→aquí hay material documental para crear historias de ficción.
rollo elige tu propia aventura pero sin naves espaciales. son cuentos de vida que me han contado. la gente me cuenta historias y yo escucho. normalmente, sentada en bares o alrededores, de pie, apoyada en coches o en bordillos.
esta serie podría etiquetarse como Cuentos de Camellos pero yo lo he llamado camellos y ellas (inspirada en la canción MITIQUÍSIM de hidrogenesse). ¿Necesitamos cuentos de camellos, cuentos con camellos? No lo sé. Necesitamos historias de mujeres (está bien, para esquivar por una vez el debate de ¿qué es ser mujeres?, reformulo→ Necesitamos historias de protagonistas cuyos nombres normalmente acaban en –a haciendo otras cosas además de amar, inmolarse, cuidar, sufrir, parir, follar, ser deseables, trabajar y/o sacrificarse.
Necesitamos historias de mujeres que desean.
Y estas mujeres deseaban drogas*. Y me contaron historias de camellos. Ahí va eso:
mujeres/camellos
S. dijo que tardo una vez más de dos horas en conseguir lo que quería. Entre pedir y recibir. Que el tipo era mexicano y que tenía tal encanto que no te podías negar a esperar toda esa liturgia de la demora tan propia de los camellos. S. también dijo que un tipo hacía mdma en la habitación de su residencia universitaria. Como cliente, conocías el origen del producto y el modo de producción de primera mano. Fair trade. M. dijo que había tenido uno negro que era la única persona que le seguía mandando sms. Y estos solían tener contenido sexual a pesar de que él era asexual declarado. Que esa tensión sexual sólo se producía en los mensajes. L. dijo que el suyo era muy bueno pero que últimamente lo pasaba peor. Lo cortaba. “ahora parece cal y produce paranoia y dolor de cabeza”. M. preguntó que por qué los camellos provocan tensión. Risas. Pero tensión sexual. Pues porque tienen el poder. ¿No hay historias de mujeres camello? S. me contó como M. le había dicho durante una fiesta que se iba a dar una vuelta en el coche con el camello. Y que por favor vigilase desde el balcón y que si no volvía en diez minutos hiciese algo, como llamarla o mandarle mensajes o lo que fuera. S. vio como M. se subía la coche rojo del camello y al momento apareció alguien pidiendo nosequé y S. se aparta del balcón y se olvida de M. y cuando mira el móvil tiene 5 llamadas perdidas de M. Entonces se asusta mal y corre hacia el balcón mientras llama a M. “Que llevo veinte minutos aquí abajoooo”. Uf, susto. S. tira las llaves envueltas en un calcetín y vuelve al salón. J. también me habló mucho de sus historias en los baños. De la gente que se guarda sin querer los billetes enrollados. O no tan sin querer. I. me recordó a su camello intelectual. Un tío mega listo que escribe muy bien y lo sabe casi todo y también pasa. Y eso nos hizo recordar a T. que también escribe, investiga, ilumina con sus ideas y pasa. Y (además) es mujer.
Pero la mejor historia fue la de R. En Sevilla, se van a las tantas con la moto a un polígono o no sé a qué barrio a pillar. Ella y J. han quedado con el tipo en la puerta de una casa unifamiliar. El tipo cuenta la pasta y se mete en la casa. Pasa un rato. Más rato. Otro rato. Llaman a la puerta. Llaman al móvil del camello. Nada. Se empiezan a inquietar. Llaman más a la puerta. Pegan sus respectivas orejas a la puerta, nada, cogen el pomo de la puerta, el pomo gira, la puerta se abre. Al otro lado de la puerta: un solar desierto. Gran cara de estupefacción de las dos. La gran risa congelada. Meten medio cuerpo en el interior del solar, completamente a oscuras. Nadie. Salen corriendo por la calle hasta coger la moto. arrancan y, aunque se tienen casi prohibido este insulto, gritan prácticamente a la vez: «¡Hijodeputaaaa!». Y salen del barrio riéndose a carcajadas, montadas sobre el sonido del tubo de escape y las risas.
* me parecía un campo como poco explorado por las historias de ficción con tías, más allá de Christiane F (MITO) y Despentes (toujours cool et violente). Quería investigar sobre chicas consiguiendo droga y como yo apenas lo he hecho, me puse a preguntar. Y enseguida aparecieron los camellos. Entre los sujetos y la droga siempre están ellos. Como dijo D: “Yo sé más de chicas que se meten en los baños”.