toallas raspen un poco. No soporto los jerseys estrechos. A priori, soy reacia a la idea de hacer ejercicio. Perdà la virginidad con dieciocho años, en el césped del bulevar central del Paseo del Prado, más o menos a la altura de la Biblioteca Nacional. Dudo acerca de si el paso de la virginidad a la no virginidad viene exclusivamente marcado por la penetración. De no ser asÃ, perdà la virginidad unos dos años antes, en casa de mi amiga Susana. Mis mejores encuentros siempre se producen en primavera y en verano. En invierno puedo pasar meses sin depilarme, tenga pareja o no. Uso Ubuntu por convicción, aunque me da muchÃsimos problemas y su diseño me resulta feo. Me enternece que amigas piensen en mà para regalarme ropa que van a desechar de sus armarios. La gente da por hecho que soy morena cuando mi piel es de hecho bastante blanca. Hay letras de canciones que no me permito escuchar porque exacerban lo peor de mi romanticismo. No soy ni guapa ni fea. El Señor Chinarro me molaba hasta que de un dÃa para otro me empezó a parecer un poco gilipollas. Hace unos años conocà al verdadero señor Chinarro. Me lo presentó una conocida de mi madre. Se llama Fernando y es actor de doblaje. Algunas personas piensan que mi madre está buena. A veces, yendo juntas, le han dicho cosas por la calle. ConfÃo en que a alguna persona le entusiasme lo que escribo. Me gustarÃa ganarme la vida utilizando la voz. Una chica de mi facultad me contó la prueba que le hicieron para entrar a trabajar en una lÃnea erótica. Un tipo se puso detrás de ella muy pegado a su culo y le dio a leer un cómic porno. TenÃa que seguir hasta que el otro se empalmara. Con resaca de alcohol me siento muy desgraciada. Puedo pasar semanas sin leer pero no sin escribir. Anoto mis gastos diarios en una libreta especÃfica para ello. No abro ni creo Excels por voluntad propia. No bebo leche de vaca. No bebo té, aunque me gusta. Soy fetichista de la escritura manuscrita. Siempre que puedo me aprovisiono de Pilots de color azul oscuro. Miento sofisticadamente. Me gustarÃa tener claro que no se puede gustar a todo el mundo. Si pudiera elegir un sitio al que regresar supongo que elegirÃa la memoria, con todos sus campos minados, sus recuerdos inventados y su nostalgia de futuro. Tolero mejor el calor que el frÃo. Soy adicta al dulce. Detesto todo lo que tenga que ver con la contabilidad. Me gustan los libros manoseados. Escribo.
Este texto es un juego y ejercicio de remezcla a partir del libro Autorretrato, de Edouard Levé. Levé, fotógrafo y artista parisino, escribió sólo cuatro libros: Obras, Diario, Autorretrato y Suicidio, todos bastante deudores de la obra de Georges Pèrec. Se suicidó a los cuarenta y dos años, al poco de entregar a su editor el manuscrito de Suicidio. Su lectura provoca ganas de escribir casi inmediatas, es uno de esos libros que incita a cultivar el productivo arte de la imitación y la copia. Ha entrado directo a la lista de Libros-Cobijo. Está publicado por 461 Ediciones.
Que personalidad tan curiosa.
Complicidad, frescura, identificación, risas, aprendizaje, ¿qué más se puede pedir?
Me encantó, la verdad.
Saludos!
Yo besé a una chica por primera vez en un banco en la calle Serrano , cerca del cruce con Villanueva. Un domingo de Agosto, a las cuatro de la tarde.
Al leer tu texto, cuando hablas del cesped del bulevar del Paseo del Prado, yo visualizaba el banco en Serrano. He tenido que corregir la proyección, hacer un esfuerzo, llevar la cámara 200 metros a la derecha, y luego he pensado: es a la misma altura, pero yo nunca hubiese dicho Paseo del Prado, habrÃa dicho Castellana.
Me encanta lo que escribes, me ha entusiasmado este texto.
Ole