Carolink Fingers
26.04.2013

Mis amigos de antes

por carolinkfingers

“A mis amigos de antes no les resultaba ya nada atractiva, lo notaba en cómo, cuanto más avanzaba la velada, se iban arrimando unos a otros, con lo que al final me encontré sentada ante una miniatura de Tribunal de trasnochadores del sábado con Adidas vintage”
(Lola Lafon, Una fiebre ingobernable, 56)

Ésta es una situación cualquiera, vivida varias veces en los últimos tiempos. Quedas con amigos de los de antes porque te apetece verles, echar unas risas, tomar unas cañas. Te dejas arrastrar a una de sus casas -algunos aún tienen- y te hablas de los últimos cambios laborales de cada uno, de las noticias de hijos o matrimonios… En algún momento, eres tú la que lleva la conversación hacia ese terreno, lo político. “Eso de lo que estás hablando es lo que dicen los de…”… “Es la pelea que vienen haciendo los de…”

En esos casos, nos puede suceder que:
a) se nos haga el vacío durante unos segundos, el tiempo suficiente para que la conversación la lidere otro/a y la cosa se reconduzca hacia los problemas de cada cual;
b) exista alguno que conozca un poco de lo que estás hablando y te escuche, y hasta que estén, tus amigos de antes, medianamente informados y puedan aportar algún dato que no has puesto sobre la mesa.

A partir de ahí ya veremos.

Esto me ha pasado muchas veces en los últimos tiempos. Intentas continuar la celebración de una boda de tus primos con el grito de “Sí se puede” y por supuesto te miran como a una alienígena. Comprometes el cumpleaños de tu madre con un “Lo llaman democracia y no lo es” y te quiere colgar de un pino, a pesar de que le acaban de subir la edad de jubilación siete años.

Lo he dicho a menudo: es a partir del 15M que despierto y aprendo cómo se pueden hacer cosas con otros. Entonces, una de las cosas que peor he llevado en estos tiempos ha sido la incomunicación con esos otros que no despertaban.

Que, a medida que pasaban acampadas, represiones, recortes, privatizaciones, consejos de ministros, reformas laborales y de las pensiones, avisos de venta de distintos sectores, la gente de mediana edad, tan cagada como tú, tan precaria y sin sitio donde caerse muerta como tú, no se sintiera interpelada por la movilización. En ningún caso.

Ok, puedo estar medio loca. O, ok, puedo no estar medio loca.

Lo que me viene dando vueltas estos meses (este borrador es muy antiguo) es que, como todo, es complicado. Que nos hemos pasado varios siglos en el capitalismo, medio siglo en el neoliberalismo procaz y tres décadas completas de desmovilización ciudadana en nuestro país, y que ninguna de esas estructuras se rompe de la noche a la mañana.

Si gente como yo, con estudios y cierta inquietud, en principio, continúa en 2013 sin ver que esto que vivimos no es el resultado de una crisis económica sino una estafa milimetrada y orquestada, qué podemos esperar de, por ejemplo, nuestros vecinos.

Tengo unos vecinos que para mí son todo un ejemplo de lo que el español medio puede ser. Comentan a mediodía, mientras cocinamos cada uno en nuestra cocina, las noticias tal cual las ha contado el telediario. Si ha habido cargas en Neptuno, es “porque había antisistemas”, uy uy; si se anunció un nuevo recorte ellos lo cuentan como ley divina, entre sí. Hay una enorme cantidad de viejos españoles que ni supieron nada (o no mucho) de la escasez anterior ni se preguntan por la escasez actual, como si fuese la séptima plaga.

No he roto con nadie, pero sé, tengo claro, que hay amigos con los que ya no hablo, y éste es el motivo. No me entra fácilmente en la cabeza una reunión, en estos tiempos, que consista en un puro consumir golosinas para reírnos de nuestras vidas -que tienen poca chicha- y no esté implícita, al menos, la generación de algo. No hablo ni siquiera de una célula terrorista, hablo de cosas mucho más (en apariencia) inofensivas. Yo tengo esa tensión y otras personas no tienen para nada esa tensión, por lo cual en una reunión de amigos debo de resultar un coñazo.

Al mismo tiempo, es cierto que también se han desplazado mucho las escalas, y algunos de aquellos amigos de antes a los que no imaginarías hablando de política ahora están alerta, escuchan, reescriben.

No es que la política haya pasado a ser el centro de mi vida, es que simplemente no hay nada que hagamos que deje de ser política, aunque a veces parezca algo muy íntimo y demás.

Hace algunos meses tuve una conversación que fue, en esta especie de caricatura, el reverso. Un tipo al que no había visto en mi vida, en un bar, con el que estuve comentando datos de la estafa global, de la conspiración planetaria del mundo financiero, y varios documentales que habíamos visto los dos. En algún momento de la conversación, le llamaron al móvil, se rió estentóramente, pidió otro gintonic, dijo a su interlocutor que a la mañana siguiente su chófer lo llevaría a la reunión

“A escala de la eternidad, todas nuestras acciones son vanas”, tengo esta nota en un cuaderno, no sé de qué diálogo de película lo he sacado. También anoté al lado: la escala de la eternidad no mide nada que tenga que ver conmigo, por tanto nuestras acciones sí valen, aquí, en nuestra escala, tanto como nuestras omisiones. Valen, por cuanto necesitamos vivir juntos. Por más que llevemos décadas comprándonos el cuento de que esto es una guerra de todos contra todos. Vivimos juntos, o morimos solos, como decía Jack Shepard.

Los amigos de antes de Lola Lafon la veían como a una friki, y siento que a veces también a mí. Afortunadamente no todas las veces. Es más, si somos justos, hemos de reconocer que todo ha cambiado. En estos tiempos tan líquidos es extremadamente difícil hacer amigos, resulta complicado dejar caer la máscara de «todo me lo puedo solo», pero algunos hemos aprendido a hacerlo. Joroba -sólo es un momento- evidenciar que necesitas a los demás para hacer cosas. Te apareces un sábado (o cuando toque) por tu asamblea, y empiezas a poner cosas en común con los demás, a hablar de lo que te importa, el colegio que te cierran o la subvención que te niegan o la acera que no arreglan.

Empiezas a darte cuenta de que no es tu problema, sino el de otros muchos. No estás loca porque quisiste cambiar esto o aquello.

Con mis amigos de ahora, los de la cercanía, no hemos estado en el 25A, cada uno tenía sus motivos. Puedo decir que no me interperlaba su forma de órdago, no iba conmigo. No va conmigo una movilización que no cuente con quienes arrastro, mi retaguardia, o en la que no puedan incluirse mis padres, mis vecinos o mis amigos de antes. Queda mucho por hacer en el terreno de romper la matrix de la apolitización, de poner delante de las narices de todos que no podremos vivir juntos si no estamos pensando juntos el cómo.

La movilización total que buscamos -y queremos- tiene que seducir a todos aquellos que quedan en el corro de los apolíticos. A mis amigos de antes.

3

comentarios

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Álvaro Castro dice:

Cuando preguntan xa que sirvió todo eso de las acampadas siempre digo: Ostis! Para que los cuatro frikis qcombatiamos vieramos q la lucha era propagable a todos lis sectores d la sociedad! Para encontrarnos cara cara por primera vez!

carolinkfingers dice:

Ese re-conocerse. No era yo de las viejas militantes, como digo, pero pude encontrar a otras muchas con esa disconformidad, que a veces la llamo. Por eso siguen sirviendo las manifestaciones, ¿no?

[…] por lo que tiene de voyeur acústico por cuanto me sacan de mis casillas. Cuando hablaba con “mis amigos de antes”, como ejemplo de aquellos que aún, tras cinco años de crisis, no se han dejado afectar. Así […]

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