Yo quiero escribir cuentos, Iban. Lo vengo haciendo desde que tenÃa uso de razón. En tercero o cuarto de aquella EGB tenÃamos una actividad (¡hola, Juan Palomas!) a la que llamábamos «texto libre». Libres eran nuestros intentos narrativos y libres deberÃan seguir siendo. Los niños, de forma voluntaria, redactábamos una historia que luego leÃamos en clase, delante de todos. Yo no faltaba, ni una semana. Todos podÃan elegir el mejor relato y más de una vez el mÃo (aquella historia de la «señora Lemon» que recuerdo como con un vago halo romántico) salió ganador. Escribà muchas historias entre los trece y los dieciséis años, bajo la influencia mal digerida (los estómagos adolescentes no pueden con tanto) de los mejores cuentistas latinoamericanos: Cortázar en mi cabecera, como en la de muchos otros crudos aspirantes. Vivà luego como un cronopio, me enamoré de otro cronopio y abandoné el hábito de contar cuentos cuando mi propia existencia era en sà misma el más intenso relato.
Quiero seguir contando historias, Iban, pero ahora no acepto influencias, no sigo doctrinas ni converso con el estilo. Ahora sólo sé que pasó el tiempo de la auto-indulgencia y que escribir, como decÃan los surrealistas, no puede ser distinto de vivir. Se vive como se escribe, y viceversa. ¿Verdad, Iban? He aprendido muy pocas cosas y la mayorÃa no sirven para nada, pero ésa, esa sola enseñanza, es una especie de faro eternamente luminoso para el poco tiempo, el poco lugar que le puedo destinar a la escritura. Llevo la escritura dentro como un tatuaje en las entrañas, como la lleva mi madre, que hace un tiempo que no puede escribir desde que adquirió su añorada libertad de hija dependiente. Yo soy una madre de familia sin habitación propia. Yo quiero escribir cuentos y por eso te escribo.
Cartas no son cuentos, pero el epistolar es, de todos los géneros, el que me ha ayudado a ser lo que soy. Las cartas me dieron la vida y las cartas me la han devuelto. ¿Por qué te tomo de destinatario? Tú eres escritor y sabrás darle a este gesto su justa interpretación. Escribes relatos. Y tienes uno que empieza «Mi vida es un desastre» y te lo envidio; y tienes otro que se titula «La solución al problema de la vivienda» y yo intento dar forma, hace dos años, a mi propio «El problema de la vivienda» (te has adelantado un buen montón de pasos); y juegas con el tiempo y el espacio como a mà me gustarÃa poder hacer; y sitúas a tus personajes en épicas encrucijadas morales sobre el porvenir, el destino, y la destinación (y hace siglos tuve un cuento, ni idea de si tendré una copia por ahÃ, que titulé «Destinación», como aquel gran tema de The Church). Y escribes sobre letras («La fábrica o a, e, i, o, u» es, quizá, mi favorito) e introduces (sin temor a que te cuelguen el «pop» tag) a Everything But The Girl como personaje (y yo escribà «La abducción de Jean Seberg» porque Jean es un mito, pero es una persona y es cualquiera de nosotras y es todas nosotras y ninguna, y es un sÃmbolo de la melancolÃa inherente a nosotras); y escribes «Adulterio»; y pones a dos en «Viaje de verano» a discutir sobre Bryan Adams o Ryan Adams. Las cosas comunes y corrientes están detrás de todo lo que resulta narrable y maravilloso, ¿no es asÃ, Iban?
Y no quiero extenderme más porque las cartas largas invitan al bostezo. Pero admiro y copio tu posicionamiento: escritura es tomar opciones, tomar opciones es polÃtica, la vida es polÃtica, la escritura es vida. Y yo quiero escribir. A todas horas.
Tu peux me contacter à cette adresse : vincent.pommier @ orange.frVincent
Mais quelle surprise! Tu m’a trouvé depuis longtemps! Attends mon email, bien sûr.
Muchas Gracias Carolina. Espero tu email.Vincent
Bonjour Carolina !C’est Vincent Pommier de France… Te te souviens de moi ? Je suis content d’avoir retrouvé ton nom sur la Web….A bientôt j’espère,Vincent