Hoy es año nuevo. Ayer era el último dÃa del año y yo -os lo prometo- no tenÃa conciencia alguna de que 2013 se acababa. Ayer todo el mundo recordaba cosas. TenÃa ganas de escribir y no lo hice. No sabÃa sobre qué hacerlo y en lugar de quedarme plantado delante del ordenador, pensé que lo mejor era dar una vuelta.
Girando y girando esquinas, llegué a una plaza y me senté.
Eran las ocho y media de la tarde y parecÃan las cuatro de la madrugada. Apenas pasaba nadie por allÃ. Yo leÃa. Llevaba un tiempo necesitando hacerlo. Estaba sentado en un banco. Es una plaza por la que paso a menudo. Siempre está abarrotada de gente. Ayer no habÃa nadie. Nadie.
Cuando acabé el libro, sobre las nueve menos diez, lo cerré y levanté la cabeza. Y de repente recordé. Recordé algo muy alejado a todo el año que se cerraba. Me vi a mà mismo con mis dos mejores amigos del instituto en aquella misma plaza. A las 6 de la mañana. Un 30 de mayo. HabÃa sido nuestra graduación. Hartos de discoteca nos fuimos a dar una vuelta. Aunque aún tenÃamos por delante todo el verano, sabÃamos que ahà se cerraba una etapa. Acabado el último examen de selectividad no volvimos a vernos. Fin.
Me gusta imaginar gráficamente las trayectorias con el resto como un cruce. Dos lÃneas que de una u otra manera confluyen en un punto y hacen un recorrido juntas para volver a colisionar y separarse.
Suena frÃo. No lo es. A veces los cruces duelen. Son flechas que te atraviesan dejando huecos en ti. VacÃos.
Hoy es año nuevo. Hoy empiezan 365 dÃas de nuevos cruces.
[…] todos los dÃas del Colegio, de lo bien que dibujaba tu amigo, de cómo llamabas Gafas a uno de tus cruces, de la comida que hacÃa tu padre los domingos, de las charlas interminables con tu hermana, de la […]