Carolink Fingers
19.05.2014

Cuidar violenta

por carolinkfingers

«Uno de mis trabajos es querer a los demás«, me dijo hace pocas semanas mi hija de ocho años.

Me horrorizó, me halagó. Me dejó pensando que, una vez más, perpetué con la educación que le di el mandato de la feminización de los cuidados. No tengo hijos varones, no he podido comprobar si lo haría diferente. (Por otro lado, Valentina es muy peculiar).

Querer y cuidar no es lo mismo, aunque en nuestra sociedad se han identificado. O bien cuidas porque quieres (no porque quieras hacerlo, a priori, sino por que te toca al querer) o bien cuidas porque es el trabajo que te alimenta. El binomio cuidados-afecto no es algo que vayamos a romper mañana, ni siquiera creo que haya que hacerlo.

Pero el afecto se ha quedado enclaustrado a la familia desde hace un par de siglos al menos. Eso quiere decir: todo lo demás también. Privado o privatizado. Los cuidados se ofrecen y suministran al interior de las unidades familiares. No en vano «tu hijo es tu problema», ese mantra. Entregas tu tiempo con infinidad de sacrificio, invisiblemente, al cuidado de las criaturas o los enfermos, o pagas con tu dinero. Por ahí fuera no se ven más opciones.

En Sevilla, pasado mañana está dando una conferencia Silvia Federici, la «feminista de moda» como la ha llamado @Hibai_. La autora trata especialmente temas de economía de los cuidados y su conferencia se llama La permanente crisis de la reproducción social en el capitalismo.

El evento es a la hora en que suelen ser las conferencias, siete y media, muy tarde para cualquiera que tenga niños pequeños o medianos, y en un espacio que no ha contado con ningún tipo de infraestructura para la eventualidad de que muchísimas seguidoras y fans de Federici deben cargar con sus criaturas cada vez que quieren salir.

El lenguaje me traiciona. No «deben cargar». Podríamos ir juntos a todos lados, si el espacio público, la vida en la calle, los espacios de reunión y socialización no fuesen prácticamente en su totalidad para gente adulta, supuestamente independiente y autónoma.

Si no fuese una anomalía un bebé en una conferencia. Eso es lo que ha propuesto Alicia Murillo, que las madres que quieran acudir a la conferencia lo hagan con sus bebés e hijos y que, entre todas, de forma activista, se habilite un lugar para el entretenimiento de los más pequeños.

Es una anécdota muy reveladora de cuán de espaldas estamos ante esas realidades tan cotidianas. El debate se ha puesto medio calentito en la tarde. La mayoría de las personas han aportado ideas para que ese «cuidado colectivo» se haga realidad, alguna ha preguntado qué pasa con los padres.

No se trata de este espacio ni de esta conferencia en concreto. He dicho en otras ocasiones que esta revolución necesita radicalizar los cuidados. Esta sociedad lo necesita. Así creo. Cuando hablo de radicalizar digo simplemente sacar a la luz y ponerlos en el mismo lugar que el resto de actividades mundanas, humanas, sociales, consideradas serias.

Una vez dije en un foro feminista que, quizá, una táctica era «violentar los espacios», llegar a los lugares públicos y centros de reunión llenos de personas con «individualidad dependiente» (como la llama Almudena Hernando) con nuestras pequeñas «cargas». El lenguaje otra vez. Naturalizar el hecho de que cuidamos, no esconderlo, no avergonzarnos, no autoexigirnos, no sacrificarnos. Simplemente dejar de escondernos en nuestras casas. Esto que digo, soy consciente, a veces se vuelve en contra de la madre/padre.

Por eso es reveladora la pregunta «¿qué pasa con los padres?». Claro que queremos co-responsabilidad, e implicación toda, pero así el problema sigue adentro. Contratar a la canguro, llamar a la abuela…

En una charla que hicimos con Carolina del Olmo hace un par de meses en la librería Muga, dijo que no estamos acostumbrados a los niños, para nada, que en las ciudades son cada vez más anomalía. En general, también los ancianos y las personas enfermas y las que tienen distinta movilidad son anomalías. Lo complicado es reconocernos todos como tal cosa. Como impedidos. Como personas que en un grado distinto necesitan también de los cuidados.

El discurso necesita de prácticas y se hacen, mucho más a menudo de lo que creemos, aunque siguen invisibles. En el taller sobre crianza que se realizó hace un año en Traficantes de Sueños se habilitó un espacio para que todos pudiesen acudir con sus hijos durante dos horas cada sábado. En la última Feria del Libro Anarquista en la Escuela Popular me encontré con una habitación lindísima acondicionada con arbolitos y pájaros de cartón donde los bebés gateaban vigilados por un par de personas.

En todas las reuniones se dan cuidados más o menos informales -casi siempre habilitados por las mismas personas, las que se han imbuido desde la niñez de «identidad relacional». Aunque la norma sigue siendo que la mayor parte de espacios están de espaldas a esas realidades tan materiales, tan patentes, tan áridas como son las personas que dependen de nosotros.

Las criaturas no son de las madres, son de la sociedad, dice el evento creado por Alicia Murillo. Ponerlas en común a pesar de que la sociedad se violente es algo que, creo, debemos seguir haciendo. Muy poquito a poco. Aunque dos siglos y medio -o mucho más- de privatización, exclusivismos e hiperresponsabilidad maternal no se rompen en dos días. Obvio.

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comentarios

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desafecto dice:

Pero, ¿no estaríamos poniendo la vista en el síntoma?

Pienso en los países nórdicos, donde se dan todas esas condiciones ambientales o infraestructuras para ‘cargar’ con niños.

Entonces, ¿lo que estamos reclamando es sencillamente el estado del bienestar?

Independientemente de que serán barridos por la globalización, su fórmula es simplemente una cuestión práctica, simplemente son poblaciones pequeñas que necesitan reproducirse.

¿Estamos reclamando que se fomente y facilite la natalidad? ¿Es esa la lucha?
😉

Clara dice:

estoy de acuerdo que no hay que esconder los cuidados, hay que NATURALIZARLOS, sacarlos a la luz y exigir las responsabilidades de todos los que deban ser responsables -las dos personas de la pareja (de ser pareja), el estado, servicios, infraestructuras, etc-. Ni por debajo ni por encima, ni los hijos de otra son míos, ni los míos son de otra. Ya basta de tener que esconder los cuidados o del juego de culpas eterno que nace del mismo rincón oscuro que te viene a decir que tú, como mujer, eres responsable de los niños y los ancianos de todas y de todos. RECONOCER NUESTRA INTERDEPENDENCIA Y ADOPTAR UNA ACTITUD DE CO-RESPONSABILIDAD.

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