Carolink Fingers
24.02.2012

Como demasiada mantequilla

por carolinkfingers

Como demasiada mantequilla en muy poco pan. No, no es del verbo comer. Esa frase la dice un personaje de El Señor de los Anillos, ya sabéis. Esa me sirve estos días, y suman ya varias semanas, para describir la sensación de adelgazamiento simbólico, de inoperancia, de empantanarme en grasa y carecer de peso que me invade.

Sensación de estar quedándome sin voz. ¿Son ellos o soy yo? Dentro, también, necesidad, urgencia, de bajar el volumen. Ahí fuera el ruido es mucho. El tormento, continuo. La dieta informativa, indigesta. Callarse puede denotar simple cobardía. O puede ser, me digo, que sea el momento de la introspección: para el análisis -la digestión- son necesarios silencio y distancia. Pero ¿quién puede aislarse? ¿Quién puede mantener las úlceras bajo control con lo rápido que se suceden las semanas, los consejos de ministros, las manipulaciones informativas, las malas noticias, las cargas policiales y los motivos para que la sangre hierva y se desborde?

«Una cosa es usted, y otra es el mundo».

Otra frase que, en la cacofonía diaria, hago que resuene. Me la escribió un amigo hace más de un año, y la hallé de nuevo hace muy poco, como quien encuentra un juguete de la infancia, en su cajita de lata roja.

Estos días casi no escucho música.

Bajar la intensidad de los significados y también desinflar los globos significantes. Poner todo en perspectiva. Lo que está sucediendo hoy ya ha sucedido muchas veces. En cien años todos calvos y no solamente Wert. El ciclo está cayendo en la diástole, también: he aquí uno de los pocos textos en los que, con ellos, siento la grasa, la mugre y la dureza desaparecer, un poco.

Quiero un blog, dije otro día. No puede ser que sólo se les escuche a los doberman que ladran más fuerte, que espumarajean con la rabia.

Pero todo cuesta. Pensar. Escribir. Cuento con la ventaja de que hace tiempo que sé que no tengo nada, ni puedo esperar nada. Pero eso a cambio me da cierto cinismo no útil, no necesario, otra causa para la úlcera estomacal y el adelgazamiento de mis ideas. Hay ideas. Lo único que puedo saber de cierto es que ellos tienen el grito. La ley y la mordedura. De este lado hay ideas y razón.

La cacofonía cuadra un poco cuando me atrevo a expresar: me siento como demasiada mantequilla en muy poco pan. Las respuestas de otras castigadas, apaleadas, me llegan con la misma timidez. «Me siento sobrepasada», «me da por hundirme», «me bloqueo», «todo es una estrategia para meternos miedo y callarnos». ¿Y si no hiciésemos nada? Replegarse.

Contingencia es un concepto que no conocen ni les alcanza a aquellos, los del poder.

A mí es como si me adelgazaran el ser y, ay, lamento la metafísica personificada. Pero es el pensamiento, la filosofía, la reflexión el único lugar donde consigo estar medianamente en casa, con forma definida, y no como un resto de mantequilla que ha explotado por exponerse demasiado a las microondas.

En pensamiento ando zambullida: hasta que encuentre una narrativa furiosa, cuestionadora, revoltosa, trastocadora, en permanente desafío de la doctrina de la realidad (que no estoy encontrando últimamente), mi refugio está siendo el ensayo filosófico. Por ejemplo el libro La herencia del olvido: repensar la historia de la filosofía incluyendo a las víctimas del racionalismo y de Occidente. Si encuentro mi voz, vendré a hablar de él cuando lo acabe.

Es un consuelo, sí, una ligera mejoría, saber que no estoy sola en la perplejidad. Pero mientras, el lugar del dolor no es el cerebro, es el cuerpo, y el lugar del miedo es el cerebro, pero también el cuerpo. Se supone que, frente a la estrategia de apisonadora que despliega el poder desde fuera, directamente contra los cuerpos, entre nosotras deberíamos otorgarnos micropoder, microestructura, microcuidados. Funcionar como un corazón.

Desterrar, no sé cómo, esa sensación de pequeñez y ese como runrún de clandestinidad, de resistencia subterránea. Que nos refiramos tan a menudo a «resistencia», también, me hace pensar en su correlato, la «represión». El disfraz es muy mono, sí, la urna, las elecciones, la democracia. Los sujetos no sentimos más que aplastamiento, exterminio.

Perdonad la falta de gravidez de este texto, es el borbotón nacido de esta ¿pérdida de capital simbólico?, desamparo o desustanciación. ¿Exagero? Cómo evitarlo. Racionalizando, supongo, aunque la ecuación aún no me sale.

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comentarios

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verónica dice:

Gracias, Carolink. Hace tiempo que no tengo voz y la echo de menos. Me siento como tú casi todos los días. Tengo ganas de derretirme. Tus palabras me produden primero una enorme admiración, y al final una enorme tristeza. Estoy muy cansada y muy triste. Pero gracias, gracias.

carolinkfingers dice:

Me dejas preocupada con tu comentario. Espero hacerte sonreir en el próximo texto… 🙂

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