Hay una droga (en un libro que leo) que se llama Sopa-S: destruye las mentes pero, antes, deja a sus consumidores vivir la felicidad de estar centrados, profunda y completamente, en una única idea/factor/elemento/sensación.
«La sociedad de la dispersión» podrÃa llamarse el próximo poema de Eloy Fernández Porta (pero él está mucho más allá, para qué negarlo). Dispersarse, multiplicarse, reventar el cerebro y el procesador del ordenador con un millón de tareas simultáneas, es una enfermedad de este tiempo.
Me siento a escribir lo que tengo que escribir. Pero abro, además, otros cuatro documentos donde tengo que dejar anotadas ideas; la noche se presenta productiva y he de producir antes de asesinarla. Mientras, sueño con gente a la que nunca conoceré, con gente a la que que he conocido Ãntimamente y no quieren saben nada más de mÃ, con gente que no me importa un carajo y no me interesa conocer. Mientras, recuerdo viejas noticias absolutamente insustanciales sobre unos dispersos que creÃan que querer era algo divertido y lo llamaron poliamor.
La enfermedad de nuestro tiempo: no es falta de concentración, es falta de compromiso.