Soy sevillana de nacimiento, vi la luz en una clÃnica trianera el 8 de marzo de 1974. Pero no, no creo en el dÃa de la mujer ni en los reyes magos (con minúscula ambos).
Me fui hace demasiados años de allÃ, cuando vuelvo ya no me parece mi ciudad. Recalé en una de las capitales más hermosas y desconocidas del subcontinente sudamericano. Después, en la capital del paÃs España, un lugar que atrae y repele y a mà a todas horas me fascina.
Vivo en una preciosa calle de Madrid cuyo nombre, el de un notable periodista, me sirve de inspiración a diario. Ya no me creo aquello de que escribir es doloroso. Pero cuesta.
Mi teléfono móvil es el mismo desde que tengo teléfono móvil.
Mi correo electrónico es, a todos los efectos, carolinkfingers -en uno de esos sitios tan majetes y gratuitos (el correo del punto g). EscrÃbeme sólo para ofrecerme trabajo, remunerado.
Trabajo escribiendo. Escribo trabajando. Puede decirse que hago exactamente lo que siempre quise hacer. Otra cosa es que me esté ganando la vida.
Me he borrado de una docena de redes sociales. He hecho desaparecer mis huellas y ya no encontrarás fotos mÃas en (casi) ningún lado. Soy una escritora sin cara, hasta que no logre parecerme a Robertson Davies. Las redes, por su parte, son un peligro mortal para el individuo, en estas sociedades uniformadoras donde la individualidad se sustenta sobre cosas tan frágiles como los cosméticos que te pegas en la cara.
Y, cómo no, tengo un blog.