Al hilo de fabular, de probar a recoger el hábito -pero no es, no será más, como antes-, he escrito mucho estos últimos días. A decir verdad, crecen más los párrafos que dedico a explicarme el hecho que la ficción propiamente dicha. No sirven a nadie, sólo son meta-texto vacío, narcisismo ensimismado. Aún así, extracto:
Hace dos meses.
Necesidad de inmediatez, es virtualmente imposible elaborar, y todo queda al nivel intuitivo, pudriéndose en horas. Necesidad del ya. Escribir es lento y trabajoso, duele, como una herida desangrada lentamente. Necesidad de la expresión instantánea y bruta, contundente, explícita y a-dimensional, como el punto geométrico. Necesidad de abolir la discursivización, todo es imagen, extenuante y volátil. Ínfima.
Indefensión ante la dureza, lo objetual de la palabra. Para poder escribir cosas originales y decentes he de discurrir con la conciencia clara de la dureza que revisten las cosas detrás de las palabras.
Cinco días después.
Esa inmediatez. Esa necesidad de no fijar nada me acosa. Sólo cantar puede expresar el infinito en que quisiera estar.
Diez días después.
Quisiera encontrar ese lenguaje agallesco, dotado de uñas, de salones de espejos que revierten todo, de caleidoscopios simbólicos y de aristas de alambre.
Veintiún días después.
Sé que sé narrar. Sé que sé pero nadie más lo sabe pues hace mucho que no escribo ficción. Lo de antes no vale un pimiento. Si tiene más de dos años no se corresponde conmigo. Me pregunto cómo he podido ser tan condescendiente con mi trabajo.
Dos días después.
He decidido revisar y utilizar viejos argumentos, intentos abortados de ficción. Que eso no suponga quedarme varada en VIEJOS SUPUESTOS y bases completamente caducas.
Un día después.
El disco «White Chalk» se corresponde maravillosamente con el gloomyness que quisiera darle a este relato. Creo que mi lenguaje tiene que ver con lo social-personal, aunque todavía estoy lejos de articularlo. Tengo una primera línea y estoy contenta por ello.
Miedo de hacerme caso. Miedo de comprometerme con las palabras. Sin embargo, sé que tengo dentro mucho más de lo que estoy dispuesta a dar. Quisiera llegar, sin tener que recorrer todo el camino, al desarrollo extático de la emoción que se contiene en el estribillo de una canción hermosa.
Cinco días después.
Trabajar, concentrarme firmemente. Fiction is my trouble.
Quiero que suene loca, desquiciada. Yo soy y aplico una inteligencia a los discursos de mis personajes que los hace poco creíbles. Buscar una mímesis con otras estructuras mentales. Dejo de aplicar mi lógica y mi discurso racionalista, escribo como demente y la demencia se ceba, me atiborra de ella, me come.
Seis días después.
Desorganizada, como siempre. Incapaz de hacer una buena mañana. Por qué me lastra tanto la dispersión que soy incapaz de trabajar, de creer en esto que digo que hago.
Hace pocas horas.
Me pongo cachonda cuando escribo.
No, no la he visto. ¿Recomendable?
Imprescindible, querida.
Ja ja… Qué brillante final. Y qué duro el resto. ¿Ha visto usted «Californication»?