Me encuentro, toda esta semana, viendo una docena larga de cortometrajes diarios, servidos en cómodas salas oscuras y calentitas a cargo de Alcine 37. Con más cosas en la cabeza de las que quisiera, dejarme mecer por historias ajenas, en fluida sucesión, es una excelente forma de desembarazarme del exceso de carga mental. AllÃ, tranquila, segura, pensaba qué gratificante es dejarse conducir por los relatos de otros…
Producirlos es otra cosa. Porque -posiblemente no sepa hacerlo mejor- hace rato que intento volver al hábito de la fabulación, y no me está saliendo. No es que no salga, es que cuesta mucho. Entonces, chocamos con un poco de incapacidad y otro poco de pereza. Es un problema de concentración, de dolor. Hay algo tan complejo en levantar una historia, que hace daño. Que esto apeste a fraudulenta bohemia y tópico de pose creativa no le quita verdad. Pero lo peor viene cuando consigo escribir.
Preguntarle al polvo, vaya…