Carolink Fingers
19.12.2013

Espina dorsal

por carolinkfingers

Me está subiendo el terror por la espina dorsal. Conlleva algo parecido al vértigo. Tengo náuseas, y no son metafísicas. Todas y cada una de las mañanas del mundo -este mundo- trae un nuevo motivo para echarte a llorar. Con desconsuelo. Lo impactante es que no lo hagamos más. Lloro poco, en verdad.

Hablo largamente con S. Y también con otras. Salen palabras sobre el miedo, que hoy es terror. ¿Qué podemos hacer? Sabemos la respuesta, pero la materialidad nos come mucho. La guerra es total, omnímoda, son palabras de E. que repito a menudo, pero que no terminan de dar cuenta de la afrenta que va incrustada en cada detalle, diaria, constante, cotidiana, persistente y total. Afrenta es una palabra demodé, y además habla de honor y vergüenza. Aquí hablamos de comida, abrigo, techo.

Por primera vez en mucho tiempo enfrento unas navidades sin dinero alguno. Los miedos se acumulan uno sobre otro. Unos son más socializables que otros. Unos son más compartidos. Tengo la imaginación demasiado lujuriosa y corre mucho, mucho, en una dirección que no me interesa. Que produce más miedo.

Materialmente somos precarios o, digamos directamente, pobres. He pedido a mis hijas que sean austeras (¡austeras!) con la carta a los Reyes Magos. Es demasiado tarde para decirles «no habrá regalos». Puedo intentar hacer regalos manufacturados, reciclados recogidos en el trueque, o limitarme a un par de cuentos y sé que lo agradecerán. Pero la materialidad se ha vuelto afilada. «Lo que tú tienes no son agujas, tú lo que tienes son puñales», cantaban Fiera.

Lo que nos pasa nos lo están haciendo pasar. Es calculado para inocularnos esa inyección paralizante. Estoy sintiendo culpa por trabajar con la lámpara encendida y por cocer unos trozos de calabaza para el almuerzo. Estoy sintiendo culpa por sentirme impotente, sabiendo que no es el camino. ¿Qué podemos oponer?, le pregunto a S. Esto parece un combate de box. Es un combate de box. Una hostia, otra, encaja esta otra, un revés, un derecho, sobre todo una derecha. Un salto y otro golpe. ¿Uno definitivo? Vamos a hablar de ser vulnerables. De que siéndolo, de que conociéndolo y poniéndolo en valor, nos subamos el penacho. Ese boxeador que ya casi han dado por perdido, se da cuenta de golpe, se eleva desde la nada. Desde las nadie. Vamos a hablar de ser boxeadores mientras juntas nos acariciamos, no hay otro modo. Los golpes caen y caen y caen…

La materialidad es escasa. Los afectos pueden ser infinitos. La lógica cambia, aunque los afectos y los cuidados no nos puedan pagar la luz. Prometo que sirven para que ese relámpago del miedo en mi columna vertebral se apague un poco. Pero no se dan solos. No brotan como la mala yerba, sino como los narcisos que justo en esta mañana he descubierto que vuelven a brotar de su bulbo. Y vuelven a hacerlo porque me he acordado de cuidarlos -con lo despistada que soy-.

Cargan contra nosotras, un día y otro, para separarnos, dividirnos, dejarnos temblando, malheridas, idiotizadas… ¿Nos vamos a poner a llorar porque tengamos que encender las velas? Pero otras se quedan en la calle. EN LA CALLE. Qué pasa con ellas. Hay una materialidad cortante y hay un lugar en el que las personas ya nos hemos reconocido. Vulnerabilidad reconocida y común como potencia, sí, cuando la ves en los ojos de los demás, cuando la descubres y te hace levantarte, sacudirte el jodido tumor. Pero cuando la vulnerabilidad material asoma la patita, por más que la hayas asumido con todo, jodo cómo espanta.

Nos tenemos que cuidar: no hay otra manera. Todos esos gestos que a veces nos reservamos pero que no cuestan absolutamente nada. Frente a la escasez material, la abundancia desbordada de nuestras redes de afecto. Si nos pretenden volver tarumbas lo haremos, sí, pero nos amamos y follaremos*. Es como únicamente podremos seguir, no sé, mínimamente vivas. O ni tan mínimamente. Con exuberancia. Con emociones, con voz para proferir gritos, con cuerpo para ponerlo en los sitios. Pero no es a nivel teórico, no, los afectos pueden ser tan materialmente potentes como sus subidas de la luz.

Eso quiero creer. Eso venimos experimentando, aunque no sé cuánto cuidado hay que desplegar para que sea cierto. Cuán costante, cuán cabezota y persistente hay que ser cuidando para que nunca, nunca, nunca falte esa bolita de potencia a la Dragonball (que después se hacía grande blablabla). Cómo equilibrar el cuidado también. Cómo no perder de vista al que lo está dando todo, pero que tiene que dejar de darlo y recibir porque la materialidad se lo come.

A todo esto, estoy escribiendo todo esto sintiéndome, aún, muerta de terror. Un poco menos.

 

PD Además de gustarme mucho la palabra follar, aquí la uso para cosas que no tienen por qué ser esencialmente follar. Dejo el tema de la libido para otro día.

PD 2 Comencé a leer La horda de oro hace algunos días. Duele y espanta porque sucedió TODO en los años 60 y 70 en Italia. Y luego vino un oscurecimiento del que deberíamos aprender mucho.

4

comentarios

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ptqk dice:

Carolina. Yo también tengo miedo. O he tenido, porque cada vez tengo menos. Tenemos que mantenernos unidas, fuertes y serenas. Lo material lo vamos a resolver. Miles de millones de personas han vivido de otra manera. Seremos más vulnerables en un sentido pero en otro seremos más resistentes. Yo creo que tenemos que mantener la calma y concentrarnos en organizar lo práctico.

M. dice:

Encontrarse. Verse juntas para asimilar que tenemos miedo, pero que también nos tenemos a nosotras. Y quedarse con las pequeñas victorias. Hoy el fiscal pidió absolución para las 21 de la Sareb (que fueron allí a encerrarse en marzo). Al salir de la sala, les guiñó el ojo y les dijo «tenéis que seguir luchando». Si lo guiña hasta el fiscal en el Juzgado de Instrucción nº 41, ¿cómo no nos vamos a guiñar nosotras en nuestros hogares precarios todo el rato?

;*

carolinkfingers dice:

María, se puede vivir con menos y de otra manera, pero no dejo de sufrir miedo porque esa escasez alcance a mis hijas (eso es largo de explicar por aquí), mientras tanto estamos aprendiendo muchas cosas, sí.
Por ejemplo, esta tarde ha sido de dejar todo lo que podía haber hecho (de curro) y dedicarme a las dos. Cocinar algo, conversar, recoger la casa, comer sopaipillas y jugar un juego de mesa.
Defender los afectos con la material, también, o algo así.
Hay que celebrar cada pequeña victoria, sí, M. Pero a veces siento que esas pequeñeces no suman. Es la lógica de la escasez otra vez, es pensar como ellos quieren. Así que sólo me preguntaba, y compartía el terror, que aunque está muy atrás y muy lejos en el pensamiento político, igual ha servido para que otros se reconozcan. No tengo respuestas salvo seguir, claro 🙂

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