El uso del «señorita» en lugar de maestra o de mi propio nombre es un aspecto de la educación que nunca me ha gustado, desde que trabajo como maestra procuro que mi alumnado me llame por mi nombre, les digo que no me llamo «Señorita Beatriz», sino que mis padres me pusiero Beatriz únicamente y que en todo caso también me pueden llamar Bea.
En mi nuevo colegio me resulta muy extraño lo integrada que está esa forma de llamar a la maestra, es algo que sencillamente no me gusta, y que me resulta arcaico, anquilosado.
Cuendo era pequeña, en mi colegio, según conocía a nuevos maestros se presentaban como Don José, Don Clemente o Doña Natividad. El caso es que yo siempre los llamaba así y no por respeto, sino porque realmente pensaba que ese era su nombre real, es decir, que su papá y su mamá les había puesto el Don delante como una parte de su nombre… con los años entendí que no era así, pero por costumbre los seguí llamando así y creedme no era por respeto. Desde luego siempre fui una niña educada.
Si buscamos la palabra en el diccionario de la RAE dice así:
señorito, ta.
(Del dim. de señor).
1. m. y f. Hijo de un señor o de persona de representación.
2. m. y f. coloq. Amo, con respecto a los criados.
3. m. coloq. Joven acomodado y ocioso.
4. f. Término de cortesía que se aplica a la mujer soltera.
5. f. Tratamiento de cortesía que se da a maestras de escuela, profesoras, o también a otras muchas mujeres que desempeñan algún servicio, como secretarias, empleadas de la administración o del comercio, etc.
Creo que mi profesión está incluida en el apartado 5, pero para mí la cortesía empieza porque me llamen por mi propio nombre y con educación.
Este año, igual que otros, pero con más insistencia me han preguntado familiares por qué no quiero que me llamen sus hijos/as señorita y bueno solo puedo responderles que pienso que es mejor que me llamen por mi nombre, como yo a ellos, ya que no generalizo con el «niño ven y haz esto» o «niña vamos a leer un cuento».
Singularidades de una que intenta ser quien cree y desea.
Te doy mi enhorabuena por esta decisión. Sigue luchabdo por ella. Yo que rstoy a puntito de irme jubilada, siempre he procurado que mi alumnado me llame por mi nombre y lo he conseguido. te contaré que mi escolarización fue en plena dictadura franquista, en los años 55 al 63 en un Colegio Nacional, patronato de la famosa Sección Femenina, donde sólo había niñas. Las escuelas de entonces no eran mixtas. Pués bien, allí nos obligaban a llamar a nuestras maestras por su nombre y a hablarles de tu. Resultaba difícil, pero nos obligaban a ello. Es raro entender esto, nunca supé por qué era así dada las connotaciones de la educación colegial de la época: Canto del Caralsol y la subida y bajada de la bandera de España que se hacía diariamente, terminando con un grito unánime de ¡Viva Franco! y ¡Arriba España!. Sin contar la cantidad de rezos que hacíamos antes de entrar en clase y al terminar la jornada escolar. No por haberle hablado a mi maestra de tu y por su nombre de pila, le perdí el respeto y dejé de guardarle la admiración, el trato que me tenía y, ahora en la distancia compartiendo profesión, su profesionalidad y buen hacer. Te cuento esto poque tengo este curso, una compañera con 26 años que les habla a sus alumnos y alumnas de usted y les obliga a ellos y a ellas a hacer lo mismo. Sorprendente ¿verdad?. Pues para que veas que aún no se ha desterrado entre la juventud del magisterio esa terrible costumbre. Adelante Bea que tu siempre puedes. Un besote
Muchas gracias Rocío por compartir tu vida de alumna en aquellos años y porque ciertamente hoy día sigue habiendo docentes como la que comentas. Besos
Pues sigue «luchando» cortesmente porque eso no sea así… a mi me parece totalmente anacrónico. Y con un sesgo de género que habría que estudiar ¿a los maestros también les llaman señorito?