(o de cómo combatir la tendencia irrefrenable hacia la linealidad)
Hay algunas tendencias que se presentan puntualmente (y sin haber sido llamadas) como invitadas a la mesa de escribir, sobre todo al principio. Está bien localizarlas, etiquetarlas y poder llegar a esquivarlas como banderitas en la bajada del slalom.
La grandilocuencia verbal (que incluye vocabulario alejado de nuestro uso habitual o la subordinación enloquecida) se cura con naturalidad y espontáneidad. El fantasma de lo tópico se ahuyenta con detalles extraños pero creíbles en descripciones de espacios, ambientes y/o personajes.
Todo esto suena a receta pero funciona para corregir vicios, al menos al principio.
Y una de las tendencias más comunes es la de la linealidad. ¿Cuántos relatos comienzan con un personaje desperezándose en la cama? ¡No es necesario contar toda la secuencia de las acciones (a no ser que ese despertar sea central para el posterior desarrollo de la trama)! O tienes una cucaracha entre manos o será mejor que no sitúes a tu prota en su cama despertando de un sueño intranquilo.
De hecho, un nivel de ausencia controlada en lo que contamos es deseable y muy útil.
Es el arte de la elipsis.
«Las elipsis. Lo que no se ve. Lo que queda fuera. Lo que está en los márgenes. Lo que debemos intuir e imaginar. Los silencios, los espacios en blanco.»
Extracto del libro Vida y Muerte en Lavapiés, de José Ángel Barrueco (Edciones Escalera, 2011).
Lo que no se dice y configura: esto suele ser lo que más nos gusta de una obra, ya sea novela, serie, película, poema, cuento e incluso canción. Con el uso de la elipsis, fomentamos lo que William Burroughs bautizó como técnica del CUT-UP. El autor dice así acerca del tema:
«Yo traté de introducir a través del cut-up el montaje en literatura. Creo que está mucho más cerca de reflejar los hechos concretos de la percepción humana que la mera linealidad. Por ejemplo, si usted sale a la calle, ¿qué ve? Ve autos, trozos de gente, ve sus propios pensamientos, todo mezclado y sin linealidad alguna. Este modo de escritura de montaje deja intacta la narración. Justamente creo que es todavía más fiel a ella.
(…)
Mira, la experiencia misma es un cut-up, y esto se ve claramente en la experiencia de escribir. No se puede escribir sin ser interrumpido por todo lo que viene a la cabeza y por todo lo que se va. La experiencia de persona adulta no es lineal, está interrumpida por todo tipo de arbitrarias yuxtaposiciones. Pero esos «restos» no se sabe cómo meterlos cuando se escribe linealmente. El montaje, en cambio, los integra.»
Autoras expertas en el arte de la morosidad, de integrar los márgenes de lo no dicho en la narración y de utilizar sabiamente la tijera mental y estructural son, por citar algunas: Katherine Mansfield, Flannery O, Connor, Fleur Jaeggy, Valerie Mrejen o Lolita Bosch.
¡A utilizar la tijera y disfrutar de los márgenes!
Anna Karina cortando fotograma en Pierrot, le fou (J.L. Godard, 1965)
Yo, aparte de «resesear», quiero pinchar «quemencanta»… 😀