“Lo normal no es idéntico a la norma pero puede adoptar su función. La normalidad nunca es algo externo, porque somos nosotros y nosotras quienes la garantizamos y la reproducimos con alteraciones. De acuerdo con esto, nos gobernamos en el dispositivo que conforman la gubernamentalidad, la biopolítica y el capitalismo, en la misma medida en que nos normalizamos” (Isabel Lorey)
Muchas veces hemos comentado, discutido y nos hemos llegado a enrabietar entre colegas y allegados cuando hablamos sobre la capacidad de transformación que pueden o no tener nuestros proyectos e investigaciones culturales, así como el impacto social y político que pueden o no producir nuestras tareas. Pues sí…ya ves, de estas cosas llega a hablar uno entre copas y amigos.
Quienes trabajamos produciendo en la extraña y poco delimitable esfera cultural -si es que acaso no es todo el grueso social quien produce en dicho contexto, tema que hemos intentado abordar en alguna ocasión (PDF) – nos encontramos en una situación donde la autonomía, libertad y el poder tranformador que a veces le otorgamos a nuestro trabajo merece especial atención. Tal vez por las características de los contextos donde realizamos productos, servicios o ideas, tenemos la sensación de estar constituyendo cierta forma de antagonismo, resistencia o como mínimo de debate continuo sobre un status quo que parece imperecedero. La pregunta, entre otras muchas posibles, sería si nos hallamos en un proceso de normalización, como esa Máquina de Guerra entre las dos cabezas del Estado de la que hablaban Deleuze y Guattari, o tal vez nuestro quehacer es un proceso en el que vamos instituyendo una forma de percibir, producir y comprender la cultura generando estructuras diferentes. La incapacidad por conectar una red colectiva mayor, una arquitectura sólida conceptual e ideológicamente que cuestione y reconfigure todos los aspectos e instituciones que vertebran las tácticas de gobierno, es un déficit de suma importancia. Esperamos que alguien esté trabajando en llenar ese vacío o por lo menos se apueste por alguna herramienta que lo potencie (como por ejemplo el http://www.n-1.cc/ del cual algún día hablaremos en profundidad) pero…
En el plano individual (¿existe tal cosa?) la situación es igual de truculenta y contradictoria. La incapacidad por llevar a cabo un trabajo de investigación continuo con ritmos que podamos gestionar adecuadamente es ya casi un tópico de la producción cultural. Esto se suma al profundo desquicie cuando vemos aumentar el trabajo logístico, administrativo y de pura gestión que parece no tener excesivo peso en los manuales que describen a la supuesta “clase creativa”. Tal vez todo esto ocurra en cualquier otro tipo de trabajo, pero aquí es donde toca introducir el matiz sórdido de la producción cultural: aún siendo conscientes de estas dificultades que incluso son motivo de nuestro estudio, en ocasiones estamos seguros de que no hacemos un trabajo normal, de que el compromiso con cierta forma crítica de entender la producción cultural así como la militancia con algunos discursos, herramientas o formas de cooperar, hacen de nuestra tarea algo especial e incluso trascendente. Es lo que tal vez nos empuja a una ilusión de trabajo = vida = política donde el cruce entre una actitud post-68 y una versión de la figura del emprendedor neoliberal reproduce códigos como la auto-explotación o la identificación vital con el trabajo, que irónicamente ilustra el slogan geek del “90 hours a week…and enjoying it!” (ese que llevaban las camisetas que Steve Jobs regalaba a sus empleados)
La cita que encabeza este post está extraída del texto de Isabel Lorey “Gubernamentalidad y precarización de sí. Sobre la normalización de los productores y las productoras culturales” del libro editado por Traficantes de Sueños “Producción cultural y prácticas instituyentes”, una compilación de textos del proyecto Transform.
En este sintético y magnífico texto, Lorey usa conceptos de Foucault para intentar comprender el actual espíritu de trabajo de los productores y productoras culturales y las contradicciones con las que nos encontramos al intentar analizar la libertad, autonomía y, me atrevo a añadir, el poder de transformación y cambio respecto de un régimen dado. Lorey elabora cuestiones que resulta interesante sumar a las que introducen Chiapello y Boltansky en su “nuevo espíritu del capitalismo”quienes argumentan que aquellas proclamas de la sociedad civil, movimientos estudiantiles y obreros en las que se exigía mayor flexibilidad, autonomía y creatividad han acabado siendo un recetario para las transformaciones que se han dado en el nuevo paradigma laboral, ese donde no existe ya el límite que separa tiempo de ocio/ trabajo y donde los saberes, conocimientos y creatividad del trabajador son algunos de los principales activos de la empresa. Los enfrentamientos que se dieron durante los 70s reaccionaban a un orden institucional dominante estructurado por “aparatos ideológicos” como escuelas, hospitales, prisiones, etc. que reglamentaban los modos de comportamiento así como las formas de percepción y relación. El cambio sustancial sería pensar que los regímenes dominantes y las tácticas de reglamentación insertadas en la vida de los obreros para optimizar su tarea en la máquina de producción capitalista, no sólo se basan en maniobras estáticas y verticales, sino que puedan simular un diálogo con la sociedad civil a la vez que se descentralizan deviniendo más efectivas y poderosas. Pero antes de surfear sin rumbo, empecemos por el principio, es decir, por Foucault.
Una de las líneas fuerza de las investigaciones de Michel Foucault se centraba en analizar a fondo la noción de poder entendiéndolo más allá de su carácter represivo. Foucault buscaba revisar la idea descrita en ese poder vertical que prohíbe, castiga o sanciona delimitando las libertades de los sujetos. En diversos libros como en“El Nacimiento de la bipolítica”, Foucault analizó las formas y preceptos que el sujeto asume interiorizando así el poder, elaborando una noción de poder que ya no lo describe como un agente externo sino que éste forma parte del sujeto y es él mismo quien lo reproduce. Estas técnicas de gobierno son las que Foucault denominó gubernamentalidad. El giro propuesto sugiere un cambio de estatuto del poder, que ya no actúa sólo de forma coercitiva para condicionar el comportamiento de los individuos, sino que se instala y desarrolla en el seno de los mismos. Tal y como resume Lorey
Así pues, el poder se encuentra descentralizado, no viene impuesto unívocamente de arriba abajo ni corresponde con esa imagen mental de una identidad en la sombra que vigila y castiga a los sujetos, sino que el propio sujeto se autoinstituye dentro de un sistema de normas dado que, además, no es estable, sino que tiene la capacidad de mutar, adaptarse y reglamentar nuevos estadios (sociales, tecnológicos, culturales, etc.).Lorey, parte de este paradigma para analizar “las formas en que los conceptos de autonomía y libertad están constitutivamente conectados con los modos hegemónicosde subjetivación en las sociedades capitalistas occidentales”. Esa misma libertad y autonomía que en mayor o menor medida encontramos en nuestro trabajo y que entendemos va produciéndose bajo nuestro propio mando, sin un jefe o ente superior que nos limite o intente adoctrinar. Bajo el concepto “productores y productoras culturales” Lorey identifica una serie de agentes y colectivos que en su nivel de precariedad pueden hallar una forma de resistencia, una forma de ser “libre” y caminar a través de decisiones que uno/a misma toma. Una especie de ensayo que encuentra en la discontinuidad y en la precariedad laboral una herramienta para encontrar su fin que, en ocasiones, pasa por tener el poder de transformar el contexto político y social en el que está inserto. Esta situación encierra una paradoja donde la auto-empresa como gobierno de sí que a su vez forma parte de un proceso de subjetivación coexiste con el anhelo de libertad y automía. Según nos comenta Lorey:
El deslizamiento de las acepciones más libertarias de autonomía hacia un imaginario más propio del neoliberalismo económico es probablemente una de las incomodidades que, de forma consciente o no, toman partido en las idas, venidas y bajones de los productores y productoras culturales. Efectivamente, me refiero a esa sensación que nos asalta de forma mensual, semanal y, en los casos más dramáticos, casi diaria, de estar operando en dirección contraria a las ideas y posicionamientos que nos animaron a acometer nuestra comprometida labor. Por otro lado, en una interesantísima crítica que Maurizio Lazzaratto realiza al “Nuevo espíritu” de Boltanski y Chiapello, en un texto titulado “Las desdichas de la “crítica artista” y del empleo cultural” , el autor nos recuerda que “El neoliberalismo no busca su modelo de subjetivación en la crítica artista (tal y como la denominan Boltanski y Chiapello) porque tiene el suyo: el emprendedor, un modelo que se quiere generalizar a todo el mundo, artistas incluidos, como en el caso de los intermitentes franceses ”. No debe sorprender entonces que el discurso del emprendedor esté ganando fuerza en el que se suponía era un contexto de cuestionamiento y puesta en duda de ciertos preceptos ideológicos insertados en la lógica neoliberal. Cabe establecer un vínculo entre esa creencia en la precariedad como un lugar de resistencia con la configuración y apogeo del discurso del “emprendedor cultural”. Podríamos hacer ese ejercicio de proximidad y mutua consecuencia entre uno y otro escenario cambiando (mentalmente) en esta cita de Lorey el concepto “precarización” por el de “emprendizaje cultural”:
Este último es un tema de suma complejidad que merece un trabajo de investigación a fondo, una tarea que muy pronto, según me han chivado gente próxima al autor, va a publicar Jaron Rowan en este mismo blog (vale, de acuerdo, ha sido jaron quien me lo ha dicho..). En esta investigación se analizan a fondo todas las cuestiones que rodean al discurso del emprendizaje en cultura en un interesantísimo recorrido que combina el análisis crítico de un contexto de trabajo y auto-realización ideologizado con una etnográfica de quienes lo viven o más bien padecen. Espero que muy pronto la cuelgue y podamos comentarla.
Para finalizar con un poco de alegría en el cuerpo, echaré mano de un extraño organismo que a menudo corretea por nuestro estudio y del que sin duda aprendemos mucho. Este ente hiperactivo, últimamente nos susurra a la oreja un optimista “sed propositivos, sed propositivos…todo esto está muy bien, pero sed propositivos”. Pensamos sinceramente que, si bien sabemos que YP no es la alegría de la huerta, intentamos situar nuestra mirada en el horizonte de lo posible y entender críticamente nuestro entorno para provocar cambios. Cuánta candidez en una sola frase. Hace poco comentaba en un post de abrelatas la necesidad de, no sólo compartir ideas, comentarnos proyectos o tomar copas, sino poner en continuo debate conjunto aquellos formas de trabajar, modelos organizativos, estructuras de investigación colectiva posibles, una red de intercambio continuo de reflexiones que ejerza posibles cambios en nuestra economía colectiva.
Tal vez un delirio, un nuevo paso en falso o un deseo imposible. Como buen productor cultural, al final siempre brota la ilusión de que estamos cambiando algo. Es normal.
El otro día, un amigo al que pago para que lea por mi, me comentaba que en el libro de Convergence Culture de Henry Jenkins se decía que «los debates sobre las estructuras horizontales forman parte de la propia estructura». Es por eso que este post mola y porque como dice Pedro, ya me parece que se logra un objetivo un debate que quizás sea inconcluso porque lo que importa de verdad es…simplemente plantearlo.
Por otra parte, participando de la idea que Pedro propone, me gusta la idea de ser «facilitadores». El problema desde el punto de vista narrativo es que para poder salir de las habituales élites que consumen este tipo de debates, hay que ser muy bueno para adoptar un discurso «para todos los públicos» y que no reduzca los matices y las expresiones del debate. Me planteo en este caso si sería posible una combinación entre uno de los adalides del neoliberalismo (el spot) y una reflexión de resistencia (este post).
¿Sería posible hacer un spot de este post? ¿El post spot?
Bajo mi punto de vista la forma de decir las cosas no son una posibilidad que hay que elegir frente a «lo que se quiere decir». El lenguaje no es un interfaz neutro. Si uno dice algo de una forma, ambas capas son las que articulan el sentido.Si los patrones que vamos a usar son los mismos que los medios o se parecen a los de la academia o a ciertas escuelas de pensamiento, es una decisión que cada una tiene q tomar..asumiendo las consecuencias.Pero pasemos página a esa idea de que una u otras formas educan, divulgan e interpelan al gran público mejor o peor versus las otras, que simplemente construyen una élite. Creo que podríamos darle la vuelta fácilmente y nos quedaríamos con cara de boniatos.Supongo que una u otra forma (o la que atraviesa a ambas) acaban por diferenciarnos de otros o incluyendo a los de más allá, pero acaso la diferencia no es esencialmente política?. No tenemos que compartir los modos de hacer política, ni siquiera su etimología..faltaría plus..
Felipe!..
1)El post/spot:
Es jodido verse como síntoma. Que dentro de uno mismo se genere cierta forma de gobierno que no acabamos de saber gestionar, no es algo agradable ni de aceptar ni de sobrellevar (no hemos sido demasiado educados para auto-analizarnos o, como decía maria ptqk en radioactivos, «para saber qué deseamos reamente»).
En el caso de la producción cultural, los efectos de esas forma de gobierno se perciben (y viven) como algo subversivo. Por eso se habla de biopolítica o gubernamentalidad, porque no es un poder externo sino que se instala en las propias formas de vida -en lugar de reprimirlas- La idea básica, es simplemente esta.
2)Más spot todavía:
«en el fondo no estoy precarizado. Si curro 24 horas al día es porque lo he decidido yo y porque esto no es un trabajo normal, sino que es una forma de entender el mundo y de cambiarlo»
3)Más spot todavía:
«prefiero la píldora azul o la roja..o acaso hay una tercera?»
4)Más spot todavía:
«produzco o reproduzco?»
y bueno, lo dejo..que tengo la sensación de que esto pierde sentido 😉
Éste es sin duda un post extenso y denso en el número de ideas por línea de redacción. Muchas de ellas subjetivas y otras aplicables a determinados contextos sin los cuales carecerían de sentido.
Con respecto a la afirmación de Isabel Lorey, y sin restarle razón en su afirmación, me gusta interpretar normal y norma en el estricto significado matemático, sin ningún tipo de perversión del lenguaje ni ambigüedad interpretativa, es decir: «El elemento o característica más habitual» que no es lo misma interpretación que «lo correcto» o «lo aceptable» o en antagonista significado «lo mediocre».
Respecto al continuo debate sobre forma de trabajar y/o modelos organizativos, personalmente haría algo más que debatirlos, trataría de darles una oportunidad de probar sus virtudes de forma práctica (siempre que esto fuera posible, por supuesto) ya que como suele decirse «En teoría, la teoría y la práctica son lo mismo, pero en la práctica, la teoría y la práctica son diferentes»
Saludos y ánimo para tratar de dar mayor continuidad a este blog.
A mi me pusieron el sobrenombre de cándido hace tiempo y será porque
me creo a pies juntillas lo de «No existe solución porque no hay
problema». Creo o busco o creo que creo en los filones positivos (grietas si quieres) de, como bien decía abrelatas en una canción que me regaló, «toda esta mierda que es ahora mi puta vida».
Pero no quiero tratar de plantear que mi visión ilusionada (sí,
optimista también) de las cosas hace ver más «brotes verdes» de los que hay. Probablemente no los haya pero sí creo que tenemos algunas cosas que tener en cuenta. Y hablando de cuentas creo que se trata de contar y de contarse (en eso también creo a pies juntillas, ya ves que soy un hombre de fe)
El acceso, el conocimiento está encerrado en hojas de papel, incluso
Foucault es infumable depende de cómo quieras verlo, así que hacen falta facilitadores del conocimiento. «Archiveros anarquistas» que provean de acceso a los procomunes. Tu «traducción» en este post aporta, de por sí, un nuevo espacio de conversación que con todas sus complejidades es mejor que su no-existencia.
Pues de alguna manera, esa misma idea, es la que creo que debemos
perseguir, la de poder acceder al conocimiento (y no sólo al conocimiento pero no voy a hacer un comentario más largo que el post :p, mi religión me lo prohíbe) como forma de resignificar nuestra forma de ser/estar/parecer en lo que habitamos. Si hemos decidido vivir aquí tendremos que asumir las contradiciones propias de que para poder estar conectados a internet tenemos que depender de la renta, de la telefonía y de la electricidad.
Cambio de tercio. Ser crítico es ser crítico. Por eso tampoco creo que se trate de sustituir nada de manera radical (porque no hay nada que sustituya a lo otro y que sea «bueno para todos», no creo en la
macroeconomía ni en los maximalismos) sino de empezar a operar cambios basados en tu propia honestidad. Los discursos excesivamente fatalistas creo que caen en el mismo problema de los discursos excesivamente positivistas: el reduccionismo. Y no se trata de buscar el término medio, entre el ying y el yang de la cultura contemporánea, creo que se trata de saber convivir con las contradicciones y por supuesto «reinventar» y remezclar la vida y la política cotidiana. Y si es riéndonos de todo ello y de nosotrxs mismxs mejor que mejor…
Y el pragmatismo no es sólo neoliberal. Nos gustan las cosas bien hechas, los textos bien escritos, los carteles bien pegados y las guitarras bien afinadas (bueno a mi no pero se entiende la metáfora) y eso no es ni bueno ni malo ni todo lo contrario.
Me gusta la idea que he leído a Jaron en la entrevista de Atravesad*s por la Cultura de que tenemos cosas que hacer juntos y juntas y creo que en el fondo de la calavera ese «estar juntos de manera expandida» es importante, quizás lo más importantes…
Así que sí, hacedle caso a vuestra vocecilla y «seamos todas»
propositivas sin caer en las garras del GTD o la productividad 😉 Espero haberlo sido en este comentario… y la barca irá sola porque está rebosante de humildad trascendental.