Para Dan Halbert el camino a Tycho comenzó en la universidad, cuando Lissa Lenz le pidió prestado su ordenador. El de ella se habÃa estropeado, y a menos que pudiese usar otro reprobarÃa su proyecto de fin de trimestre. No habÃa nadie a quien se atreviera a pedÃrselo, excepto Dan.
Esto puso a Dan en un dilema. TenÃa que ayudarle, pero si le prestaba su ordenador ella podrÃa leer sus libros. Dejando de lado el riesgo de ir a la cárcel durante muchos años por dejar a otra persona leer sus libros, la simple idea le sorprendió al principio. Como a todo el mundo, se le habÃa enseñado desde la escuela primaria que compartir libros era algo malo y desagradable, algo que sólo los piratas harÃan.
Además, no habÃa muchas posibilidades de que la SPA (la «Software Protection Authority», o Autoridad de Protección del Software), no lo descubriese. En sus clases de programación Dan habÃa aprendido que cada libro tenÃa un control de copyright que informaba de cuándo y dónde fue leÃdo, y quién lo leÃa, a la oficina central de licencias (usaban esa información para descubrir piratas, pero también para vender perfiles personales a otras compañÃas). La próxima vez que su ordenador se conectase a la red, la oficina central de licencias lo descubrirÃa. Él, como propietario del ordenador, recibirÃa el castigo más duro, por no tomar las medidas adecuadas para evitar el delito.
Lissa no necesariamente pretenderÃa leer sus libros. Probablemente lo único que ella necesitaba era escribir su proyecto. Pero Dan sabÃa que ella provenÃa de una familia de clase media que a duras penas se podÃa permitir pagar la matrÃcula, sin pensar en las tasas de lectura. Leer sus libros podÃa ser la su única forma de terminar la carrera. EntendÃa la situación; él mismo habÃa pedido un préstamo para pagar por los artÃculos de investigación que leÃa (el 10% de ese dinero iba a parar a los autores de los artÃculos, y como Dan pretendÃa hacer carrera en la universidad, esperaba que sus artÃculos de investigación, en caso de ser citados frecuentemente, le dieran los suficientes beneficios como para pagar el crédito).
Más tarde, Dan descubrió que hubo un tiempo en el que todo el mundo podÃa ir a una biblioteca y leer artÃculos, incluso libros, sin tener que pagar. HabÃa investigadores que podÃan leer miles de páginas sin necesidad de becas de biblioteca. Pero desde los años 90 del siglo anterior, tanto las editoriales comerciales, como las no comerciales, habÃan empezado a cobrar por el acceso a los artÃculos. En el 2047, las bibliotecas de acceso público eran sólo un vago recuerdo.
HabÃa formas de evitar los controles de la SPA y la oficina central de licencias, pero también eran ilegales. Dan habÃa tenido un compañero de su clase de programación, Frank Martucci, que consiguió un depurador ilegal, y lo usaba para evitar el control de copyright de los libros. Pero se lo contó a demasiados amigos, y uno de ellos lo denunció a la SPA a cambio de una recompensa (era fácil tentar, para traicionar a sus amigos, a estudiantes con grandes deudas). En 2047 Frank estaba en la cárcel; pero no por pirateo, sino por tener un depurador.
Dan supo más tarde que hubo un tiempo en el que cualquiera podÃa tener un depurador. Incluso habÃa depuradores libremente disponibles en la red. Pero los usuarios normales empezaron a usarlos para saltarse los controles de copyright, y finalmente un juez dictaminó que ese se habÃa convertido en su uso práctico. Eso querÃa decir que los depuradores eran ilegales y los programadores que los habÃan escrito fueron a parar a la cárcel.
Obviamente, los programadores necesitan depuradores, pero en el 2047 sólo habÃa copias numeradas de los depuradores comerciales, y sólo disponibles para programadores oficialmente autorizados. El depurador que Dan habÃa usado en sus clases de programación estaba detrás de un cortafuegos para que sólo se pudiese utilizar en los ejercicios de clase.
También se podÃa saltar el control de copyright instalando un núcleo del sistema modificado. Dan llegó a saber que hacia el cambio de siglo habÃa habido núcleos libres, incluso sistemas operativos completos. Pero ahora no sólo eran ilegales, como los depuradores: no se podÃa instalar sin saber la clave de root del ordenador, cosa que ni el FBI ni el servicio técnico de Microsoft te darÃan.
Dan llegó a la conclusión de que simplemente no podÃa dejarle su ordenador a Lissa. Pero no podÃa negarse a ayudarle, porque estaba enamorado de ella. Cada oportunidad de hablar con ella era algo maravilloso. Y el hecho de que ella le hubiese pedido ayuda podrÃa significar que sentÃa lo mismo por él.
Dan resolvió el dilema haciendo algo incluso más increÃble, le dejó el ordenador, y le dijo su clave. De esta forma, si Lissa leÃa sus libros, la oficina central de licencias pensarÃa que quien estaba leyendo era él. SeguÃa siendo un delito, pero la SPA no lo detectarÃa automáticamente. Sólo podrÃan saberlo si Lissa lo denunciaba.
Si la universidad descubriese que le habÃa dado su clave a Lissa significarÃa la expulsión para los dos, independientemente de para qué hubiese usado ella la clave. La polÃtica de la universidad era que cualquier interferencia con sus métodos de control sobre el uso de los ordenadores era motivo para una acción disciplinaria. No importaba si se hubiera hecho o no algún daño, el delito era el hecho de dificultar el control. Se asumÃa que esto significaba que se estaba haciendo algo prohibido, y no necesitaban saber qué.
En general los estudiantes no eran expulsados por eso -no directamente-. En su lugar se les prohibÃa el acceso a los ordenadores de la universidad, lo que inevitablemente significarÃa reprobar todas sus asignaturas.
Dan supo más tarde que ese tipo de polÃticas en la universidad empezaron en la década de 1980, cuando los estudiantes comenzaron a usar ordenadores masivamente. Antes de eso, las universidades tenÃan una actitud diferente: sólo se penalizaban las actividades dañinas, no las que eran meramente sospechosas.
Lissa no denunció a Dan a la SPA. Su decisión de ayudarle llevó a que se casasen, y también a que cuestionasen lo que les habÃan enseñado cuando eran niños sobre el pirateo. Empezaron a leer sobre la historia del copyright, sobre la Unión Soviética y sus restricciones sobre las copias, e incluso sobre la constitución original de los Estados Unidos. Se mudaron a Luna, donde se encontraron con otros que de la misma forma intentaban librarse del largo brazo de la SPA. Cuando empezó el Levantamiento de Tycho en 2062, el derecho universal a leer se convirtió en uno de sus objetivos fundamentales.
Copyright 1996 Richard Stallman
Se permite la distribución y la copia literal de este artÃculo en su totalidad y por cualquier medio siempre y cuando se conserve esta nota
***
El DÃa de la Cultura Abierta de mañana 10 de septiembre se celebra en una biblioteca pública recién estrenada. Esperamos que la distopÃa de la historia de Lissa y Dan no se cumpla jamás. Sigamos construyendo y abriendo nuestro derecho a leer.