No tengo ni idea de cuánto vale un billete de autobús, y mucho menos uno de avión. Pero después tocarÃa volver. ¿Qué destino posible hay para un pajarraco tan defectuoso? ¿Revisan en los aeropuertos la consistencia del viajero tanto como sus intenciones violentas? A mà me tocan los sobacos y me descojono. Pero lo visualicé, sólo por un fugaz instante, me imaginé abriendo los brazos ante una simpática agente de seguridad en el control del aeropuerto, un aparato largo como mi consolador haciendo un recorrido preciso del contorno extasiado, firmemente enamorado en ese fugaz instante, de mi cuerpo, mi desformateado cuerpo.
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Historial de defectos, ahora, se llama Anabel. Y es que una nunca puede estar segura.
No es «mi» tropiezo. Soy una medium.
Después de «visualizar» tu tropiezo… he sentido cosquillas.