Me pregunto desde hace mucho cómo y por qué no apelamos a ese 99% del que decimos formar parte. Por qué hay un XX% que continúa levantándose por las mañanas y atendiendo a sus obligaciones autistamente, sin mirar al de al lado y, como mucho, alucinando consigo mismo y con el hecho de que, todavÃa, la que está cayendo no le ha tocado.
Quedarse sin trabajo o quedarse sin casa, qué sé yo.
Sigo coleccionando grietas y ésta es una muy bonita. Un diario catalán da un premio a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. El discurso de la representante no tiene desperdicio (el aplauso atrona y la televisión autonómica no hizo ni una sola mención a este reconocimiento, al parecer) .
En mi territorio, la cultura (que no deberÃa ser uno con fronteras, sino permeable y poroso, como vine a decir en mi última entrada) la pregunta es extensiva e hiriente. Desde hace rato vengo entusiasmada con lo que sucede en Fundación Robo y esta iniciativa me hacÃa preguntarme: ¿qué música tenemos, nos dejan, nos prestan, creamos? ¿Qué están haciendo los músicos? El artÃculo que publico esta semana en Cultura/s querÃa contestar a eso. No pretende ser «completo», porque de mi somera investigación decreté que la música pegada al 15M y los movimientos sociales de ahora se ha venido dando: anónima, popular, apropiacionista y remezclada. En la calle y sin demasiados registros.
Y sÃ, además del bandcamp de Fundación Robo, en todas partes hay música popular que se pega a lo polÃtico, desde el tejido más social, más minúsculo y menos mainstream. Mi hermano ha hecho varios conciertos en nuestro pueblo, Mairena del Aljarafe, en apoyo de iniciativas de la asamblea local. Pony Bravo tocaron hace unos dÃas en las Setas sevillanas.
Y muchas más cosas de las que nunca me enteraré. Paso al frente, paso atrás.
Como dice Roberto Herreros:
«Si es tan obvio por qué no somos más…»
Eso mismo. Eso mismo.