No soy especialista en semiótica pero algo tengo en la mochila para analizar mensajes. Y todo todo el tiempo de esta mal-llamada-crisis, sobre todo desde que el PP asumió el gobierno, vengo siendo salpicada por una sucesión de palabras, gestos y retórica que parecen sacados de un misal.
Hoy hemos tenido, por ser viernes, la escenificación de la pasión de todos los viernes en un mal-llamado Consejo de Ministros: pero no leáis aquà nada parecido a hamor sino «pasión triste». El gesto compungido, el temblor ridÃculo de la voz, una seriedad forzada -los contraplanos del resto de Ministros en la sala mostraban algo un pelÃn distinto-, una deriva muy concreta y una repetición de mensaje absolutamente intencional.
Esfuerzo de los ciudadanos
Sacrificio
Hay que asumir responsabilidad
Ergo, culpa, pecado
Hablo de lo que pude aguantar de la rueda de prensa, pero nos podemos asomar a cualquier discurso, comparecencia, artÃculo de opinión o editorial de periódico para encontrar exactamente los mismos semas. De entre todos, creo que el que más daño (me) hace es sacrificio.
Todo está trenzado, a mi entender, con la retórica católica, donde el individuo ha generado una afrenta, y tiene que asumir una culpa para, después, expiar un pecado. Sacrificio para alcanzar.. ¿dónde? El perdón. Todo es un proceso individual. Aquello de «hemos vivido cada uno por encima de nuestras posibilidades» (lo cito para que se me entienda, rabia me da) no tiene nada que ver con lo colectivo.
«Hay ciudadanos que no saben asumir»: aquà sà cito textual a Sáenz de SatamarÃa, en respuesta a una pregunta sobre «movilizaciones» en la calle. La frase cerraba de alguna forma, no tomé nota. Pues…
SÃ. Hay ciudadanos y ciudadanas que se han salido del marco. El sÃmbolo ya no nos engasta. Saltamos. Es cuestión de lenguaje, desde luego, aunque no solo. Es una corrupción tan grande en los referentes que, se supone, deberÃan sostener palabras tan sonoras, tan hermosas, como «sacrificio», que ya no nos da la gana.
No asumimos ninguna culpa. Nos están exigiendo que nos sacrifiquemos.. ¿de qué? ¿por qué? ¿asumiendo qué? Y, sobre todo: ¿Ahora?
Hay ciudadanas que saben que la deuda no la tenemos nosotros con ningún banco central europeo, que es todo lo contrario. Los hay que estamos dándonos cuenta (o cayéndonos del guindo) de que esta no es más que una etapa (quizá última) de una estafa continuada, sostenida, constante sobre nuestras vidas. Los hay que creemos que ya está bien de ser utilizados como moneda viviente.
El pecado, la asunción, la culpa y el sacrificio siempre se destila desde arriba hacia abajo.
La moneda viviente revela por fin la verdad del intercambio mercantil, es decir, su mentira: la imposibilidad de poner en equivalencia lo inconmensurable de la vida humana (clásicamente coagulada en «tiempo de trabajo») y de lo inerte, el dinero o cualquier otra cosa, cualquiera que sea su cantidad. Pues la mentira de la sociedad mercantil no habrÃa finalmente consistido más que en hacer pasar por un intercambio reglado lo que es siempre un SACRIFICIO y pretender de este modo liquidar una DEUDA INFINITA«
El libro en concreto se llama TeorÃa de la jovencita, hace un rato me saltó este párrafo. Da igual el precio que tenÃamos antes, el que dicen que ahora no tenemos, la deuda que dicen que hay que devolver a Europa… Da igual el cántico de la responsabilidad porque aquÃ, reponsabilidad y sacrificio, eso lo prestamos desde el minuto de haber nacido. Todo lo demás son vainas. Son monsergas. Son fantasmagorÃas.
El sacrificio no solo es católico y patriarcal, es la tergiversación moralista de una estafa larga como la cola de un servicio de salud a las cuatro de la tarde un miércoles en Madrid.
Lo tienen todo desde siempre. Pero no les parece suficiente y, entonces, gritan «que les jodan».
He escrito esto a las rápidas para irme ya a la calle. Y es que el verbo «disfrutar» ha cambiado de significado.