cuídate de mí amor mío
cuídate de la silenciosa en el desierto
de la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de su sombra
de Árbol de Diana (1962) – Alejandra Pizarnik
En el mercado del amor, muchas participan como consecuentes jugadoras, algunas como comparsas que no pueden evitarlo, y pocas consiguen enfocarlo con la suficiente franqueza, distancia y frialdad. Es el mercado del amor contemporáneo, a través de la lectura de Por qué duele el amor de Eva Illouz. En él, no todos los actores participan con las mismas reglas. Como si se tratase de un juego de damas trucado, en el que cada color de fichas cuenta con unas habilidades, armas y poderes distintos. Un juego de “damas” y “caballeros”, porque éste es un libro del amor romántico heterosexual, aunque en numerosas páginas podrían reconocerse dinámicas válidas para todo tipo de parejas.
En ‘Por qué duele el amor’ se dibuja la distorsionante tensión entre la “autonomía” y el “reconocimiento”, y la distribución de géneros entre esos dos polos de la “arquitectura amorosa”, en términos de Illouz. Si consigo hacer una mediana descripción, en los próximos párrafos, es lo que me interesa para este texto:
Las dinámicas sociales imponen que los participantes de una relación guarden para sí sentido de la “autonomía”: numerosos factores, de los que no es el menos importante la psicología y las psicoterapias, han inculcado en nosotros una necesidad de mostrarnos y creernos seres independientes y autónomos. Amar en esos términos implicaría por tanto hacerse personas “completas”, que no entregan trozos de personalidad en una relación y que, cuando ésta termina, no sufren más que lo necesario. Lo contrario sería una “tara” de la personalidad.
Pero por otro lado tira el “reconocimiento”, la potencia que da la relación amorosa, la importancia que, socialmente, obtienen las partes de la relación de tener a ese otro que lo enfoca, encuadra, desea, reconoce. Ser «amado» es un valor que cotiza.
He ahí donde se da el desequilibrio, que Illouz describe minuciosamente con ejemplos, entre “damas” y “caballeros”. En la autonomía, hay unos que saben guardarla, mantenerla y ostentarla de una manera mucho más determinante que otras. En el reconocimiento, hay unas que requieren, anhelan y dependen mucho más que los otros. Según el libro de Eva Illouz, en la ecología del amor contemporáneo, los hombres no sufren del mismo modo que las mujeres, porque la autonomía la traen puesta “de serie” –y la autora describe los factores sociológicos de ello-; mientras que la mujer ha de obtener reconocimiento mientras muestra autonomía. Se hace la dura.
Numerosas veces he dicho que me gustaría haber sido hombre, para así haber sido inoculada con esa maravillosa aptitud para el desapego, la desafección de los vínculos y la ausencia de necesidad de reconocimiento amoroso. Illouz no dice que los hombres carezcan de eso, sino que esa necesidad está mucho más equilibrada con su sentido de la autonomía. Que no se confundan mis explicaciones: no se trata de diferencias genéticas u hormonales, todo lo que este ensayo describe está apuntalado por las relaciones interpersonales que se dan en sociedad, y las diferencias de género en el amor se crean y afianzan allí.
Las asimetrías no terminan ahí, sólo mencionaré uno más de los temas que toca el libro: Illouz ensaya el amor como un mercado, decía arriba, y como tal capitalismo amoroso se sirve de las mismas lógicas. Puede más quien menos demanda. Y quien más ofrece es el eslabón más débil en el intercambio.
“A diferencia de lo que ocurre en la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo, en la que el primero sólo puede ser debidamente reconocido por un esclavo autónomo, los hombres necesitan el reconocimiento femenino en un grado menor al que las mujeres necesitan el reconocimiento masculino. Y eso es así porque tanto hombres como mujeres necesitan el reconocimiento masculino” (204)
«Trata únicamente de la innata necesidad de amor que todos tenemos”, dice uno de los samples del disco ‘Cásala’ de Le Parody. Creyendo firmemente que todos tenemos una innata necesidad de amor, ésta se redistribuye, compensa o emborrona a lo largo de las interacciones sociales y los aprendizajes de la vida, agigantándose o empequeñeciendo además gracias a modelos de género bien definidos: independientes héroes «puedo-con-todo-solo» ellos, delicadas heroínas «sólo-en-el-amor-me-realizo» ellas-. Le Parody es una músico que ofrece otro tipo de letras de amor, distintas de los estereotipos de la entrega y el dolor desiguales. Al reescuchar su disco estos días, se me apareció esta lectura de Tip Toe (punta tacón).
CÁSALA (sound track) by Le Parody
La canción comienza con:
Llevo la cara de estar pensando
Parte como una canción romántica desde el distanciamiento. Para empezar, es un tropo de ese amor contemporáneo que describe el libro de Illouz. Una nunca dice con claridad lo que siente. Una, ahora, se guarda pocas cosas como los sentimientos, porque puede…
A prueba de cuerpos, mi cuerpo
… dar el cuerpo, ofrecerlo, compartirlo, disfrutarlo. Pero no expresar qué se espera de esa noche, de ese encuentro, de los días por venir. En las relaciones contemporáneas, según Illouz, se da algo parecido a lo de las películas de crímenes: «todo lo que diga puede ser utilizado en su contra», y así…
Llevo tu vaso de agua al puerto
camino y me siguen los ríos
¿Dice Sole que lleva el agua -las emociones- que le ha dejado el encuentro amoroso al “puerto”, a un lugar lleno de otras aguas, donde se confunda con las demás? Sé que aventuro demasiado. Pero la voz de esta canción está debatiéndose con las tensiones que describía arriba: «te he conocido, has hecho mella en mí, no te lo voy a decir»… Y es aquí donde sucede este gran momento de la canción:
Llevo la mano cosida para no herirte
La mano cosida a la boca
Ando buscando tu casa por todas partes
Llamando en secreto tip toe
En esos dos primeros versos, se describe un duro y consciente gesto de autocontrol. Reprime la narradora la expresión de los sentimientos que provocarían la espantada. Hay un vínculo y un lazo, pero se impone el distanciamiento. Y sin embargo, llama, en secreto…
A todas las puertas
para que me abran a todos les digo que vengo con hambre
que traigo tu nombre, lo traigo de lejos
lo uso de noche, cuando viene el frío
Entonces es cuando ingresa ese “otros”. Esos demás a los que les confiesa el hambre, la sed en lenguaje pizarkiano, la sed de la enamorada; a esos “otros” les hablamos de nuestra necesidad, les abrimos la “boca cosida” y les decimos que sentimos frío, y que entonces…
Tip toe Tip toe
Aún en la tensión, se explicite o no, ésta es una canción que termina en un baile. Con la punta y el tacón, entre la autonomía de la persona y el hambre de la enamorada, su conclusión es ese torbellino que no se puede expresar y que, en cambio, danza.
Sólo me he dejado fuera el sample que encabeza la canción:
(Komarov yelling, about to crash full speed into earth)
I’M ASKING YOU VERY NICELY, PLEASE, PLEASE DON’T LEAVE ME.
Te lo estoy pidiendo muy amablemente: por favor, por favor, no me dejes.
Una manera cargada de sentido, de súplica quieta, de mostrarse dependiente y entregado. Una entrega y una dependencia que a duras penas se encuentran hoy en las relaciones amorosas. Las más de las veces una se queda entre el hambre y el frío. Una se queda ahí porque, durante unas horas, semanas o meses, le torcimos la mano a la lógica capitalista de la escasez.
Uno de los valores que más estimo en este disco, que no me ha abandonado en meses, es precisamente saber contarnos de otro modo la relación amorosa y el dolor: también el aprendizaje del desprenderse, eso que está contenido en «llevo la mano cosida…». Pero, bajo la lectura del libro de Eva Illouz, ‘Tip Toe’ esconde una dinámica harto conocida por muchas de nosotras. «Eso que acaba de pasar me ha dejado mella, no se puede explicitar porque entenderías que ahora lo quiero para siempre. Y huirías». Entonces, me coso la mano a la boca. Me coso las exuberancias de los sentimientos. Me llevo mi vaso de agua eterno. Le cuento a otros mi hambre. Pero no dejo de amar. Punta-tacón. Y bailo.
Una de las tesis de ‘Por qué duele el amor’ es que mujeres y hombres obtienen valor de las relaciones amorosas, de forma diferente cada uno, con las asimetrías descritas arriba. Las letras de Sole Parody se engarzan como piedras preciosas en los análisis de este libro y, a la vez, los discuten: podemos sentir, podemos sufrir y podemos amar sin pausa, pero no vamos a tener más o menos valor por estas o aquellas relaciones. Ya nos estamos negando a formar parte de ese mercado del amor contemporáneo, la marca del capitalismo heteropatriarcal. (*)
// De los cinco libros que llevé conmigo este verano, alcancé a leerme dos. Uno está entre los montones del escritorio desde hace algunos meses, y sabía que me iba a revolver entera. Por qué duele el amor, de Eva Illouz, ya había inspirado sin haber pasado de la introducción algunos textos de este blog.
De los cinco o seis discos que llevaba conmigo en el móvil, volví a escuchar uno que me acompaña desde hace muchos meses –soy, con la edad, cada vez más animala de costumbres-. Esta entrada es una lectura de una canción, como agradecimiento y muestra de amor a su autora, aunque no estoy del todo segura de que vaya a gustarle. //
(*) Párrafo añadido 26/8/2013
Lo leo y lo leo y lo vuelvo a leer y no se me ocurre más que añadir. No hay nada más que añadir. Es (fue) justo, justo eso. Y es (será) este el texto-trampolín desde el que reafirmo la que quiero que sea temática de mi vida por venir (¿de mis discos por venir?) – el no atarse, el dar no es perderse, el amar no es depender – convencida de ello – y agradecida de encontrar ayudas/fuerzas/palabras para seguir convencida en sitios como (siempre) este blog.
Sole.
Bonita radiografía… solo quería dejar constancia de la mella/huella…
http://www.fleshmap.com/listen/music.html