Te he escrito una carta hoy en el bar, entregada por primera vez en la semana al tiempo para mà misma y, ya ves, te lo entrego a ti. Pero el tiempo se ha ido por los tubos de cerveza y la carta a la papelera. Sólo te dejo las postdatas.
Ps1. No alucines. Hasta este segundo, no he pensado en ti ni un solo minuto al dÃa.
Ps2. Mi situación actual se llama ilusión y se llama precariedad. Incertidumbre. Una sañosa porfÃa entre lo que mi alma anhela y lo que puede tener aquà y ahora.
Ps3. Por mucho que te ame, este trabajo es ahora mucho más importante. Ya sabes lo que dice mi filósofa, ésa que tú desprecias tanto: «todo es trabajo».
Ps4. Nada parecÃa más importante en aquel momento. Mi vida estragada, el sol y el calor de julio, raciones de papas bravas que no toco, la compañÃa de la gente preciosa que me ayuda a dejar de sentirme un desecho o el resultado de un vómito de una comilona sin hambre. Entonces, ella pronuncia las palabras. «¿Quieres hacer un programa de radio conmigo? ¿Un programa sobre libros?» «Radio» ya me sonaba a anacronÃa. Y «radio de libros» a locura maniática. Dije «sû sin dudar.
Ya llevamos tres programas y no me lo creo. No se trata de nervios, no es excitación básica, de ésa en la que un cuerpo se electriza de deseo sin saber qué desea realmente. Hablar, tú sabes cuánto me gusta hablar, pero no emitir palabras como hice en otros años, sin sintonÃa, sin complicidad. Hablar como Dios manda. Conversación mediante, y Zeus dando latigazos.
Ps5. He fantaseado con matar. Desde aquel dÃa, una como corriente eléctrica invade mis manos en los momentos más inesperados. Todo el tiempo leo las páginas de sucesos, me informo, me interrogo acerca de los mejores métodos. Si otros pudieron… La infamia es alquimia. Es decir, lo que toca lo convierte en mierda.
Un libro cayó en mis manos estos dÃas y me lo bebÃ. Mira la crÃtica que ha aparecido hoy mismo en la prensa especializada, ésa que tú detestas. Si te gusta o te interesa, no te molestes: no te lo voy a prestar.
Ps6. Siempre estabas diciéndome que ellos podÃan, pero que yo no. Ellos pueden, tú no. No tienes resolución, te falta energÃa, careces de disciplina y auténticas ganas. «¿Quieres hacerlo? ¡Hazlo!», como obligándome a dejarte en paz. Eso soy ahora.
No dejaré que nadie vuelva a poner en duda mi poder. Ya he terminado mi primer libro y es sólo mÃo. Justicia es justicia. Y nunca sabrás qué te escribà en la carta ésa, que se pudre de a poquito en la papelera del bar.
/Ficción basada en hechos, pero poquito./