«Son los últimos días del capitalismo financiero, es por eso que el yugo se aprieta sobre nuestros cuellos aún más fuerte», dije ayer en una conversación.
Desde que apareció el libro CT o la Cultura de la Transición, en mayo del año pasado, no he escrito gran cosa de él, a pesar de que a diario hay motivos para seguir escribiendo y analizando el contexto, la agonía, quizá, o la muerte de la «cultura de la transición». Eso ya lo hace muy bien Guillem Martínez y algunos otros compañeros. Aunque, si lo pienso, creo que no he parado de hacerlo aunque no haya sido explícito.
Hoy es un día tan bueno como cualquier otro para explicitarlo.
Hoy es, por otro lado, el día en que por primera vez me pide alguien que le firme el libro -es amigo, no tenía más remedio- y el día en que se me cae además algún que otro mito. El día en que una amiga entrevista a Libertad, una mujer que vende calcetines y ropa interior de factura china en la puerta del metro Prosperidad, con una historia personal de lucha y resistencia y con una historia actual de sostenimiento casi exclusivo, unitario, de una unidad familiar de cinco personas. Una mujer anciana a la que se le rompieron las gafas hace dos meses y no las ha podido reponer.
Ando pensando estos días, y pensando con vosotros, en la pareja antitética de conceptos «Micro y Macro», para el tercero de los programas que estamos realizando en El Estado Mental radio, sobre Retaguardias y vanguardias.
Tengo muchas cosas que podría poner ahora mismo sobre este texto, en este momento mi coyuntura (lo personal es político) me trae esto:
Como una gota sobre una piedra, lenta pero crucial. No es la primera revolución de este tipo. Virginia Woolf hacía este balance de la revolución feminista: «Todas las relaciones humanas han variado: entre amos y sirvientes, entre maridos y mujeres, entre padres e hijos. Y, cuando cambian las relaciones humanas, hay un cambio al mismo tiempo en la religión, la conducta, la política y la literatura». Son revoluciones, auténticas revoluciones, pero sin imágenes épicas,
escribe Margarita Padilla en El kit de la lucha en internet.
No hay una sola manera de luchar, no vale el alarde o el órdago en la calle si no trabajas en tu entorno micro, si no te dejas transformar en lo personal e íntimo. No he hecho otra cosa que pensar en lucha política y social desde el 15 de mayo de 2011, y no me avergüenzo de admitir que mi concienciación viene de ese día, por mucho que tuviese un escoramiento natural, poco consciente, hacia estos territorios. CT o la Cultura la Transición, por su lado, me vino como un regalo para pensar mi propio inacabamiento, frustración política y sensación de «basta ya»; por otro lado, no es un concepto que se cree ni se recree en un libro, la potencia que ha demostrado ese artefacto ha estado y está en ser un dispositivo inacabado, como ahora está de moda decir.
Vinimos con unos cuantos arietes, abrimos unas cuantas grietas. Antes de esto lo hicieron los que acamparon en las plazas.
Desde ese día he tenido ganas de compartir el texto que leí en la presentación del mismo en Madrid, y hoy en definitiva he encontrado el por qué.
En las luchas que nos traemos entre manos, lo micro y lo macro son lo mismo. Se busca, por poner un ejemplo, un cambio radical en la Ley Hipotecaria, que admita la dación en pago retroactiva, el alquiler social y la paralización de los desahucios en curso. Es una lucha que lleva cuatro años largos en hombros de la PAH, y que ha hecho suya el 15M. Y que se realiza en el nivel de lo más micro, afectado a afectado, hacia lo más macro, el cambio de una ley.
No hay ninguna lucha actual que resuelva en sí misma tantas contradicciones ni que concite tanto apoyo. Cualquiera que haya participado en las recogidas de firmas para la ILP Hipotecaria ha podido comprobar cómo se sumaban voluntades de mujeres y hombres que no habrías visto sumarse jamás a ninguna reivindicación. La vivienda, cojones, ovarios, qué cosa tan tonta.
Hoy, terminando la asamblea, una mujer pasó por allí y se paró a hablar conmigo -y yo con ella-, contándome que había apoyado a los acampados del 15M desde el segundo día («porque no estaba mi marido»), y que había participado en algunas de las acciones organizadas por la asamblea popular de Prosperidad, como las recogidas de firmas por la ILP Hipotecaria.
Que se había sentido muy herida y traicionada cuando un escritor, vecino del barrio, Premio Cervantes, Premio Nacional de las Letras Españolas en reconocimiento de toda su trayectoria profesional, se había parado aquel día con ella y no había querido firmar la petición por la nueva Ley.
Un escritor ampliamente citado en el libro CT o la Cultura de la Transición.
Como ella, también yo he quedado shockeada.
La Asamblea, mientras tanto, ha resuelto apoyar con folletería, carteles y presencia pública tanto la manifestación del 16F organizada por la plataforma Stop Desahucios como la del 23F, sábado siguiente, aún existiendo voces discrepantes por no estar de acuerdo con la ocupación simbólica de esa fecha.
La asamblea que es una reunión de personas que no tenía experiencia previa alguna en la movilización política (de todas las edades) y otras que sí, que llevan décadas en temas antimilitaristas, insumisos, okupas, No a la guerra y mil historias.
«¿Qué palabras nos servirán para entendernos y no chocar o dividirnos?» Leo por ahí. A veces son pocas las palabras, pero siempre quedan algunas, es por eso que escribí aquella carta a mi padre para poder hablar con una generación que pensó que lo tenía todo conseguido, que ya sólo nos quedaba disfrutar de «su pan, su hembra, su fiesta en paz» y seguir cada uno a lo suyo. Por eso escribí esa carta y, aunque mi capítulo en CT hoy sería muy distinto -más amplio-, ese texto lo refrendo del todo.
A 15 de mayo de 2012
Querido papá,
Puede este paquetito servir de regalo de cumpleaños, aunque vaya un poco tarde.
Hace unos meses, me contactó Guillem Martínez, un periodista catalán que tiene varios libros y a quien seguía un poco de lejos, y me invitó a colaborar con un artículo en este libro, CT…
El libro tiene las colaboraciones de veinte escritores y periodistas analizando lo que llamamos CT, que es más o menos explicarnos el “marco cultural” en el que hemos vivido en España los últimos treinta y pico años. No es fácil de explicar, para mí, pero en estos artículos creo que se recogen muchos puntos de vista -de todo tipo: político, económico, música, cine, literatura, vida- que enmarcan bastante bien el asunto.
Leo la CT como una construcción: un lugar asfixiante. Un espacio en el que solo se podía ser, existir y triunfar comulgando con unas ideas determinadas. Mamá y tú, que habéis vivido en la dictadura, seguramente no llamaríais así a este periodo democrático, porque además no se trata de una dictadura explícita. Como mucho, una implícita, que de manera callada, con la apariencia del “todo va bien”, “aquí no hay problema”, nos ha confinado a un margen de existencia (pero también de pensamiento). Si se pensaba o actuaba de determinada manera, las ideas se podían difundir. Y, si era de otra manera que no casase con el consenso, te quedabas fuera. Creo que así han podido experimentarlo gentes de la izquierda, por ejemplo, que no admitió acostumbrarse o conformarse con el olvido, la amnistía o el perdón de los crímenes. Pero también muchas otras personas para las que los temas importantes no eran, por ejemplo, las luchas nacionalistas. La “gente de la calle” que ha visto, en estos 35 años, cómo obtenían una democracia recortada, al tiempo que sus voces no estaban representadas en ningún espacio público, fuera de la pequeñez de la plaza del pueblo o la marginalidad del activismo social, militante.
Para mí, esta descripción del “marco cultural” tiene que ver con posibilidades. Frente a lo que nos han dicho que ES, porque tiene que ser así (por poner un ejemplo, los vascos independentistas “son” afines al terrorismo, ergo, son terroristas; otro: los que protestan en la calle son “agitadores”, “antisistema”), este libro sirve para proponer otros ES. O, sobre todo, otros “puede ser”. Frente a una caja cerrada y hermética de realidad, estos artículos a mí me sirven para abrir arañazos, grietas y minúsculos pasadizos por los que respirar. La realidad puede ser otra cosa distinta de lo que nos han dicho que ES.
Todo lo que nos cuentan la gente importante, los medios de comunicación, los escritores son constricciones del pensamiento y de la posibilidad. Y eso es lo que yo he vivido como persona adulta: una realidad empequeñecida en la que otras formas de pensamiento no integraban. “Ésta es la cosa económica, ésta es la política, así está pensado y hecho por los que de verdad saben, nadie se mueve o no sale en la foto”. Esta “paz” y esta “libertad” se hicieron a costa de muchos marginados, de muchos excluidos y de muchas olvidadas, que seguían yendo a las urnas cada cierto rato.
Ahora, dicen algunos de los compañeros del libro, se ha abierto una enorme, pero todavía invisible grieta, a raíz de los movimientos del 15M: porque mucha gente distinta, anónima, como yo, se ha levantado y ha dicho “basta”. Vamos a pensar juntos. Por eso este libro se ha hecho posible, porque realmente los que están “picando” la piedra de la realidad son esas personas.
No sé si sirve esta introducción para algo, al menos que exprese la importancia que para mí tiene este libro, más allá del capitulillo que firmo. Es importante para mí como son las cosas del día a día, las cosas pequeñas y útiles: un clip, una navajita suiza, un libelo.
Y como creo, y puedo constatar, que la CT no es toda la realidad, que aún podemos inventar formas nuevas de pelearla, de darnos sentido, por eso este libro es importante.
Tú ya sabes, aunque no hablamos mucho, que soy una persona disconforme. Con lo que pasa -ha venido pasando- a mi alrededor. Con este libro – y con otras cosas- al menos consigo dar un poco de forma a mi disconformidad, hacer que mi voz desafine junto a otras voces. La CT es un coro afinado y estos de aquí, si acaso, hacemos música de otra manera.
Nos han pagado 100 euros por el texto -sigo siendo pobre, papá- y nos han dado algunos libros a cada uno: pero también hemos hecho que el libro salga sin “derechos de autor”, vamos, que dejamos que cualquiera lo copie o lo distribuya, para que estas ideas permeen a otras, y la “caja cerrada hermética” se corrompa.
Ojalá te guste. Ojalá te interese.
PD. Una de las nuevas cosas aprendidas por las que hemos salido hace tres días de la CT es que la policía no es democrática, ni buena, ni defensora de los pobrecitos ciudadanos, así que también mea culpa, y suscribo con todo este texto. Los que han pasado los últimos 40 años en el País Vasco, por ejemplo, tienen otro conocimiento del mundo. Desde el punto de vista de la literatura, es parte de lo que tratamos en este programa.