Hay una bola de cristalitos, de esas llamadas “bolas de discoteca”, colgada del techo. Hay una mesa baja, pensando en los niños. Cajas de vino. Un andador en el vestíbulo. Hay una boa en un terrario en la habitación de J. que se llama Spike. Hay una tía con gripe que se quedó en la cama. Hay un bebé que llora. Hay costillas a la miel. Hay primos comiendo como si no hubiera mañana. Hay regalos en una habitación. Hay una foto de grupo que tardamos 16 minutos en hacer. Hay una pre adolescente aburrida en el plan de los niños. Hay alguien que se alisó el pelo especialmente para hoy. Una siesta furtiva en el piso de arriba. Una manta a los pies. Unos cubiertos de plástico plateados. “¿A qué no parecen de plástico?”. Hay alguien que se ocupa de hacer un fondo para ir a por más cervezas. Y de ir a por ellas. Hay alguien que sale a fumar al patio, sin jersey. Echa el humo hacia arriba, hacia el cielo, hacia el último piso del edificio.
Hay una montaña de cabezas de gambas en la basura. Platos con lonchas sueltas de lomo y salchichón. Zona ibéricos. Zona mazapán. Zona risas. Zona fumadores. Zona música para bailar. Un suelo de cemento. Hay un proyector que lanza fotos de 2007. 3 copas rotas (por la misma persona). Una bolsas de papel con velitas dentro. Unas historias de cuando los tíos eran pequeños. Un exabrupto acerca del nuevo gobierno. Hay alguien con prisa. Alguien enfadado con su pareja. Alguien desclasado. Alguien babeante después de comer. Alguien ocupado. Alguien inquieto, mensajeándose con el exterior por su móvil. Alguien muy borracho. Otra serie de fotos proyectadas sobre una pared. Unas luces verdes. Alguien con culpa por no saber disfrutar. Alguien que no sabe ayudar, otro que no sabe dejarse ayudar. Un gesto que llega, por fin. Un paseo por El Retiro para dormir al bebé. Alguien consciente de lo efímero de este momento. Un comentario, una crítica fuera de lugar. Hay trazas de odio. Madres que hacen cuentas en una esquina. Sumas y restas sobre el mantel de papel. Resentimientos. Un par de chistes machistas. Copazos a eso de las seis. La canción de todos los años. Desentonados. Entonadas. Brindis. Una bandeja con dulces. Hermanos que se parecen. Hermanas que no se parecen. Parejas que bailan. Niños que corren. Cuadros asimétricos. Cucharillas con ceniza. Corchos quemados, despedidas, voces: «Pues nada, otro año».
Cada uno aporta lo que tiene, lo que quiere, lo que sabe, lo que puede.
Y cada año todo esto se repite, más o menos en el mismo orden e intensidad pero nunca, nunca , exactamente igual. Y cada vez pasa más rápido. Y no sé cómo atraparlo.
cómo me ha gustado!. Tengo la sensación de que lo he vivido hace poco. Será cierto?
Me he emocionado. Lo comparto!