Carolink Fingers
19.11.2011

Labour of love I

por carolinkfingers

Estoy desprecintando, una a una, las doce tablas de mis estanterías de CDs. Son los precintos que les colocaron los muchachos subordinados del “mudancista” que contraté para traerme los muebles a la nueva casa. Los voy sacando uno a uno y no puedo evitar pensar en ellos. En todos ellos: uno se llamaba Miguel y otro venía de Arequipa, Perú. De los demás no sé nada.

Aquellos hombres que desmontaron mis modestos muebles, los cargaron y descargaron de la furgoneta y los montaron en mi casa nueva, ¿cuánto cobraron por ese trabajo realizado en cuatro horas de un viernes tarde?

¿Les pagó el “dueño” de la empresa, el que se hace el simpático conmigo y me dice que soy una “chica lista” sólo porque venimos de la misma provincia, un precio justo? ¿Qué es un precio justo para quien carga los muebles de otra persona, se clava una astilla de mala madera, se hernia el cuello o los lumbares por bajar un sofá por tres pisos?

Hace muchas semanas que tengo abierto un borrador en el blog que se llama “Labour of love”. Tiempo atrás, en este blog se sucedieron, sin parar, posts bajo las categorías de “trabajo” y “no trabajo”, que reflexionaban mi estupor o mi incomprensión sobre lo que me sucedía hace cinco años, cuando intentaba regresar a la actividad “remunerada” tras un descanso voluntario cuando tuve a mi segunda hija. Dónde acababa el trabajo, dónde empezaba lo que era trabajo de otro tipo, lo que quería hacer, lo que me llenaba, lo que consideraba tan satisfactorio como extravagante y que creaba en mi entorno cercano no pocos conflictos.

“Labour of love” iba a ser un post para otra cosa, precisamente para hablar del trabajo como red tejida y como contestación post-capitalista a la explotación de la que todos, en mayor o menor medida, somos objeto.

Pero hoy es el asunto para hablar de algo que no puedo soslayar. Como tengo muy poca conectividad y tiempo libre entre caja y caja que desembalo, me he leído en dos días las casi cuatrocientas páginas de La mano invisible, la última novela de Isaac Rosa. Terminé hace una hora y ya he tenido tiempo de decirle a dos personas que es el libro que tienen que leer antes de que termine el año.

Te hace sentir muy mala persona. Es un gran libro. Eso escribí en twitter cuando tenía apenas dos capítulos del libro concluidos. Llevo una década fantaseando con escribir sobre esas relaciones de poder entre los que tienen y los que no; intenté un cuento, hace muchísimo, que se llamaba El problema de la vivienda, imbuida por mi propia frustración ante la imposibilidad, cuando regresé a España en 2002, de tener una casa con un precio justo (y aquí aparece Joaquín Prats padre… Bueno, mejor no). Pero la novela de Rosa va más allá.

No sé si el trabajo, en efecto, como indica la cita del libro, es “inenarrable”, no sé si existen o han intentado existir narrativas del trabajo; este libro encaja y cierra y estimula y procrea algunas de las disyuntivas e interrogantes a las que vengo dándole vueltas tantos años. Qué es trabajo y qué no lo es. Por qué lo hacemos. Es más trabajo el físico, es más trabajo el que tiene un horario, es más trabajo el que contiene una figura vigilante, supervisor, jefe, director, capataz. Es más trabajo el de las mujeres (la costurera frente al carnicero) o el de los hombres. Es más trabajo el que contribuye a una cadena, el que se hace con los ojos cerrados a la explotación propia y alrededor, o el que reclama mejores condiciones. Es más trabajo aquello que está representado en el libro o lo es el mío y de tantas otras que pagamos una seguridad social, una adsl y unos impuestos por poder responder a las exigencias de contratos precarios que deberían estar haciendo hombres y mujeres en una redacción con un alta y todos sus derechos reconocidos (pero ¿qué derechos, si ya no queda ninguno?). Qué es trabajo, carajo (pareado).

Tampoco lo responde Isaac Rosa. Pero en toda la larguísima extensión de la novela se permite unas cuantas batallas sobre esas consideraciones y nadie, nadie, sale indemne. Si alguna vez llamaste a un servicio de atención al cliente, si alguna vez compraste una casa, si alguna vez pagaste a una chacha para que limpiase tu mierda, si alguna vez, como yo, contrataste a una empresa trucha de mudanzas, te vas a sentir culpable y mal, y bien está, después de leer este libro. La que nos está cayendo reclama libros así de jodidos y valientes. Tengo que escribir la reseña, la de verdad, en otro lado (y nunca sabré si es trabajo o es otra cosa). Este es el alegato del trabajo, del que es y del que no es, del dolor y de la contractura muscular, del que pone ladrillos y de la que nos cose las prendas con que vestimos, es un recordatorio de los años que pasó mi madre encorvada sobre una “tricotosa”, de los que sigue pasando mi padre sirviendo cañas, de los que pasé yo poniendo comidas exquisitas a precios de saldo, de los que pasa cierta amiga publicista limpiando mierda ajena, y de las millones de horas de aquella compañera de Universidad que al sacarse el título siguió como telefonista. Nos quieren, nos subsumen, nos comen, nos piden el voto, se acaba.

Permanentemente estamos jugando el juego. Perpetuando las mismas relaciones de poder, a poco que podamos, que se dan en el trabajo. Muchas de mis dudas, si no todas, sobre qué es trabajo y no lo es, venían de la relación con el dinero, y por tanto con mi posición en el entramado familiar y sobre todo social.

El trabajo se ha acabado (hace rato). Pues eso, pensemos.

3

comentarios

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Iago dice:

Pues el trabajo es lo que dignifica, no? Acabo de leer una referencia a la novela (ya que aquí no, ehem…) y ya veo que este tópico se refleja. Y aunque tópico, entiendo que realmente es una base para poder hablar del trabajo, que a veces no tiene por qué ser una satisfacción en su ejecución, sino en el simple hecho de finiquitar una jornada de trabajo. Gente que cumple un horario y unos objetivos, ver como el primer ladrillo da como resultado una pared. Y luego, ademas, por supuesto, diferenciar trabajo de profesión: lo primero existe sin lo segundo, lo segundo sin ejecutarse en lo primero lleva a la frustración.

El gran problema del trabajo es que sea imprescindible para la remuneración. A mi me pasa bastante lo acordarme de su existencia como ente cuando trato con comerciales, servicios de atención, albañiles subcontratados… Y siempre hay un respeto inicial por saber que existen muchas posibilidades de explotación, pero también muchas veces se da el caso de que el propio trabajador olvide que, para bien o para mal, lo es, y ahí aparecen ya otros conflictos: el trabajador se merece respeto per se? Nos respetamos todos como trabajadores? No es el deseo de las eternas vacaciones la eterna prueba de que la gente confunde su derecho a luchar por un trabajo mejor con la huida inútil?

Total, más allá de la crisis dichosa algunas formas del trabajo también las estoy rondando yo desde hace tiempo. El trabajo como creación de comunidad, como una sucesión de protocolos que dan una rutina necesaria y apreciada. Algo que incluso ha de falsearse cuando no existe para que parezca que todo va bien. El trabajo como una especie de droga tonta: autojustificarse para conseguir que no deje de existir. La cadena de montaje como la extensión de las relaciones, sin más. Y en otros espectros, la cerveza del fin de jornada.

nema dice:

lo que yo entiendo por trabajo, es lo que nos vemos obligados a desempeñar para obtener una remuneración económica que nos permita tener un lugar en esta sociedad. A lo que te gusta hacer y te pagan por realizarlo yo no lo llamo trabajo, porque uno no siente hacerlo como un esfuerzo, ni como algo insatisfactorio, sino como la realización personal reconocida y remunerada, como la contribución de la manifestación de nuestro ser encauzado a través de aquella actividad que hayamos elegido desempeñar en esta sociedad. Entiendo que cuando hablamos de trabajo nos referimos a lo que nos causa stress, a lo que nos agota fisica y psiquicamente, a lo que nos hace odiar el despertador y desear estar de vacaciones permanentes, en una palabra, a lo que nos destruye como seres superiores y nos convierte en individuos sin valores y sin moral.
A lo que desempeño en mi vida actualmente y que me da para sobrevivir… definitivamente lo llamo trabajo y tristemente es a lo que la mayoria de nosotros dedicamos nuestras fabulosas energias hasta terminar agotados, como si un vampiro nos hubiera succionado el elixir de la vida y no nos permite dar la calidad humana que deberiamos a nuestro hijos por ejemplo, a nuestra pareja, a nuestros amigos o familiares o simplemente a los demás seres humanos que nos rodean y con quienes tenemos que convivir diario y que tambien enfrentan esta misma situación vital.
Gracias a las grandes mentes manipuladoras que dirigen nuestra realidad tenemos por doquier decenas de miles de parques de ocio para dirigir nuestras carencias y frustraciones y sosegarlas momentáneamente, a lo que no le llaman droga pero que adormece de igual manera nuestra gris existencia.
La diferencia está en elegir. Si eres capaz de captar que hay una diferencia y moverte en ella según tus necesidades estas haciendo lo que hace esta sociedad con todos nosotros, manipularla y aprovecharte de su debilidad, aunque de cualquier forma, ella siempre sale ganando….

MrMM dice:

Preciosa y lúcida reflexión (yo también me estoy mudando).

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