Me pongo hoy con uno de los relatos que más tiempo llevan en la nevera. Me enfrento a juntar, primero que nada, las notas dispersas que los trayectos en autobús me inspiran, y no es tarea sencilla ésa. Con ellas, y con un par de vagas intuiciones más, armar una mÃnima estructura, y empezar a llenarla de aire que corra entre sus vigas. Estoy aprendiendo rápido, siento mayor seguridad. Los cuentos van acercándose cada vez más fácilmente a la idea que los motivó -siempre un resplandor diminuto, como la fosforescencia del proteus anguinus en lo hondo de su cueva- o, por decirlo de otro modo, tomo con menos cargo de conciencia una ruta definida, concreta, sea ésta cual sea, se parezca o no la que imaginé en un principio.