27 de febrero
15.10.2010

Como en los cómics de Joe Sacco

por russiandolls

No hace mucho que descubrí los comics de Joe Sacco. En ellos, a medio camino entre la crónica periodística y el estilo underground, nos cuenta sus vivencias en lugares que están pasando por situaciones de conflicto, como la que se vivió durante la guerra civil de la antigua Yugoslavia o la que aún padecen en Gaza miles de palestinos. Además de ser una muy buena manera para conocer nuestra historia más reciente, lo que más me gusta de este autor es que transmite el lado humano de estas experiencias, sin melodramas pero también sin la frialdad de la prensa.

Yo estoy absolutamente enamorada de su trabajo. Y lo que más me sorprendía, al principio, es que al leer sus comics me sentía muy a gusto  entre sus protagonistas. Al detener la lectura, siempre estaba deseando volver a leer para regresar allí con ellos, Joe y sus amigos, a pesar de las duras circunstancias que se describían.

Pues algo parecido me está sucediendo en los campamentos de refugiados de Tindouf. Sería difícil resumir las muchas dificultades cotidianas con las que nos encontramos cada día. La escasez de agua, las moscas, interrupciones de electricidad o subidas de tensión (y eso que estamos en el 27 de febrero que es  el único campamento con electricidad). Simplemente venir a la escuela de cine para trabajar a veces se convierte en una odisea, porque por ejemplo puede haber siroco y el viento y la arena apenas te deja ver el camino.

Sin embargo me encanta estar aquí, como en los comics de Joe Sacco. La casa que nos ha acogido enseguida nos ha tratado como parte de la familia. Fatimetu Kamal, la madre y jefa del agua del campamento, es todo un carácter de mujer. Las hijas Laila, Engia y Gali, me tratan como una hermana más y continuamente nos estamos enseñando cosas de cómo son nuestras costumbres, el idioma, o nuestra manera de ver el mundo. Es evidente que les sacamos de sus rutinas, y por eso nuestra casa es una fiesta constante llena de visitas de los amigos que vamos haciendo.

Son muchas las cosas que me recuerdan a aquellos cómics, como la continua presencia militar (a veces  visible en la sutileza de las huellas de botas militares en la arena), los paseos a oscuras por los campamentos en la noche, o las anécdotas de guerra entre tés muy dulces y cigarrillos muy ásperos. Es un ambiente duro, conspirativo, pero de una intensidad que hace que se genere una mayor cercanía entre las personas; probablemente lo que hace que nos guste tanto estar aquí.

A veces, te rompes un poco por dentro al conocer las desgracias por los que han tenido que pasar y aún están pasando, desapariciones, encarcelaciones injustas, incertidumbre y espera. Pero la fortaleza que ellos mantienen y su esperanza de un futuro mejor, una vez sea recuperada su tierra, te contagia de un espíritu de lucha ya raro de encontrar en nuestros países del primer mundo anestesiados por una democracia y una “abundancia” que a medias nos satisface.

Yo me quedo con los cielos del desierto, con un pueblo que sabe por qué luchar y unas personas que  tienen muy claro que una mano sola no puede tocar las palmas. Parece que los que veninos al final siempre regresamos, un viaje de ida y vuelta por la libertad.

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