“Pero la elección entre la píldora azul y la roja no es realmente una elección entre ilusión y realidad. Efectivamente, Matrix es una máquina de ficciones, pero son ficciones que todavía estructuran nuestra realidad. Si extraes de nuestra realidad esas ficciones simbólicas que la regulan, pierdes la realidad en sí misma. -Quiero una tercera píldora!- pero ¿Qué es la tercera píldora? Definitivamente, no un tipo de píldora trascendental que facilita una falsa experiencia religiosa de rápida digestión, sino una píldora que me permitirá percibir, no la realidad detrás de la ilusión, sino la realidad en la ilusión misma”
Slavoj Zizek en The Pervert’s Guide to Cinema
Empezamos a escribir esto después de la estancia, participación y vivencia en primera persona del taller “Governance Cultural versus Institución de lo Común” realizado por universidad nómada junto a la Casa Invisible, la universidad libre y experimental y el MNCARS en el centro social autogestionado de Málaga que tuvo lugar del 17 al 29 de junio. Con esta breve reflexión queremos acercar la desmesurada potencia que habita el contexto Casa Invisible y la inconmensurable capacidad de quienes lo llevan adelante. Esperamos sirva como apoyo incondicional a esta iniciativa y como denuncia frontal del absurdo que supone a día de hoy ver el anuncio de su posible desalojo y el cierre del ciclo de negociaciones que en breve iban a dar con la firma de un Protocolo de Intenciones. Por si algunos/as no lo conocen, nos gustaría acercar qué es la Casa Invisible (o cómo la percibimos nosotras) superando los argumentos miopes que más allá de intentar entender las peculiaridades de lo que se está orquestando, se ahogan con los imperativos de la propiedad privada y la cantarina de alojos de inmuebles en desuso considerados ilegales. Lanzamos varias ideas para dar algo de contexto y acercarnos a algunas de las problemáticas que rodean esta situación.
Los procesos de transformación de las metrópolis que se llevan a cabo con el pretexto de ofertar las ciudades en un mercado global, producen toda una serie de impactos y regulaciones que afectan tanto a la producción cultural como a cualquier esfera social. Nos referimos, por ejemplo, a la puesta de largo de contextos metropolitanos en busca de su adecuación a los parámetros que van a facilitar que sean elegidos o no como capital cultural europea. En esta carrera se encuentra actualmente Málaga, que ha apostado por su candidatura para el 2016 Es bien conocido por todos cómo la creación de un relato homogéneo con estructura de fácil deglución es una estrategia que suele acompañar a la promoción de este tipo de candidaturas. El gobierno de Málaga no es una excepción, y ha apostado por reforzar la vinculación de la ciudad con Picasso , un ejercicio de valorización que en algunos momentos está insuflado de ficción y en otros cargado de ilusionismo. No deja de ser curioso (aunque a día de hoy ya no nos extrañe) que en este proceso se ignoren y criminalicen una y otra vez las iniciativas que están fuera del espectro institucional o que no adoptan la estructura y forma que los protocolos oficiales estipulan como idóneas para ofertarse como un “contexto cultural rico”. No podemos pensar en esas estrategias de valorización de la ciudad y de regulación de sus dinámicas culturales emergentes como mera formas improvisadas de reproducir políticas que se perciben como exitosas en otras ciudades. El volumen de candidez o de desconocimiento de los efectos que ese marco estratégico va a tener, no paraliza el impacto que producen las tácticas de governance cultural que éste oculta. Las llamadas a la participación son articuladas a través de estándares que simulan el contacto con la ciudadanía. Tal y como se señala en la web oficial de la candidatura
«No es una tarea que implique solamente a una institución, el Ayuntamiento, sino que es un reto para toda la “ciudadanía malagueña” que debe utilizar todo su potencial humano y mediático para convencer a quienes corresponden decidir sobre nuestra candidatura que Málaga es un referente cultural para toda la región euromediterránea»
La única postura posible pasa por sumarse a algo previamente consensuado. El diálogo y los procesos de participación ciudadana están curiosamente encorsetados en seguir un único camino, ese que ha decidido reproducir el que al parecer es único modelo posible para concebir la metrópolis contemporánea. Nuestra intención inmediata no pasa por analizar a fondo este tipo de estrategias políticas que ahora mismo se pueden dar en Málaga, pero no podemos perderlas de vista para entender mejor la actual situación del territorio con el que dialoga la Casa Invisible y su ciudadanía.
Recordando el diagnóstico que Slavoj Zizek elabora en su “The Pervert’s Guide To Cinema” al reclamar una tercera píldora en la película Matrix- esa que nos va a ofrecer la posibilidad de vislumbrar la realidad que se instala en el interior mismo de una esfera ficcionada – nos parece interesante enlazar esa idea con el ejercicio de resubjetivación que busca generarse en la Casa Invisible a través del contexto social, cultural y político que la atraviesa. Más allá de esa concepción donde analizar críticamente los códigos que normalizan y propician la interiorización de modos jerárquicos de relación social y de producción cultural pasa por convenir un espacio de excepcionalidad (un posible afuera, un ámbito resguardado de experimentación artística, un contexto académico concebido para tales fines, etc.) lo que aquí opera es un proceso de decodificación y de producción de autonomía insertado en la ilusión misma. Un dispositivo que pone en jaque, ya no sólo las contradicciones entre el derecho a espacios de uso social y los reglamentos de la propiedad privada, sino la manera de concebir el papel de la ciudadanía y los procesos de producción de conocimiento colectivos. Atrás queda la búsqueda de la realidad tras las bambalinas de la ficción; lo que se aquí se ensaya es la desarticulación de las tácticas de Gobernance Cultural a través de un (contra) dispositivo biopolítico.
La Casa invisible actúa como un interfaz que dialoga con la realidad del territorio que habita, como un “monstruo y máquina política” (tomando la referencia del texto a varias manos sobre centros sociales de segunda generación) donde los procesos de participación y de producción cultural no sólo no necesitan ser medidos bajo la métrica oficial, sino que se resisten a adaptarse a esos códigos estrictamente diseñados para incentivar procesos de mercantilización cultural. Mientras se arma el dispositivo/marca que intenta construir relatos homogéneos e imaginarios que ficcionen la ciudad (ese que prioriza los activos que conviertan la experiencia cultural en mercancía, que insiste en “poner en valor” el patrimonio y aquello que considerábamos espacio y dominio público) contextos como la Casa Invisible activan formas absolutamente innovadoras de producir/gestionar/difundir la construcción de imaginarios colectivos en la metrópolis. El dispositivo oficial busca modular la experiencia cultural en la ciudad, insiste en definir qué es y qué no es cultura e incluso cuál ha de ser el comportamiento y predilecciones de aquellos que la producen, consumen o habitan. La Casa Invisible, y la red que este centro social de segunda generación configura se revela como “institución de movimiento”, donde saberes, comportamientos, formas de organizarse, relaciones con el territorio, negociación con instituciones, apertura de metodologías (legales, jurídicas, conversacionales, etc.) se despliegan, experimentan y mutan continuamente con la participación y para el beneficio de la comunidad. Tal vez el miedo a la proliferación de procesos de autorganización y de institución de espacios autogobernados hacen que el punto de mira siempre esté fijado en este tipo de iniciativas. Era lógico pensar que no iba a ser fácil negociar la existencia de un contexto donde los preceptos neoliberales con los que comulgan gran parte de la clase política carecen de legitimidad alguna y tan solo son pasto para la ironía. Pero es penoso que los argumentos que se despliegan para cuestionar la potencial social y cultural de estos espacios, siga teñido de tópicos populistas que han sido una y otra vez desarmados y que lanzan la pregunta sin respuesta sobre su valor social y cultural como proceso de emancipación política y como hervidero de políticas bottom-up.
Una vez comprendido el panorama o algo más cerca de entender su peculiaridades, creemos que en el caso de la Casa Invisible ha sido inteligente apostar por dejar atrás esa vinculación resistencialista con las instituciones (ya sean medios de comunicación, museos estatales, etc.) e intentar hacer un uso de ellas para poder instituirse. Es necesario entender las especificidades del contexto sin llamar a metodologías que por defecto son tildadas como fallidas. Evidentemente esto conlleva problemas y cuestiones sobre las que hay que reflexionar respecto a la captura simbólica y los procesos de centralización por parte de instituciones hegemónicas cuya estructura y modelo de producción dista años luz de ser ejemplar, pero esto no ha de provocar parálisis alguna, ni dificultar la posibilidad de ensayar vías diferentes de instaurar nuevas formas de autonomía.
“Lo normal no es idéntico a la norma pero puede adoptar su función. La normalidad nunca es algo externo, porque somos nosotros y nosotras quienes la garantizamos y la reproducimos con alteraciones. De acuerdo con esto, nos gobernamos en el dispositivo que conforman la gubernamentalidad, la biopolítica y el capitalismo, en la misma medida en que nos normalizamos” (Isabel Lorey)
Muchas veces hemos comentado, discutido y nos hemos llegado a enrabietar entre colegas y allegados cuando hablamos sobre la capacidad de transformación que pueden o no tener nuestros proyectos e investigaciones culturales, así como el impacto social y político que pueden o no producir nuestras tareas. Pues sí…ya ves, de estas cosas llega a hablar uno entre copas y amigos.
Quienes trabajamos produciendo en la extraña y poco delimitable esfera cultural -si es que acaso no es todo el grueso social quien produce en dicho contexto, tema que hemos intentado abordar en alguna ocasión (PDF) – nos encontramos en una situación donde la autonomía, libertad y el poder tranformador que a veces le otorgamos a nuestro trabajo merece especial atención. Tal vez por las características de los contextos donde realizamos productos, servicios o ideas, tenemos la sensación de estar constituyendo cierta forma de antagonismo, resistencia o como mínimo de debate continuo sobre un status quo que parece imperecedero. La pregunta, entre otras muchas posibles, sería si nos hallamos en un proceso de normalización, como esa Máquina de Guerra entre las dos cabezas del Estado de la que hablaban Deleuze y Guattari, o tal vez nuestro quehacer es un proceso en el que vamos instituyendo una forma de percibir, producir y comprender la cultura generando estructuras diferentes. La incapacidad por conectar una red colectiva mayor, una arquitectura sólida conceptual e ideológicamente que cuestione y reconfigure todos los aspectos e instituciones que vertebran las tácticas de gobierno, es un déficit de suma importancia. Esperamos que alguien esté trabajando en llenar ese vacío o por lo menos se apueste por alguna herramienta que lo potencie (como por ejemplo el http://www.n-1.cc/ del cual algún día hablaremos en profundidad) pero…
En el plano individual (¿existe tal cosa?) la situación es igual de truculenta y contradictoria. La incapacidad por llevar a cabo un trabajo de investigación continuo con ritmos que podamos gestionar adecuadamente es ya casi un tópico de la producción cultural. Esto se suma al profundo desquicie cuando vemos aumentar el trabajo logístico, administrativo y de pura gestión que parece no tener excesivo peso en los manuales que describen a la supuesta “clase creativa”. Tal vez todo esto ocurra en cualquier otro tipo de trabajo, pero aquí es donde toca introducir el matiz sórdido de la producción cultural: aún siendo conscientes de estas dificultades que incluso son motivo de nuestro estudio, en ocasiones estamos seguros de que no hacemos un trabajo normal, de que el compromiso con cierta forma crítica de entender la producción cultural así como la militancia con algunos discursos, herramientas o formas de cooperar, hacen de nuestra tarea algo especial e incluso trascendente. Es lo que tal vez nos empuja a una ilusión de trabajo = vida = política donde el cruce entre una actitud post-68 y una versión de la figura del emprendedor neoliberal reproduce códigos como la auto-explotación o la identificación vital con el trabajo, que irónicamente ilustra el slogan geek del “90 hours a week…and enjoying it!” (ese que llevaban las camisetas que Steve Jobs regalaba a sus empleados)
La cita que encabeza este post está extraída del texto de Isabel Lorey “Gubernamentalidad y precarización de sí. Sobre la normalización de los productores y las productoras culturales” del libro editado por Traficantes de Sueños “Producción cultural y prácticas instituyentes”, una compilación de textos del proyecto Transform.
En este sintético y magnífico texto, Lorey usa conceptos de Foucault para intentar comprender el actual espíritu de trabajo de los productores y productoras culturales y las contradicciones con las que nos encontramos al intentar analizar la libertad, autonomía y, me atrevo a añadir, el poder de transformación y cambio respecto de un régimen dado. Lorey elabora cuestiones que resulta interesante sumar a las que introducen Chiapello y Boltansky en su “nuevo espíritu del capitalismo”quienes argumentan que aquellas proclamas de la sociedad civil, movimientos estudiantiles y obreros en las que se exigía mayor flexibilidad, autonomía y creatividad han acabado siendo un recetario para las transformaciones que se han dado en el nuevo paradigma laboral, ese donde no existe ya el límite que separa tiempo de ocio/ trabajo y donde los saberes, conocimientos y creatividad del trabajador son algunos de los principales activos de la empresa. Los enfrentamientos que se dieron durante los 70s reaccionaban a un orden institucional dominante estructurado por “aparatos ideológicos” como escuelas, hospitales, prisiones, etc. que reglamentaban los modos de comportamiento así como las formas de percepción y relación. El cambio sustancial sería pensar que los regímenes dominantes y las tácticas de reglamentación insertadas en la vida de los obreros para optimizar su tarea en la máquina de producción capitalista, no sólo se basan en maniobras estáticas y verticales, sino que puedan simular un diálogo con la sociedad civil a la vez que se descentralizan deviniendo más efectivas y poderosas. Pero antes de surfear sin rumbo, empecemos por el principio, es decir, por Foucault.
Una de las líneas fuerza de las investigaciones de Michel Foucault se centraba en analizar a fondo la noción de poder entendiéndolo más allá de su carácter represivo. Foucault buscaba revisar la idea descrita en ese poder vertical que prohíbe, castiga o sanciona delimitando las libertades de los sujetos. En diversos libros como en“El Nacimiento de la bipolítica”, Foucault analizó las formas y preceptos que el sujeto asume interiorizando así el poder, elaborando una noción de poder que ya no lo describe como un agente externo sino que éste forma parte del sujeto y es él mismo quien lo reproduce. Estas técnicas de gobierno son las que Foucault denominó gubernamentalidad. El giro propuesto sugiere un cambio de estatuto del poder, que ya no actúa sólo de forma coercitiva para condicionar el comportamiento de los individuos, sino que se instala y desarrolla en el seno de los mismos. Tal y como resume Lorey
Así pues, el poder se encuentra descentralizado, no viene impuesto unívocamente de arriba abajo ni corresponde con esa imagen mental de una identidad en la sombra que vigila y castiga a los sujetos, sino que el propio sujeto se autoinstituye dentro de un sistema de normas dado que, además, no es estable, sino que tiene la capacidad de mutar, adaptarse y reglamentar nuevos estadios (sociales, tecnológicos, culturales, etc.).Lorey, parte de este paradigma para analizar “las formas en que los conceptos de autonomía y libertad están constitutivamente conectados con los modos hegemónicosde subjetivación en las sociedades capitalistas occidentales”. Esa misma libertad y autonomía que en mayor o menor medida encontramos en nuestro trabajo y que entendemos va produciéndose bajo nuestro propio mando, sin un jefe o ente superior que nos limite o intente adoctrinar. Bajo el concepto “productores y productoras culturales” Lorey identifica una serie de agentes y colectivos que en su nivel de precariedad pueden hallar una forma de resistencia, una forma de ser “libre” y caminar a través de decisiones que uno/a misma toma. Una especie de ensayo que encuentra en la discontinuidad y en la precariedad laboral una herramienta para encontrar su fin que, en ocasiones, pasa por tener el poder de transformar el contexto político y social en el que está inserto. Esta situación encierra una paradoja donde la auto-empresa como gobierno de sí que a su vez forma parte de un proceso de subjetivación coexiste con el anhelo de libertad y automía. Según nos comenta Lorey:
El deslizamiento de las acepciones más libertarias de autonomía hacia un imaginario más propio del neoliberalismo económico es probablemente una de las incomodidades que, de forma consciente o no, toman partido en las idas, venidas y bajones de los productores y productoras culturales. Efectivamente, me refiero a esa sensación que nos asalta de forma mensual, semanal y, en los casos más dramáticos, casi diaria, de estar operando en dirección contraria a las ideas y posicionamientos que nos animaron a acometer nuestra comprometida labor. Por otro lado, en una interesantísima crítica que Maurizio Lazzaratto realiza al “Nuevo espíritu” de Boltanski y Chiapello, en un texto titulado “Las desdichas de la “crítica artista” y del empleo cultural” , el autor nos recuerda que “El neoliberalismo no busca su modelo de subjetivación en la crítica artista (tal y como la denominan Boltanski y Chiapello) porque tiene el suyo: el emprendedor, un modelo que se quiere generalizar a todo el mundo, artistas incluidos, como en el caso de los intermitentes franceses ”. No debe sorprender entonces que el discurso del emprendedor esté ganando fuerza en el que se suponía era un contexto de cuestionamiento y puesta en duda de ciertos preceptos ideológicos insertados en la lógica neoliberal. Cabe establecer un vínculo entre esa creencia en la precariedad como un lugar de resistencia con la configuración y apogeo del discurso del “emprendedor cultural”. Podríamos hacer ese ejercicio de proximidad y mutua consecuencia entre uno y otro escenario cambiando (mentalmente) en esta cita de Lorey el concepto “precarización” por el de “emprendizaje cultural”:
Este último es un tema de suma complejidad que merece un trabajo de investigación a fondo, una tarea que muy pronto, según me han chivado gente próxima al autor, va a publicar Jaron Rowan en este mismo blog (vale, de acuerdo, ha sido jaron quien me lo ha dicho..). En esta investigación se analizan a fondo todas las cuestiones que rodean al discurso del emprendizaje en cultura en un interesantísimo recorrido que combina el análisis crítico de un contexto de trabajo y auto-realización ideologizado con una etnográfica de quienes lo viven o más bien padecen. Espero que muy pronto la cuelgue y podamos comentarla.
Para finalizar con un poco de alegría en el cuerpo, echaré mano de un extraño organismo que a menudo corretea por nuestro estudio y del que sin duda aprendemos mucho. Este ente hiperactivo, últimamente nos susurra a la oreja un optimista “sed propositivos, sed propositivos…todo esto está muy bien, pero sed propositivos”. Pensamos sinceramente que, si bien sabemos que YP no es la alegría de la huerta, intentamos situar nuestra mirada en el horizonte de lo posible y entender críticamente nuestro entorno para provocar cambios. Cuánta candidez en una sola frase. Hace poco comentaba en un post de abrelatas la necesidad de, no sólo compartir ideas, comentarnos proyectos o tomar copas, sino poner en continuo debate conjunto aquellos formas de trabajar, modelos organizativos, estructuras de investigación colectiva posibles, una red de intercambio continuo de reflexiones que ejerza posibles cambios en nuestra economía colectiva.
Tal vez un delirio, un nuevo paso en falso o un deseo imposible. Como buen productor cultural, al final siempre brota la ilusión de que estamos cambiando algo. Es normal.
Durante los días 20-21-22 de mayo ha tenido lugar en Barcelona la primera edición del “E+C: congreso internacional de economía y cultura” impulsado por la Cámara de Comercio de la ciudad y apoyado por el Ministerio de Cultura
Este congreso, que nace con la pretensión de ser un referente y demostrar a la sociedad que la cultura puede ser un importante motor de crecimiento económico y de desarrollo, logró aglutinar durante tres días a polític*s, académic*s, empresari*s y analíst*s, para discutir en torno al papel de la cultura en la economía contemporánea.
Este evento que había levantado expectativas y recelos por igual tenía entre sus objetivos definir “un nuevo marco para la financiación de la cultura” repensando “el papel del mecenazgo, el patrocinio y la responsabilidad social corporativa” y buscando “experiencias de financiación pública y privada y de modelos de apoyo fiscal. Transformación del modelo de subvención en modelo de financiación sostenible a través de mecanismos incentivadores de la eficiencia y la generación de nuevos recursos”. Ciertos sectores recibían con preocupación estas ideas, puesto que en cierto sentido se pone en juego no tan sólo un modelo de financiación de la cultura, sino que se abre un debate en torno al papel que ha de jugar el Estado respecto a la cultura y la naturaleza de las políticas culturales que regularán esta relación.
En el Estado español, que es heredero del modelo de política cultural francés, se considera que éste ha de ser garante del acceso a la cultura por parte de la ciudadanía y es este mismo Estado el que ha de velar por la preservación del patrimonio, sin dejar de incentivar la producción cultural contemporánea. A diferencia del mundo anglosajón, el papel del mecenazgo privado sigue siendo bastante tímido y las relaciones entre instituciones públicas e iniciativas privadas para buscar nuevos modelos de financiación, aunque comienzan a crecer, son en estos momentos puntuales y en algunos casos anecdóticas. Una de las primeras ocasiones en que se discutió en torno a estos temas se dio durante el debate denominado ‘La cultura en tiempos de crisis’ que tuvo lugar el jueves 21 de mayo. Fréderic Delcor, secretario general del Ministerio de Cultura de laComunidad Francófona de Bélgica inauguró la sesión defendió la centralidad del Estado como agente de promoción de la cultura y presentó una serie de medidas que éste podía y debía tomar para promover la producción de la cultura. Entre otras iniciativas destacamos medidas de deducción fiscal a la producción, ayudas directas a salas de cine, subvención de actividades innovadoras y de alta excelencia, etc. Delcor argumentaba que el mercado puede tener un efecto perjudicial para la diversidad cultural y tan sólo el Estado puede garantizar la preservación de esta diferencia, concluyendo así una intervención claramente estatalista.
Esta charla inaugural fue seguida por un debate entre la actual ministra de cultura, Ángeles González-Sinde, el secretario general de la AAVC Florenci Guntín y el director general de RBA Libros, Joaquim Palau, la moderación corrió a cargo del presidente del CONCA, Xavier Bru de Sala. González-Sinde que en todo momento se mostró nerviosa y poco preparada para la sesión destacó el importante papel que podía asumir la cultura como elemento de crecimiento económico y de forma vaga dibujó las numerosas virtudes de la cultura como elemento de desarrollo. Guntín no dejó pasar la oportunidad para recordarle a la ministra que los creativos son el I+D de la cultura y que en estos momentos de crisis, son los primeros que se ven afectados por recortes presupuestarios, falta de subvenciones y retrasos en los pagos de las administraciones públicas. Recordando el papel que tuvo en los EE.UU el presidente Roosevelt durante la década de los 40, Guntín exigió un plan de rescate de la cultura, marcado por una mayor inversión del Estado en la creación, exención de impuestos para actividades creativas, mayor rapidez de pago por parte de las instituciones y por último sugirió la congelación temporal de la inversión en patrimonio en pro de una mayor inversión en la creación contemporánea. Esta medida aplaudida por Bru de Sala levantó ampollas entre ciertos sectores que no tardaron en demostrar su desacuerdo con la propuesta. Palau, en una línea similar exigió mayor complicidad por parte del Estado en con el sector del libro, con ayudas a las editoriales que apuesten por la innovación y digitalización de sus instalaciones. González-Sinde se mostró de acuerdo con las exigencias puestas sobre la mesa y musitó que el gobierno estaba trabajando en ese sentido, pero en ningún momento asumió ningún compromiso firme ni demostró estar en condiciones de poder hacerlo. Pese a ello no dudó en hablar de los problemas que para el ámbito de la cultura (cuando quería decir del cine) estaban suponiendo las descargas ilegales y confundiendo términos (como internet o la realidad virtual) aseguró que la Web era la causante de una necesaria reconversión industrial de la cultura. Según la ministra mucha gente, especialmente acomodadores de cine o propietarios de video clubs, están perdiendo sus empleos por culpa de las descargas de archivos, razón por la que consideraba necesario sentarse a hablar con el sector de internet (posteriormente Pedro ZEMOS98 se encargó de recordar a la ministra que “internet no es ningún sector, no podemos reunirnos para negociar con él”), y diseñar estrategias de futuro de forma conjunta.
Pese a esto, todos los ponentes se mostraron de acuerdo con la centralidad del Estado como elemento que debía financiar y promover la cultura y pese a algún que otro gafe de la ministra “los países más desarrollados económicamente tienen más y mejores escritores, pintores, creativos, etc.”, se llegó a un consenso en torno a la necesidad de una mayor inversión estatal en cultura, cosa que alivió a algunos de los asistentes que esperaban escuchar discursos mucho más duros en torno a la necesidad de vincular el futuro de la cultura al devenir de los mercados y la iniciativa privada.
“Nunca sería miembro de un club que me admitiera como socio”
Groucho Marx
“…a no ser, querido Groucho, que se trate de ZEMOS98″
YProductions
Buenas a todos y todas! No…no vamos a empezar cada entrada así, imaginaos el clima boyscout que conseguiríamos, pero con este post inauguramos el blog ESTRAPERLO en la zemosfera y bien merece un saludo afectuoso acompañado de una breve explicación de qué somos (o por lo menos quiénes somos nosotros, las preguntas de mayor calado existencial las dejamos para más adelante)
YP somos una productora cultural que llevamos algunos años trabajando en proyectos de investigación, formación y producción cultural. Y además, en esa otra vida que hay después del trabajo y que lamentablemente no sabemos muy bien donde está, somos 4 personas que compartimos intereses y algún que otro gusto.
Nuestros objetivos se han centrado en entender el trabajo en cultura como un modelo que, con sus limitaciones y extrañezas, nos puede ayudar a comprender los cambios que se han dado en el nuevo paradigma laboral. En ese camino, nosotros mismos hemos sido objeto de nuestro estudio. No podemos asegurar que este tipo de tareas, mirarse a uno mismo como síntoma o partícipe del problema, sea del todo saludable, pero entendemos que la investigación en cultura en ocasiones pasa por ejercicios de autoreflexión ya que muchas veces reproducimos roles y modelos que codifican (y contienen) parte de los problemas que intentamos descifrar. Esta será probablemente, una de las cuestiones que para bien, para mal y de forma directa o indirecta, intentaremos ir tocando.
Hace dos años editamos un libro titulado PRODUCTA50 donde recopilamos una serie de textos que analizan desde diferentes perspectivas la economía de la cultura. En PRODUCTA50 se tratan temas como el impacto en entornos metropolitanos de la creación de una ciudad-marca, procesos de gentrificación, externalidades de la cultura, valor de la cultura y propiedad intelectual, etc. Podríamos referirnos a ese libro como nuestro manifiesto, pero la época de las vanguardias pasó, y es mejor decir que, en cierto modo, funcionó a modo de statement. Los acercamientos entre la esfera cultural y la teoría económica también han ocupado gran parte de nuestros intereses.
En esta otra investigación que finalizamos recientemente, hemos intentado analizar de forma crítica las diferentes variantes que establece el actual discurso de la innovación al entrar en relación con la cultura, así como los recovecos conceptuales y políticos que encierra esta alizanza. Cuestiones como el origen económico del concepto innovación, las secuelas de la teoría del manegement y la cultura corporativa o las relaciones entre la creatividad social y el capitalismo cognitivo, son algunos de los temas que hemos abordado. Pero, sobretodo, esta investigación quería analizar qué supone introducir el concepto innovación en la esfera cultural y su consecuente cambio de estatuto, al pasar a entenderse como un departamento de I+D expandido o como un contexto propicio para fomentar el espíritu emprendedor. Esto dibuja discursos en ocasiones ambigüos en sus formas de conceptualizar la innovación y el emprendizaje y sitúa al sector cultural (y de hecho a gran parte de la esfera social) en un terreno políticamente complejo.
Siguiendo esta estela, en ESTRAPERLO aprovecharemos para comentar iniciativas que llamen nuestra atención, libros y lecturas variadas que nos ayuden a reflexionar, proyectos en los que estamos trabajando, etc. e incluso intentaremos analizar discursos que nos entusiasman, atraviesan o denigran.
Esperamos que algunas cosas os parezcan interesantes y que estemos de acuerdo sólo en parte. Hay quien dice que el mundo sería un lugar muy aburrido si no hubiera posiciones encontradas, y, en este caso, no queremos llevarles la contraria. Si una fiesta de la espuma es divertida cuanta más gente salta del andamio pensando que las pompas de jabón acolchonan el duro suelo, las reflexiones colectivas incrementan su interés con el nivel de participación y debate. Sobra decirlo, ya que de lo contrario esto no sería un blog y menos de ZEMOS98, pero todo comentario, crítica, matiz o recomendación serán más que bienvenidos.
Althusser decía que saludar, el gesto cootidiano de decir «hola» y alzar la mano, es un acto de interpelación, ahora lo comprobaremos! Sin más que decir ni introducir…empezemos comenzemos!