Llevo un cuaderno de notas desde hace treinta y dos años -que, por supuesto, no es un cuaderno, son más de cuarenta. El último de ellos está prácticamente entero dedicado a la última persona especial que conocí. En las narrativas del Amor romántico diríamos que era ese príncipe azul que llevaba tanto esperando.
No, no lo era. Tampoco. Como decía la sevillana, “el amor es un viento que igual viene que va…”. El Amor interrumpe y arrasa lo cotidiano como excepcionalidad, se instala como el núcleo que parece dotar de sentido a todo lo que no lo tiene -desde nuestras horas gastadas en trabajos que detestamos, a los años neblinosos de soltería, a… #pongaaquísumalestar. Mientras está, claro; en pasado, tras la Ruptura, se convierte en otra cosa.
Así que sumamos descontento al descontento, tropezón tras tropezón, fracaso sobre fracaso. Y ahora nos dicen / nos decimos / que no podemos seguir llamándolo así. Que nada de esto es válido. Que nos arrimemos unos a otros en relaciones des-comprometidas, inventándonos formas de “amar”, aunque ya nadie use esa palabra.
Sabiendo todo lo que sé, el amor / su ausencia / duele, sigue doliendo. Venid a decirme que no. En la investigación del taller Sexo Hipster sabía que no me iba a encontrar cómoda, porque consistía en poner todas nuestras vulnerabilidades al descubierto y trabajar con ellas. Ok, les doy la razón, debemos revisar dónde y cómo hemos aprendido los imaginarios afectivos que marcan nuestro actuar y sentir.
Parafernalia mediática, telefilmes de antena3 a las tres del domingo, culebrones, gran novelón decimonónico, revista Vale, ¿cómics?, ¿series contemporáneas? Cada una de vosotras tendrá unos referentes. Yo puedo echar la culpa a las canciones de The Cure. O a Harrison Ford como Indiana Jones, que no tenía nada de película romántica, pero él era mi héroe cuando yo era niña. Alguien habrá enseñado a mi imaginación insufrible a “enamorarse”. Los relatos.
Está bien, desmontémoslos. Desmontemos cualquier rastro de chico-encuentra-chica como relato superior que nos vienen inoculando desde hace dos siglos. Los lazos del Amor son caducos en su esencia; la sostenibilidad de las relaciones pasa por cosas distintas de las del enamoramiento y el sexo bueno, aún incluyéndolas; el papel central que juega el Amor en la biografía de las mujeres –sobre todo- es una estafa que parece diseñada para desviarnos de otros propósitos… Muchas de nosotras hemos pasado el primer par de décadas consumiendo imaginarios reaccionarios, para luego, cada una a su ritmo, destrozarlo a dentelladas y escupirlo.
Ahora bien: que alguien me asegure que después de quemar todos los libros y hacer ‘delete’ sobre todas las películas se me va a arrancar del cuerpo esta pulsión de querer querer y ser querida.
Que alguien me inyecte un suero o me dé una pildorita, por la cual me crea para siempre el amor sin amor, el de los encuentros fortuitos con caducidad de veinticuatro horas, el de las fiestas en donde coges lo que puedes, el de los cuerpos que se reconocen y se alejan, el de la carne rellena de fantasía.
Pero luego están los domingos por la mañana. Las ganas de hacer café para dos. O las manos que te queman de no poder agarrar. Igual, parece, tampoco era eso.
Y entonces… ¿estamos en plena exploración de posibilidades, tras haber asesinado al Amor? ¿Será ésta una fase necesaria para llegar algún día a…? En verdad me pregunto: ¿hay una posibilidad de… ganar?
Pues tengo un cuento del futuro. He mirado por un agujerito. He atravesado un espejo y viajado a un lugar en el que tú y tú y tú y yo somos vencedoras en esta batalla por desmontar los relatos heredados que nos decían que el Amor era lo mejor, en su forma más dulzona o en algunas más ácidas, pero que al cabo la felicidad estaba en encontrar a ese ‘Alguien’ especial y después echarse a dormir (o a criar). He viajado hacia adelante en el tiempo y lo he visto: hemos ganado.
Estoy leyendo en un cuaderno, de esos míos, de dentro de diez o quince años. Todo destrozado, todo cool. El Amor romántico nos la pela, y nos lo pasamos realmente bien con nosotras, con las demás, con los demás, con uno, con varias y con ninguna. Me importa un pimiento si éste está conmigo o con ésa. Tengo sentimientos por aquél o aquella pero no me molesta mucho tenerla o no tenerla cerca. Estoy sola y estoy tranquila y estoy igualmente tranquila acompañada. No hay ningún nombre monopolizando ninguna de las páginas del cuaderno y, en cambio, hay dos docenas de iniciales, de personas que aún no conoceré.
Ésta era nuestra utopía.
Vale, no es un mal lugar y en él me parece oler cierta cosa libre y moral, vaya matrimonio. Pero quiero saber más. Esto es una investigación, por más que sea el futuro a mí me duele investigarme, como sujeto soy un asco. Os estoy mirando a vosotras, sí, a vosotras. Aupada en mi máquina del tiempo, sigo interrogando mientras todo comienza a verse borroso y me llegan voces en sordina, grito, pregunto, realmente necesito saber si en ese futuro:
– es posible querer sin apretar;
– es posible enamorarse sin medirnos en ningún espejo, no tenemos espejos;
– sabemos querer sin contar los días, los minutos y los aniversarios, lo que dura x vale lo mismo que lo que dura y, porque todo dura z;
– es posible ser querido porque hemos aprendido a entregar una parte de la autonomía -la de mentira-, y al establecer cualquier relación hacemos patente un vínculo ya existente;
– hemos hecho sucumbir al imaginario de la gran A, y a lo mejor a partir de aquí podemos inventar el amor de muchos amores, el de alguno y el de muchos, y todos valen lo mismo y dejamos de darnos cabezazos cuando no tenemos pareja;
– es posible salir, no herida, crecida de cada una de nuestras rupturas; las rupturas como parte de cualquier relación, de amor y de lo que sea, lo hemos aprendido como se aprende el abecedario;
– todos nuestros afectos tienen el mismo peso específico en nuestras biografías, y de ese modo tendremos no cinco o seis a lo largo de la vida, sino doscientos;
– es posible querernos, como un pacto de acompañamiento, de no dejarnos solas, independientemente de la gaseosa romántica que le pongamos a cada caso;
– hemos aprendido a dejar un montoncito en la caja común de los amores, a utilizar por cualquiera cuando no tenemos un maravilloso encuentro especial –la mayor parte del tiempo-;
– integramos en amor aquello que damos para el sostenimiento de las vidas que nos importan, de las que dependemos y que dependen de nosotras, integramos como amor el cuidado sin necesidad de que sea natural ni femenino;
– es posible en ese futuro volver a crear vínculos, más bien fuertecitos, basados en los territorios que somos capaces de compartir, y en cosas tan revolucionarias como el tiempo;
– y, desde ahí, es posible reintroducir la noción de compromiso con el otro, los otros;
– y si es posible la sincronía del deseo, alguna vez.
Se me ha cerrado el agujerito y no he visto todas las respuestas. He visto, sí, gente muy contenta.
Aquí de nuevo instalada, nos queda demasiada maleza por desbrozar. Seguimos dando machetazos. Seguimos gruñendo porque duele: cuando la excepcionalidad se apaga, el tedio recomienza y duele. Y ese dolor de la ausencia de la gran A me desactiva como sujeto político, y a eso me niego.
Pero algo he sacado en claro en este corto viajecito. Yo, tras tanto vagar y desmontar y deconstruir, no quiero estar sola, ni saberme ni nombrarme sola, tampoco en el futuro de nuestra utopía. Que muera el Amor romántico, me quedo con el amor.
http://www.youtube.com/watch?v=96kgaypPwu4// este texto está entero en deuda con las personas participantes del taller Sexo Hipster, en especial con todas con las que hablé en el último fin de semana del mismo; así como con la sesión de las Residencias Copylove en el 15Zemos98 de Marina Garcés//
[…] para las mujeres. Ay, no sé yo si quiero ser tan aséptica y analizar el amor con un bisturí. Aquí tenéis sus reflexiones que son bastante interesantes, eso […]
Crees que si me besas esta vez tiene que ser de otra forma? Cuando se besa de verdad da un poco de miedo no?. Es ese miedo que nos ancla a a una proyeccion de cuentos aprendidos en la niñez, de una sociedad sedienta de poseer, del concepto no nato de propiedad privada… Ancladas, perturbando nuestra independencia de mujer. No vislumbro un cambio cercano ni lejano en nuestra condicion de mujer que nos libere de este yugo y nos permita amar libremente, sin cadenas, sin nombres, sin pesadumbre, la vida sin mas. Hermosa idealizacion el amor a todo lo que quiero amar, sin que se grave a fuego en mi piel que no puedo decidir cuando, a que, en que momento y cantidad. En mi caso logre dar un pequeño saltito, mira a los ojos de lo que amas en un momento y dejalo ser libre cada instante, solo si lo dejas ser libre entonces se fortalece, se desvanece, no molesta, no te puede atar, te estaras dando la posibilidad de amar con libertad
¡Acojonante! Me parece el camino correcto… desfacer entuertos provocados por ideas duras y rancias sin necesidad de crear antivalores igual de duros y rancios. Óle.