Luis quería ser escritor. Sus amigos le llamaban Libro. Además de leer y hablar bien, escribía, sí (esto no es tan habitual entre los que dicen que escriben). Más que hablar bien, hablaba (y escribía) como un libro. Hasta ganó un concurso una vez.
Libro vivía con sus amigos en la calle Infantas, detrás de la Gran Vía. Mientras sus amigos se drogaban, Libro leía. Rulas, speed, mdma, ketamina, caballo fumado. La casa era como un imán para el desfase.
La única vez que Libro se drogó , pasado de vueltas, sólo era capaz de repetir: “No soy mediocre, ¿verdad? ¿A qué no soy mediocre?”. Pero la mayor parte de las veces se atrincheraba en su habitación, muy, pero que muy aislado.
Hasta que una noche, una tipa que se hacía llamar Libra y que venía de lejos, entró en su habitación, apartó los libros de la colcha y se metió en su cama. Libra era mayor que Libro, pero aún se drogaba. Sacó a Libro de su ensimismamiento. Lo despertó.
Libra vivía en Nueva York. Pasó la primavera. Libra volvió a Nueva York.
Libro se vino a pasar el verano a casa. Para escribir, dijo. Sólo leía libros de autores japoneses.
En el otoño siguiente detuvieron a Libro. Fue sorprendente. Estábamos en casa Lena, Cristina y yo comiendo pasta en la mesita baja y viendo el Telediario 1. Vemos a una reportera informando delante del portón inconfundible de la calle Infantas.
-¿Esa no es la casa de Luis?
Detenido en Madrid un grupo de jóvenes acusados de presunta pertenencia a banda armada. Decía el rotulo bajo la reportera.
Foto de la ficha policial de Ring Lardner Jr., guionista (véanse sus memorias Me odiaría cada mañana). Se parece a Libro.
Lena, que había sido novia de Libro mucho antes de lo de Libra, llama entonces al móvil de Libro. Móvil apagado o fuera de cobertura. Al poco nos llama María, la única chica de Infantas. Los GEO han entrado a medianoche en la casa. María se ha librado por los pelos del papelón. Esa noche trabajaba fuera. Cuando ha llegado se ha encontrado el pastel. Y las cámaras.
En Septiembre había entrado un chico nuevo a la casa. Libro ya soñaba con trasladarse a vivir con Libra. Empezó a ahorrar y sus amigos le dejaron quedarse a dormir en el sofá y a dejar sus cosas por ahí mientras un inquilino ocupaba la habitación de Libro y pagaba el doble de la renta establecida.
Así es como trataba de ahorrar Libro para poder irse a vivir con Libra.
El chico era moreno, velludo, siempre iba de negro, había trabajado con La Fura, nos contaba, se metía rayas como los demás, nadie sabía a qué se dedicaba. Resultó estar colaborando de algún modo que nunca llegamos a saber exactamente con ETA. Nadie había entrado nunca en su habitación. La Fura y ETA. “Pues yo le veo la relación. En lo físico, en estar en forma, subir por cuerdas, quemar coches”. Había dicho escuetamente Libro a la vuelta de los tres días de incomunicación. Cool.
Una noche de noviembre los GEO entraron con su propia llave al piso de la calle Infantas– llevaban más o menos un mes vigilando a todos los habituales de la casa además de las inmediaciones del piso-. No sé cómo se las arreglaron para entrar la única noche en la que todo el mundo se durmió a una hora normal. Libro despertó el primero, los vio entrar desde el sofá. ¿Cómo te puedes sentir al ver entrar a unos GEOS en tu salón, con su propia llave?
Fueron directos al cuarto del chico de la Fura (no recuerdo su nombre, ¿Dani, David, Nacho?). Hicieron la mascarada de la patadita. Lo esposaron contra el suelo. Registraron toda la casa. Se llevaron los picos de droga que debía haber por todos lados. O se lo iban metiendo según peinaban cuartos. Nadie lo sabe. Libro y sus amigos estaban contra la pared, lo que se dice bastante en shock.
De ahí fueron llevados todos (menos María, que se libró) a Pza. Castilla, interrogados y retenidos durante las 120 horas que permite la ley en estos casos (ver Ley Antiterrorista).
Nos quedamos todos bastante sin palabras, especialmente los inquilinos de la calle Infantas. Libro volvió a su cuarto. Libra hizo una transferencia la semana siguiente y en diciembre ya vivían juntos en la calle principal de Williamsburgh (por lo demás, uno de los barrios con más densidad de libros por metro cuadrado).
Ahora Libro trabaja como profesor de Literatura en la Universidad de Philadelphia.
Todos los días coge el metro hasta Manhattan, luego el tren en Penn Station y hace una hora de viaje de ida y otra de vuelta. Sigue leyendo mucho, especialmente en esos trayectos. Termina sus tesis. Escribe. Libra y él están a punto de adoptar una niña de un país de origen que tampoco recuerdo ahora mismo.
No sé nada más de la demás gente de Infantas, nunca supimos qué fue del chico de la Fura, si fue juzgado y sentenciado; de Lena y Cris sí sé, de María nada. A veces paso delante del portal de la casa. Lo reconozco. Y no puedo dejar de imaginarme a los GEO entrando a medianoche, con su propia llave, en tu salón. Supongo, que ellos, como el tiempo y como la ciudad, siguen haciendo ese, su trabajo, a medianoche. Vigilar y castigar.
Qué bueno, Silvia, por favor.
He visto la cara de Libro, te lo juro.
besos!