Carolink Fingers
10.06.2014

inmanescencia

por carolinkfingers

últimamente siento que pierdo el engarce o que todo se ha desbocado. puede que sea el momento de apostar a caballo ganador, me digo. estoy demasiado habituada a perder y no me sale. miro desde la orilla. escribo. no mucho.
me gustaría conservar mi capacidad crítica y no por ello ser mirada como la aguafiestas del baile.
seré la aguafiestas del baile.
en las fiestas a veces me entra toda la melancolía, y a veces sé llevar la fiesta a donde no la lleva nadie.
cuando se ha perdido tantas veces y se ha cambiado tantas veces de piel y se han quemado tantos puentes es más extática la felicidad. y lo que no es felicidad.
relativicemos.
a menudo me abismo y me gusta darme cuenta de que el pozo no es profundo, no hay nada -salvo un par de vidas- que pudiera perder y me harían desaparecer con ellas. habiendo muchas otras cosas que cuidar, habiendo tantas otras cosas que conquistar, hay veces en que me pongo conservadora, por la mera imposibilidad de los hombros propios, por el mero hecho de ser tan poca cosa. por sentirme anguila. o pluma. o chorro de agua.
sabiendo que somos todos tan poca cosa.
he interiorizado demasiado el perder, a lo mejor.
no sé qué hacer con el poder.
ni siquiera sabría definir el poder.
podría hablar (otra vez) de cuidar.
cuidar es la inmanencia, le digo a mi amigo s. la inmanencia no le gustaba a ningún filósofo molón, todos querían ser trascendentes.

un día hablamos de radicalizar los cuidados y se me hace lejano. ahora me pregunto ¿era un intento de hacer trascendente lo inmanente?
a veces pienso que hablamos de aquello por encima de nuestras posibilidades. pero en los discursos pequeños, impotentes e inmanentes nunca es demasiado hablar.
luego viene la materialidad con su daga, con su guadaña, con su cicuta. la materialidad no es trascendente, ni inmanente, es la puta bofetada a la beligerancia del adolescente que cree que mata a los ídolos sin haberlos conocido, catado siquiera.
cuando tocas los cuidados, cuando realmente los tocas, te manchas de barro, de sangre y lágrimas, y la palabra se desangeliza.
radicaliza mi pena. radicaliza mi hambre. radicaliza mi desamor. radicaliza mi desempleo. radicaliza mi desahucio. radicaliza los cuidados a quien no tiene dónde caerse muerto, muerta. empujan y caminamos. sólo los esclavos saben lo que vale un día de su vida. eh tú, camina. hay veces en que no nos queda más que un dedo reumatoso, un mechón canoso, unos lumbares secos, un chocho colgón como dice el personaje de Carmina y amén.
hay veces en que no te dejan ni el derecho a que te vea un médico esa tos, esa tos esputosa, esa tos con sangre. radicaliza eso.
hablamos de la vida en común, también, por encima de nuestras posibilidades. puede que también estuviéramos en lo cierto, que tampoco.
hemos practicado la vida en común en encuentros de tres o cuatro días, en las fiestas del patio, en la casa liberada, en el proyecto de autoempleo de la sierra. otros se encuentran con la vida en común a dentelladas, en el solar, en el cie, en la cárcel, en el parque al raso.
yo tengo miedo cuando salgo de manifestación, lo tengo prácticamente siempre. han conseguido domesticarme. quizá lo estuve siempre. tengo que decir eso. no salgo de manifestación llevando a mis hijas ahora nunca, salvo que tenga la garantía de que seremos muchos miles y me iré a casa antes de que nadie piense en terminar.
el orden (la orden) es caminar única y exclusivamente por las aceras, porque no puedes sentarte, no puedes tumbarte, no puedes dormirte, no puedes no consumir en las aceras.
de repente algunas veces pasan cosas cuando te crees que no iba a pasar nada.
entonces ves algo que trasciende, desde muchísimas, pequeñísimas individualidades poco trascendentes. a veces te das cuenta cuando estás a punto de perderlo todo.
mi amiga s. dijo no hace mucho que desde el 15M vivíamos en una burbuja de amor colectivo. quizá, me explicó, es sólo el querer estar y no poder. el conflicto que se vive en la subjetividad atada, en la identidad relacional cuando no se comparte.
queremos cuidarnos pero no tenemos tiempos, espacios, hábitos, condiciones.
no hay nada más demandante que una criatura pequeña y no hay nada más hermoso que la inmanencia del cuidado. te abismas. te dejas llevar porque sus necesidades son las tuyas y nada de lo que está fuera importa demasiado.
hay una impotencia constante en querer estar y no poder. saber que lo que haces lo tienes que hacer pero… ahí estás siendo otra cosa distinta de sujeto individual, autónomo, todos saben que haces lo que debes pero nadie da el mismo valor a esa tarea que a la de estar en la asamblea, la movida, la mani,

te rindes.
por qué no.
no es rendirse.
pero no recibes el mismo amor.
no recibes ninguno.
bueno, no radicalizaré. a veces alguno.
pero te sacrificas.
y se da por hecho.
te lo has buscado.
es tu problema.
aquí afuera estamos haciendo cosas importantes.
no se dice así, no lo oyes así.
algún día pensamos que podía ser posible que se reconociera ese lugar con la misma importancia.
lo seguimos pensando muchas pero a menudo desde la impotencia.
cuando te abismas en los ojos de una persona pequeña o vieja o enferma que te necesita, todo lo demás no tiene el más mínimo sentido. que se lo digan a j. cuidando a su abuela.
pero agradeces que existan quienes acompañan a los migrantes sin papeles a las citas médicas que necesitan y el sistema les niega y agradeces que todo se esté acelerando como en una turbina pero no puedes acompañarlo.
dices: te dices: no es que me sienta impotente, es que me siento inmanente.
es que cuesta mucho trabajo reventar las costuras de mi traje de individuo autónomo dependiente y asimismo las del individuo relacional (depende de quién hable) y no sabes hasta qué punto es sacrificio viejo, abnegación vana, hasta qué punto es excusa.
y ves el mundo girar fuera del alcance de tus dedos.

pero te sonríes cuando sabes que pasan todas esas cosas, aunque no hayas podido estar en ellas. porque estás en otras. inmanescentes.

4

comentarios

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Aida dice:

Hola, Carolinfingers:
Te leo desde hace un tiempo y ya es hora de que te haga participe del bálsamo que son tus palabras cuando nombran realidades invisibilizadas. Me llamo Aida, vivo en Berlín y tengo una hija de casi cuatro años. Antes de venir a vivir aquí y antes de tenerla a ella estuve bastante involucrada en los movimientos sociales en Madrid. Luego hubo un momento en el que necesité un descanso; y en algún punto empezaron a pasar cosas transformadoras de puertas para fuera, y yo estoy para dentro y lejos, y a veces me siento una traidora, una que no está cuando hay que estar, o como estar cuando no se está físicamente, como tú muy bien describes. Por eso me hace tanto bien leerte y saber que muchas madres y personas que tienen a otros a su cargo están teniendo sentires análogos al mío. Para mí ha sido revolucionario y acojonante gestar, parir y criar, pero no he podido compartirlo en colectivo como me hubiera gustado. Hay tanto que decir que se me atascan las palabras en los dedos del teclado.
Nosotras y nuestros hijos también tenemos que tener voz en la revolución.
Muchas gracias.

carolinkfingers dice:

Estoy en pleno taller de maternidades (coordinándolo yo), y sale todo el tiempo ese tema (casi con fricción). Nos transformamos y nos dejamos transformar por la experiencia de la maternidad (sea biológica o no), ¿por qué es tan complicado compartirla? Nos privatizaron a las criaturas en el hogar hace dos siglos. Nos dejaron cargadas con el rol madre que lleva todo lo que lleva. Y deberíamos desembarazarnos de los demás. De dónde esa pretensión de seguir estando aquí o allá implicadas (yo en realidad he venido a querer meterme en líos más tarde, estoy ahí pulsando las cuerdas de la crianza de mis hijas, ya grandes, a ver qué autonomía voy consiguiendo, pero sigo siendo la «cabeza de familia»).
Hoy escribí en otro lado que tenemos que encontrarnos el modo, la estrategia para hacer cool, sexy, tremendamente atractivo el cuidado. No sé.
Aida, muchas gracias por leer y dejarme tu coment, aunque nos cueste comunicarlo hay pocas cosas que hagan más sabia que hacerse cargo de otras vidas, ahí, en lo profundo. Esto es política.

Juan dice:

No hay trascendencia sin la base de la inmanencia. ¿Qué se iba a trascender si no? Y nada es político de verdad si no se trabaja desde la base. Frente a lo personal es lo político, entendido como «la experiencia individual» transformadora, el cuidado ES lo político, entendido como «la experiencia personal-relacional». Aunque no se «vea» y no se muestre, lo queer/transformador también y sobre todo va por dentro, en la pequeña escala de los cuidados.

Un abrazo.

PS: vaya peli que me ha dado por elegir para el foro de la semana 3.

carolinkfingers dice:

Sé que tú lo entiendes, y cada vez hay más personas que lo viven como transformación. Supongo que esto -convertir los cuidados en un intrínseco,y hasta en un derecho por el que nos lleguemos a pelear- es un cambio de paradigma que será, como todos, lento.

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