Escrito al entrar: La idea de que Gabriela Wiener, la escritora y periodista que vive de contar en primera persona las más sucias gamberradas, siente pánico ante la idea de exponer sus intimidades de pareja ante la audiencia.
Eso mismo pensaba minutos antes de acceder a la Sala de Juntas del Círculo de Bellas Artes, el sábado del Festival Eñe, porque esos minutos se alargaban y unas cuarenta o cincuenta personas esperábamos en la antesala. Yo no sabía por qué.
Que escribir es un vicio pernicioso y, a veces, un solipsista método de desnudamiento, es algo que algunos de mis lectores saben. Que cualquier lector de blog “personal” sabe. Algunos conocerán a la simpar Gabriela Wiener (a la cual dediqué unos cuantos textos tras la lectura de Nueve Lunas), unos cuantos menos conocerán a Jaime Z. Rodríguez (quien, para mí, hasta hace bien poco no era nadie).
Hoy es el director de la revista Quimera, y he de decir que la revista me gustaba en su etapa anterior, pero que Jaime está invirtiendo y experimentando para que me atrape cada día más. Antes de ese hecho, desconozco a qué se dedicaba. Pues, al contrario que su pareja, no pasa buena parte de su jornada contando su vida al mundo.
No es un caso demasiado común éste: es ella la que tiene mayor visibilidad social (en lo literario), dos libros publicados y ampliamente comentados (Sexografías, el mentado Nueve lunas). En el Festival Eñe, fuimos citados por la pareja para una “acción” en la que nos contarían sus interioridades: Dímelo delante de ella.
JAIME: No somos actores. Yo dirijo una revista literaria
GABI: Yo trabajo en una revista que regala pelis porno.
Quería, necesitaba saber qué tramaban entre los dos: hasta hoy -salvo por algunas de las barbaridades gonzo a las que Gabi ha logrado arrastrar a su marido- no conocía experiencias literarias de la pareja. Y nos prometían desnudar sus chats íntimos.
Lo hicieron entre los dos, con cuatro manos, dos webcams, dos pantallas que proyectaban sus gestos y reacciones, un diálogo que estaba a medio camino entre el vodevil televisivo y la literatura epistolar amorosa. Con mesura y afán exhibicionista a partes iguales, nos hicieron llegar una selección de fragmentos de los cientos de chats que debe albergar, después de diez años de convivencia, la inmensa barriga (y engordando) de los respectivos gmails.
A través de diversos episodios, sin hilación cronológica, de su vida en común -incluyendo traslado a España, vida en Barcelona, pinitos literarios, primeras publicaciones de Gabriela, cambios de casa, nacimiento de Lena…-, nos contaron todo eso anclándose básicamente en su literatura común, con un emisor y un receptor únicos: ahora, de pronto, revelada. Ella nos tiene acostumbrados, él no tanto; pero en mi interior no pude sino asistir, cada minuto más tocada y violada íntimamente, al desnudamiento de los grotescos fenómenos que se dan al interior de cualquier pareja. Al interior de cualquier pareja que tiene, al menos uno de ellos, afanes literarios. Gabi, sin pudor, se enseñó como la mujer adicta a la admiración y fanática del piropo. Jaime, con pudor, mostró un poco de sus ambiciones poéticas y los sentimientos de frustración que, durante años, ha acumulado, por apuntalar el desarrollo creativo de ella.
“¿Quieres ser escritora? ¿Quieres ser escritora? Pues ¡escribe!”
Podría ser un diálogo de una sitcom o de uno de esos filmes muy dramáticos con patologías psiquiátricas diversas entre sus personajes. Lo cierto es que es parte de mi vida íntima y, a medida que se desarrollaba la charla/acción mutante de Gabriela y Jaime, más me gritaba en la cabeza, ésa y otras cosas que en otros tiempos tuve que escuchar.
Ese día, durante la escenificación de Jaime y Gabriela fue como si mi historia hubiese tenido una alternativa; un “si usted desea ser escritora, confíe en su pareja que le va a ayudar y pase a la página 205”.
Y siete años más tarde esa persona está un poco cabreada y frustrada por no haber podido hacer ninguno de sus saludables planes, pero tú has sido persistente y talentosa y trabajadora y tienes por ahí un par de libros con tu nombre en el lomo.
Y seguís juntos.
La idea de la acción, al parecer, se la dio Jorge Carrión a los dos. Aunque este territorio carnoso, sexual, fustigado por libidos enormes, abigarrado con pañales sucios, castrado por la apretura económica, asfixiado en frustraciones asombrosas y miserables, probablemente refleje a muchas parejas del orbe, pocas se me ocurren que podrían haber contado cosas tan rotundas. Sin parecer Pimpinela, aunque quisieran.
Hay una escena en su performance que (me) puso los pelos de punta. Ellos se pelean. De verdad. El ego de uno y la paciencia del otro. Demasiado real, demasiado humano, demasiado bien escrito porque son dos escritores como la copa de un pino. Demasiado vivido.
Pero desde un buen principio ellos nos lo advirtieron:
GABI Esto no va de literatura, va de amor.
JAIME: Esto es definitivamente un acto de amor
Probablemente, escribir no pueda ni deba ser otra cosa.
Escrito al salir: Esto que han hecho Gabriela Wiener y Jaime Z. Rodríguez ha sido sencillamente impresionante. Claro. Sucumbo a la lágrima o salgo corriendo a emborracharme. Lo segundo.