Lento y doloroso es escribir ficción. La prisa es mi peor enemigo. El dolor no me importa. Para eso está el whisky y, en todo caso, ya no molesta tanto. La prisa me dice «publica, cuenta, explica, muestra, enseña». Mi relato, La infame, avanza todos los dÃas y la sensación que eso produce es indescriptible. Qué coño, describir a todas horas produce diarrea verbal.
Él también tenÃa palabras, un don de la elocución que no parecÃa corresponderse con ese montón sudoroso de caries, eccemas, moratones, trozos muertos de piel, pelo a punto de desprenderse. Habló y habló durante horas, y a ratos parecÃa a punto de pedir perdón o incluso estar en el proceso, pero su verborrea derivaba por cualquier otro vericueto y se desvanecÃa la posibilidad.
Lento y doloroso: asà anotó Erik Satie que debÃa tocarse la Gymnopédie n 1. Hace casi un año puse unas tontas lÃneas a bailar al son de dicha pieza y hoy me da la gana de ponerlas aquÃ:
Soy nueve notas tan dubitativas como escabrosas: aparecemos y saltamos al vacÃo, en un lugar donde la caÃda es frenada por la ausencia de aire. Tenemos un húmedo colchón de acordes pardos, soñolientos. Quieren irse a acostar pero continúan ahà debajo, allá debajo y lejos, sonando para frenar nuestra caÃda en el vacÃo donde la música no sucede. Soy nueve notas y una coda orgullosa en espiral genética, sentimos que debemos reproducirnos en ti, en vosotros, asà como nunca podréis desentrañar la más mÃnima porción de nuestro secreto. Tan sólo nueve notas que ahora ya no somos nosotras mismas, mutamos desaforadas en el espacio oblicuo de la ausencia de deseo. Quien nos creó imaginó un lugar húmedo y volátil, imaginó poder caer sin peso hasta más allá del cómodo colchón de los dÃas, del tener que levantarse a trabajar, del tener que llegar a casa y acostarse. Quien nos creó a duras penas podÃa dejarnos quietas. Hubiera gustado de caracolearnos al infinito. BebÃa vino mientras jugaba con nosotras, sus hijas. Se morÃa de aburrimiento en el salón de su casa, golpeaba la pared con la cabeza cada vez que completaba una frase. Otra más, pum. Rellenando la ausencia de percusión con su hondo sentimiento. El piano es un colchón para su dolor. Desatina y escribe estas nueve notas. Es un hombre antiguo y sencillo. Somos nueve notas que no sabemos quedarnos quietas. Volamos y volvemos y nos hundimos en el vacÃo cada vez que intentas atraparnos. Somos ésas: truhanas que nada podemos hacer por tu tedio salvaje. Quédate tranquilo y reposa aquà la cabeza golpeada: en el hueco de estos dos acordes blandos, soñolientos y cansados como mamuts de otro tiempo. Volamos, volvemos, nos hundimos otra vez sin siquiera disculparnos.