Dentro de unas horas, realizaré la entrevista más importante de mi vida. No por su valor profesional (quién determina si aquél es más importante que éste), sino sentimental. Ahora que lo tengo tan al alcance de la mano, todo se complica. Me pregunto si seré capaz de extraer jugosas declaraciones de la entrevistada o la conversación se convertirá en un patético «cuánto-me-gusta-tu-trabajo» y «cuánto-me-identifico-contigo».
Acabo de escribir esto y no sé si las dos partes de la sentencia son contradictorias o complementarias.