Maté mi Flickr. Después de tres años y pico. No me voy ni a explicar ni a disculpar. Lo más divertido es que me liberó. No hay resentimiento, más bien ligereza. Tuve muchos momentos de odiarlo. Las redes sociales son seres peligrosos, amorfos, discontinuos, peludos, llenos de tentáculos: uno es solo un individuo frente a una ingente masa. Flickr fue, probablemente, la primera de estas redes que abracé con siete pares de brazos. Me regalaron una cuenta «pro» y luego me la pagué yo. Descubrà a increÃbles fotógrafos. Me entusiasmé haciendo fotos, aprendà mucho. Todo habrÃa estado bien, si no hubiera jugado con el reverso de la imagen. Uno ha de saber muy bien quién es para pulverizar de esa forma la identidad. He ido desapareciendo paulatinamente de todas las redes sociales. La reconstrucción se hace offline. Pero borrar tu rastro es mucho más complicado que crearlo. Flickr avisaba, histérico, «vas a borrar tu perfil y TODO EL METADATA». DIOS, el metadata, sobre todo el metadata. Como dicen Altocamet -grupo argentino-, «una costumbre menos«.